Opinión Editorial
Carlos
Publicación:11-02-2022
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Dentro de sus afanes subversivos pugnó por la despenalización del consumo de drogas, el libre consumo de mariguana. Los adictos no deben ser castigados
Carlos Martínez Rentería
(1963-2022)
Ocurrente, chispeante, trudo, molo, pelete, con su vocecita de flauta oaxaqueña, siempre incubador de proyectos literarios y editoriales, Carlos Martínez Rentería es desde ahora una estrella más en el cielo de diamantes con Lucy o sin ella.
Así es, Carlos Martínez Rentería, amigo, colega, escolapio, catequista renegado, alguacil de los conflictos ignotos, dejó este mundo inmundo el 7 de febrero, lunes, día de puente. Había nacido en el otrora defe, en 1963, tenía 59 años de edad. Y desde entonces su camino estaba trazado: sería toda la vida un maleducado. Es decir, un hombre que se apartó de la educación punitiva, la que se enseña en los colegios privados y no pocas escuelas públicas. Maleducado, no hacía caso de las buenas conciencias, de la doble moral, de los programas oficiales y oficialistas, de las vacas sagradas colocados en la punta de una columna comba. Prefería caminar por el siempre proceloso camino de la disidencia cultural.
Y con eso, así, asumió la profesión de periodista, después editor, promotor cultural y antes poeta. De su mano salieron libros que daban la espalda a la poesía confusa, hermética, tan practicada por los poetas actuales, para presentar el nervio abierto de la poesía sin nombre. Lo calamitoso, lo lodoso, lo que se tapa, lo que se oculta, lo que no se quiere ver, es lo que escribía.
Como editor Carlos Martínez sostuvo su revista Generación, que nació como un periódico, durante más de 30 años. No era de frecuencia mensual, era de frecuencia esporádica. Pero ahí estaba, en las librerías, en los puestos de periódicos. A través de sus páginas desfilaron los olvidados, la cultura marginal, los punks, los escritores maldecidos, los barrios y las ciudades de México. Presentaba en las páginas de su revista lo que no se presenta en las páginas de las revistas. La contracultura era su sino. Es decir, lo que está distante de la cultura oficial. Y su labor editorial la extendió a la publicación de libros. todos ellos importantes: La Noche mexicana de Lawrence Ferlinghetti, Cultura contracultura. Y de su autoría, entre otros: Barbarie, La bruja blanca, Polvos blasfemos, De las mujeres y el no tiempo.
Como promotor cultural organizó y realizó eventos, presentaciones de libros, encuentros literarios. Todos con su tono de disidencia, de alternancia, de propuestas desde el margen. En la casa de la cultura Jesús Reyes Heroles invitó a dar una conferencia a Gloria Trevi cuando quería ser presidenta de la república. En Lagos de Moreno, Jalisco, organizó un encuentro de contracultura, con la presencia de Nelli Cherkowski. Y en el Cabaret Bombay, en la Pulquería Insurgentes y en la librería La Juanita realizó múltiples eventos literarios y artísticos.
Como periodista, así inició su trayectoria, colaboró en los principales diarios del país. Con reportajes, crónicas, artículos. Después se convirtió en editorialista y en la La Jornada se podían leer sus puntos de vista sobre la praxis cultual.
Dentro de sus afanes subversivos pugnó por la despenalización del consumo de drogas, el libre consumo de mariguana. Los adictos no deben ser castigados.
Y en sus noches de bohemia lo irreverente se transformaba en pautas a seguir. Gersionano goémezasalalas hipa al tiempo de devolver la ferocidad de las calas a las cabañuelas de la catatonia ubicua, al compás de las felices rodillas incoloras o, mejor, con color desconocido. Así era. Y Carlos Martínez Rentería se le quedaba mirando con ojos de papel volando, como tratando de entender qué decía el escritor crónico de textos lebreles.
Sin duda alguna, vamos a extrañar la labor de Carlos Martínez Rentería. Vamos a extrañar a Carlos Martínez Rentería.
« Arnulfo Vigil »