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Opinión Editorial


Las lógicas de la queja


Publicación:21-06-2023
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El lenguaje es uno de los aspectos que nos caracteriza –y construye—a los seres humanos

Todo el mundo se queja todo el tiempo. Del clima: un día del calor, otro día del frío. 

Del trabajo: porque es mucho o porque es poco. 

Del cariño: "que frialdad" o "que empalagoso"

Jorge Forbes

El lenguaje es uno de los aspectos que nos caracteriza –y construye—a los seres humanos. Hablar, ser conscientes, ponerles nombre a las cosas para operar en ellas; pensar, planear, narrar nuestras memorias, prospectar nuestros proyectos... En fin, inventar el futuro. Sin embargo, tales maravillas también pueden empelarse de forma neurótica. Parafraseando a Freud, diríamos que algunas personas padecen de vivir anclados al pasado, condenados a repetir, una y otra vez, lo que les hizo daño. ¿Cómo sucede esto? Y, sobre todo, ¿cómo salir de ese circuito infernal?

Veamos algunas de las modalidades de esa expresión de dolor, pena o sentimiento a la cual denominamos, queja. Por un lado, tenemos la queja-expresión afectiva, cuyo objetivo es la simple localización de un dolor o pesar (en el cuerpo, en las relaciones) y la consecuente descarga de esa tensión. Por otro lado, la queja-exigencia de justicia, que apunta hacia la defensa de la dignidad y derechos en un reclamo legítimo de justicia. 

Estas dos lógicas de la queja tienen un sentido transitorio, de movimiento, buscan que algo suceda y se resuelva (tensión, justicia) no sólo son la queja por la queja, sino la queja como llamado, solicitud, sea de descarga, desahogo o solución, pronta y expedita. Pero, también existe una queja que es sólo queja por la queja, la queja neurótica, aquella –como lo ha planteado Jorge Forbes—donde el quejoso se vale de la nobleza de las justas reivindicaciones sociales para enmascarar su exagerado amor-propio. Es decir, se queja para dos cosas: 1) sentirse bueno/a, diferenciarse de los "malos", causantes de aquello que se padece, y 2) convertir al otro en un eterno responsable de aquello que les sucede, la causa de todos sus males, su eterno deudor. Gracias a lo cual ellos –las y los quejosos—crearán que ya hicieron lo suficiente. ¿Cómo identificarlos? Cuando se quejan no buscan tomar responsabilidad y acciones concretas para que las cosas mejoren, ya que su objetivo simple y sencillamente es cargar al otro de culpas y más culpas; no desean instrumentar soluciones pacíficas de los conflictos, llegar a acuerdos en el que todas las partes –incluyéndolos—se comprometan. Pues esto último los haría también responsables. Son buenos denunciando y señalando, pero nunca se involucran en las soluciones, ya que eso les haría tener una experiencia directa con la imposibilidad, lo parcial de las soluciones, y su necesaria reformulación; prefieren mantenerse en el idealismo no haciendo nada, solo quejarse. 

Otra variación de esta queja por la queja, irresponsable, que busca culpar a alguien más de las propias desgracias, consiste en fijar la queja de algún dolor o problemática como la propia marca de identidad. Una especie de "sufro/me quejo, luego existo" que algunas personas usan como forma de vida. Sólo que quizás ignoran un efecto terrible de dicha posición: corren el riesgo de incrementar el dolor padecido, que gracias a la queja ha logrado colocarse como rasgo de identidad fundamental. "Es habitual que la expresión de la queja exagere en mucho el dolor, hasta el punto en que el dolor acaba conformándose a la exageración de la queja, aumentando el sufrimiento. Es común que las personas crean tanto sus lamentos que acaban prestando su cuerpo, quedando enfermos, para comprobar lo que dicen." (Forbes, Jorge. Você sofre para não sofrer? Baureri, SP: Manole)

La salida, la solución de estas dos últimas posiciones consiste en renunciar al cuidado de la imagen ideal de sí mismo, esa que no existe y jamás se logra; renunciar a la consoladora –e ingenua—posición histérica de "los demás tienen la culpa, yo soy bueno/a", para arriesgar tomar una posición (parcial, entusiasta, creativa y también, por qué no, equivocada) de implicación, desechando la fácil postura de quien denuncia desde la desimplicación, para elegir participar en las soluciones de manera responsable y, sobre todo, flexible y creativa.  



« Camilo E. Ramírez »