Opinión Editorial
El reverso de la seguridad, inseguridad
Publicación:24-05-2023
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Todos y cada uno de dichas estrategias intentan establecer e incluir algo que se escapa a la vida
No hay progreso, lo que se gana de un lado se pierde de otro. Como no sabemos lo que perdimos creemos que ganamos
Jacques Lacan
Pruebas, evidencias múltiples: formatos, fotos, videos, tomas de pantalla, localizaciones, registros, bitácoras...Todos y cada uno de dichas estrategias intentan establecer e incluir algo que se escapa a la vida y a las relaciones entre las personas. Su objetivo es controlar lo incontrolable, lo imposible de la vida, el amor, salud, estudio, trabajo, tráfico...
Si bien, por un lado, las mencionadas estrategias pretenden hacernos sentir más seguros a través de la vigilancia y control, por otro lado, queda en evidencia algo fundamental: no existe la prueba de la prueba, el Otro del Otro, todo es parcial y relativo, ¿Y ahora, ¿quién podrá ayudarnos? –decía el Chapulín Colorado—por lo que todas y cada una de las estrategias que intentaban producir seguridad, terminan por generar lo opuesto, inseguridad. Es decir, aquello que buscaban erradicar: la inseguridad, se instala aún más. Entre más seguridad se busca tener, la grieta, la disparidad entre la seguridad e inseguridad, aumenta. Esto se puede ver de manera clara en las relaciones amorosas: entre más se busca controlar y cuidar el amor, se corre el riesgo de precipitar su fin, precisamente porque el amor se nutre de encuentros, de gestos, detalles y no de sistemas de inventarios con graficas de Excel incluidas. Así como no se puede prescribir la felicidad no se puede controlar el amor para garantizar sus resultados.
Como la vida humana no cuenta con un solo organizador instintivo, como es el caso del reino animal, se encuentra sujeta al caos, cambio y variaciones. Esto, si bien puede darnos la posibilidad de crear todos los elementos discursivos e imaginarios de la cultura, también puede producir respuestas limitadas: angustia, miedo, vuelta al pasado, enojo, armarse hasta los dientes, buscar tener gobiernos de ultraderecha, reaccionarios que seduzcan con sus discursos de odio, vigilancia y control. Esos que plantean que, para que exista desarrollo y paz social, se tiene que comenzar por separar los buenos de los malos, eliminar a los impuros que contaminan todo.
Si los humanos poseemos una esencia vacía y –como dice Sartre—estamos solos y sin escusas, nuestras vidas transcurren a través de la confrontación con esa condición, con ese vacío; esa extrañeza que habita en cada uno de nosotros, sin transformarla en sufrimiento. A lo largo y ancho de la historia, desde el totemismo, la mitología griega, pasando por los sistemas filosóficos y creencias religiosas, hasta llegar a la ciencia y tecnología, los humanos hemos inventado –y hemos sido constituidos—por esos elementos imaginarios y simbólicos en una identidad y respuesta ante el vacío. Es decir, explicando qué somos, qué es el mundo, cómo debemos de comportarnos. Pero hay que considerar que ninguno de ellos es total y absoluto, sino parcial y relativo.
El psicoanálisis es una vía diferente que parte de ese vacío fundamental de lo humano, de ese malentendido estructural que tenemos las personas con la naturaleza, sin transformarlo en sufrimiento o culpa. Para entonces poder reconocerlo y vivirlo de formas creativas, flexibles y variadas. No es algo tan fácil, por supuesto, no tendría por qué serlo, ya que el miedo, el control, la violencia son tan seductoras y fascinantes para la humanidad, por el simple hecho de creer que "si no fuera por X persona o situación, entonces podríamos sentirnos y hacer Y". Cosa por supuesto absurda que solo sirve para que se vendan complejos sistemas de vigilancia y control que, a pesar de que no funcionen, se venden como pan caliente, porque logran tocar un punto de ilusión: la posibilidad de que con ese dispositivo genere la ilusión de estar un poco más seguros (¿será?) hasta la próxima irrupción de eso irreductible que posee la vida, eso que no podemos localizar, controlar y que retorna una y otra vez.
« Camilo E. Ramírez »