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Opinión Editorial


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Publicación:04-07-2022
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¿Una crisis más? No, ya párele, seguro se dirá. Y coincido.

Ayer, en algunos círculos religiosos no católicos corrió fuerte el rumor de que en México, o al menos en Nuevo León, se avecina una crisis más: el abasto de alimentos.

¿Una crisis más? No, ya párele, seguro se dirá. Y coincido.

Hemos vivido años de encierro por el Covid-19 y aunque los altibajos nos permiten decir que ya vamos superando ese episodio, las finanzas empresariales y familiares no pueden decir lo mismo y se están reinventando para poder salir a flote y en la medida de lo posible volver a ser exitosos. En el caso de las familias, basta con que se tenga que lleve alimento a la mesa y a los hijos, continuar sus estudios sea cual sea el grado académico.

Pero paralizar o bajar el ritmo de la economía del país tiene un costo y durante la primera quincena de junio de este año, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) creció 0.49 por ciento respecto a la quincena anterior, según el INEGI. Es así que la inflación general anual se ubicó en 7.88 por ciento.

Respecto al 2021 se desprende que en la misma quincena de 2021, la inflación quincenal fue de 0.34 por ciento y la anual, de 6.02 por ciento.

Pues volviendo a los “círculos” a los que me referí al inicio de este ejercicio editorial, resulta que se corrió de boca en boca la invitación a todos los feligreses para que se apertrechen con alimentos, granos, gas de tanque, leña o carbón porque se vienen tiempos difíciles.

El argumento es que, al menos en Nuevo León, la crisis del agua se traduce ya en escasez de producción en el campo.

Es cierto, la crisis del agua tarde o temprano llegará –o ya llegó-, a las empresas que producen cerveza o refrescos, ya que necesitan del vital líquido para seguir operando; no se necesita ser adivino para saber que frenar la actividad orillará al reajuste del personal.

Cuando me pusieron al tanto de lo dicho durante el culto y realmente vi preocupación en el rostro de mi interlocutor se despertaron en mí ciertas alertas porque ya de por sí es molesto andar “cazando” a los vendedores del agua embotellada o ir de tienda en tienda de conveniencia para ver dónde se consigue un garrafón del líquido y para colmo a sobreprecio, empecé a visualizar escenarios complicados en el tema de los alimentos y combustibles.

Procuro no dejar que este tipo de charlas en el templo o reuniones de grupos haga mella, y lo tomé como mero rumor; no obstante, sí vale la pena estar atentos al desarrollo de las circunstancias que se viven en nuestra entidad.

No para hacer compras de pánico como ocurrió al inicio de la pandemia, pero quizá sí para ser más mesurado con los gastos, mejor administrados en lo familiar.

Hace algunas semanas leí un artículo de Ricardo Monreal en que se refiere a la inflación y las acciones que se emprenden para “actuar con responsabilidad ante esta emergencia”. Quiero pensar, por el bien de todos, que así será.




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