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Opinión Editorial


Grupos de WhatsApp


Publicación:05-04-2023
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Los hay de muchos colores y sabores. Con diferentes objetivos e intereses; de familia, amigos y trabajo

Grupos de WhatsApp. Los hay de muchos colores y sabores. Con diferentes objetivos e intereses; de familia, amigos y trabajo; de ventas y colectivos con causa; grupos de escuela, colonia, fraccionamiento o edificio; grupos permanentes o para una ocasión especial, la fiesta sorpresa de fulanito, juntando dinero para la operación de perenganita; de ventas, memes, comedia y contenidos diversos que, en cuestión de milisegundos, surcan el ciberespacio acortando tiempos y distancias. 

Independientemente de su razón de ser, en los grupos de WhatsApp es posible detectar diversos participantes: los que comentan, los que se quejan de todo y no proponen nada, los que saludan y mandan sus buenos deseos, los que dan el reporte del clima y el comportamiento vial, los que bromean y comparten memes, los que buscan pelearse por religión, política y futbol, los valientes detrás del celular pero temerosos en persona, los que quizás leen algunas cosas y nunca escriben nada, y aquellas personas que simplemente sin deberla ni temerla, sienten que se han visto arrastradas a estar en esos grupos, y viven una especie de secuestro virtual, que los silenciaron desde el primer momento en que los incluyeron –entre muchos otros más. 

No hace mucho tiempo las personas sólo hablaban de frente en las casas, banquetas, plazas y cafés. Luego aparecieron las cartas y telegramas, los teléfonos en casas y oficinas y después los celulares. Hacia el final de la década de los 90 del siglo XX surgió la internet y con ello también se crearon nuevas formas de comunicación. 

Todavía se sigue escribiendo/viviendo la historia de las transformaciones en las relaciones humanas a partir de la internet y las redes sociales, la vida en el ciberespacio. Todo esto cristalizándose de manera sorprendente durante la pandemia de Covid-19 (marzo de 2020) 

Y qué no decir cuando dos simples agregados al WhatsApp cambiaron las formas de interactuar y comunicarnos: las dos palomitas azules. Antes de ellas era imposible decir "¡Me dejaste en visto!". Entonces se comenzó a contar el tiempo de espera entre que se envió, recibió, leyó y contestó el mensaje. Así como poder ver la última hora de conexión. Dando rienda suelta a las suposiciones y proyecciones de los usuarios de la plataforma. Cada quien encuentra lo propio a la vuelta de la esquina de la virtualidad. Las relaciones humanas de todos los niveles y contextos no volvieron a ser las mismas. Esas simples modificaciones que se realizaron a un software de mensajería tuvieron la fuerza de marcar un cambio de época similar al de los descubrimientos de la penicilina y los rayos x. ¿A dónde nos conducirán los cambios en las formas de interacción? La historia sigue abierta.

Más conectados, sí, pero también más solos. Es para muchas personas una realidad terrible con la que tienen que convivir día a día. Si bien el aumento en las interacciones sociales en la internet les permite a muchas personas una participación más activa, expandir sus horizontes de vida, otras simplemente prefieren apartarse, justamente por la presión que implican. Exponer virtualmente fragmentos de su vida puede ser para ellas algo no tan fácil. Precisamente porque no cuentan con una base de seguridad y legitimación de sus formas de vida. Por lo que prefieren ensimismarse, participar en grupos pequeños donde se puedan sentir a gusto y seguras, "volver" a relacionarse directamente sin la intermediación de una plataforma. Esto no quiere decir que dichas relaciones estén desprovistas de conflictos y malentendidos –ya que éstos surgen por el simple hecho de que los humanos hablamos– pero al menos les permiten resistir y sobreponerse ante el exceso de información e interacciones que saturan su existencia, posibilitándoles tener consciencia y disfrutar de algo que tenga sentido por su cualidad más que por su cantidad excesiva e invasiva de información, que, más que abonar a la felicidad lo hacen al fastidio, carga y estrés de todos los días. 



« Camilo E. Ramírez »