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Opinión Editorial


¿Rediseño curricular?


Publicación:07-06-2023
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La vocación de la escuela tendría que estar, hoy más que nunca, del lado de la inquietud, subjetividad, singularidad, deseo, pasión, amor y responsabilidad

Quien quiere esperar el completo conocimiento de todas las premisas, para sólo después actuar, está condenado a nadar en el pantano de la indecisión 

Jorge Forbes

Quienes trabajamos en el campo educativo universitario, tanto público como privado, en algún momento hemos asistido a alguna junta de planeación de rediseño curricular. En ellas se habla de la necesidad urgente de modificar los contenidos de los programas y estrategias didácticas de las materias, para actualizarlas en correspondencia a las necesidades del mundo de hoy en día; mejorar los perfiles de los alumnos, etc. etc. Y eso, en discurso y pretensión se escucha muy bien, pero suele ser un discurso genérico, un lugar común que hace que todos digan que están de acuerdo, sin que se sepa por qué y para qué de manera específica. 

Más allá de la buena intención de mejorar la educación, de producir la tan ansiada "calidad educativa" –como a menudo se menciona—, buscando que los estudiantes aprendan mejor, lo que me llama la atención es la costumbre "sospechosistas" de dos cosas: considerar casi como "enemigos" a los jóvenes, ¡esas nuevas generaciones! y las características del mundo actual, buscando más vigilancia y control, tanto de las clases como de los alumnos, borrando sus diferencias y estilos. Lo cual me hace pensar en lo lejos que están las universidades de realmente entender y estar a la altura de los tiempos en lo que vivimos. Ya que, por un lado, se intentan hacer los rediseños curriculares no tanto por los estudiantes, sino para "llenarle el ojo"  las instancias locales, nacionales e internacionales certificadoras –paradoja: muchas de las cuales no se ocupan de la enseñanza, sino de acreditación, por lo tanto su función es político-económica– para que den su aval; y por el otro, para elevar la vigilancia y el control, dos formas de respuesta ante la angustia de no saber realmente qué es el día de hoy educar, como estrategia de calidad, bajo la consigna ilusoria y torpe: sólo se puede mejorar lo que se puede medir. Todo lo contrario, se aplasta la creatividad, el talento y la responsabilidad, con el aumento de la vigilancia y el control, pura burro-cracia de productos en serie.  

Tomando como referencia el gran aporte del trabajo de Jorge Forbes, psicoanalista y pensador de nuestro mundo actual, TerraDois (Tierra Dos) podemos pensar la escuela no tanto como un lugar de concentración de conocimiento, que todavía opera como si tuviera la última palabra sobre todo, sino como un espacio de provocación creativa y responsable, donde maestros y alumnos inventan articulando su singularidad, siento conscientes de los límites de las formas humanas del control y vigilancia, que otrora se ofrecieran como LA estrategia de mejora. En ese sentido, la figura del maestro no sería tanto un acumulador de saber que ilumina al alumno, sino un personaje que da testimonio de que en la vida se puede sustentar un quehacer a partir de la relación con la búsqueda y creación de conocimiento, que arriesga una posición singular y creativa. En ese sentido la vocación de la escuela tendría que estar, hoy más que nunca, del lado de la inquietud, subjetividad, singularidad, deseo, pasión, amor y responsabilidad, que de la vigilancia y control, una simple burocracia académica llena de discursos huecos. 



« Camilo E. Ramírez »