Opinión Editorial
Saber perder
Publicación:12-04-2023
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Aprender a perder implica responder de maneras creativas ante las pérdidas, renunciar a la respuesta fácil de enamorarse del propio enojo y sufrimiento
La vida es un constante contrato de riesgo
Jorge Forbes
La vida es un continuo aprender a perder. Bienaventurados serán aquellos que sepan perder sin transformar el dolor de la pérdida en queja perpetua y enojo, ellos heredarán el instante, por lo tanto, podrán vivir realmente su vida. Por el contrario, quienes se resistan a perder no sólo terminarán perdiendo todavía más –el inminente desenlace– lo que creían poseer, sin que, como una especie de antídoto ingenuo, se amurallarán contra la vida, creyendo que así se hacen inmunes al dolor por la pérdida. Para ellos cada pérdida dolerá el doble. Ya que, además de perder algo/alguien, con todo lo que implica (pérdida para siempre, irreversibilidad, herida a la imagen ideal de sí, el ego...) sentirán que algo muy importante de sí se desvanece: la ilusión de lo que creían poseer y controlar sobre el otro y la vida. Sufrirán un tremendo golpe. Una herida narcisista –parafraseando a Sigmund Freud.
Pero ¿qué es aprender a perder? ¿Realmente se puede logar eso? No lo sé, quizás no exista del todo como algo absoluto. Como decir, "mira, allí va alguien que ha aprendido a perder" –definitivamente sería un absurdo pensarlo de esa manera. Pero lo que si podemos decir es que, tanto identificarse con lo poseído como con lo perdido, es la vía automática para derrumbarse ante cualquier tipo de pérdida (económica, física, mental, amorosa, educativa, laboral, deportiva...), quedarse prendado de nostalgia, enamorarse con lo que era, se perdió y nunca regresará. Detener, pausar la vida en ese instante que se vuelve mítico de aquello que se perdió: lo ideal (ahora que ya se perdió).
Hay de pérdidas a pérdidas. Hay cosas y personas que se pierden y no generan ninguna molestia y sufrimiento, al contrario, son un beneficio no buscando, una agradable sorpresa. Pero también existen perdidas que calan hondo, nos sacuden y nos hacen morir un poco en vida. Pues esos objetos y personas tenían para nosotros la cualidad de ser insustituibles. Su ausencia nos hace sufrir.
Es el amor a sí mismos y a aquellos que hemos perdidos el que nos hace sufrir la pérdida, pero ¿acaso creíamos que nunca podría pasar eso? Si en eso consiste la vida, dejar pasar personas y objetos por nuestra vida, para un día verlos marcharse, darlos por perdidos para nunca más volver. Relacionándonos con ellos a través de la memoria y el silencio. Ya que no existe un pensamiento o una añoranza tan intensa al grado de materializar un evento, un recuerdo o una persona.
Aprender a perder implica responder de maneras creativas ante las pérdidas, renunciar a la respuesta fácil de enamorarse del propio enojo y sufrimiento, para crear algo nuevo a partir del dolor que generó la perdida. Hacer de la herida poesía. Dejando, finalmente, descansar a los muertos, tanto aquellos reales como figurados.
« Camilo E. Ramírez »