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Opinión Editorial


Situación de calle


Publicación:02-02-2023
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Las personas de crucero son en muchos casos migrantes que en su trayectoria se quedan en el área metropolitana y carecen de recursos alimenticios.

Hoy en la mañana, como casi todos los días, vi a una mujer joven en el crucero de una avenida transitada; cargaba un bebé a sus espaldas y a otro niño pequeño en sus hombros quien hacía malabares durante unos segundos para después ir de carro en carro pidiendo monedas. Así como ella, había otras personas en la acera de enfrente que también pedían dinero, algunas se ofrecían para limpiar el parabrisas, otras, con discapacidades severas, simplemente se movían entre los carros solicitando ayuda.

Así como ella, había otras personas en la acera de enfrente que también pedían dinero, algunas se ofrecían para limpiar el parabrisas, otras, con discapacidades severas, simplemente se movían entre los carros solicitando ayuda.

Las personas de crucero son en muchos casos migrantes que en su trayectoria se quedan en el área metropolitana y carecen de recursos alimenticios. Nuevo León es el estado que más migrantes recibe.

También están las personas indigentes que viven en las calles y espacios públicos. Según Tiraboschi (2011) se trata de un grupo poblacional que se caracteriza por ser heterogéneo en su composición, teniendo en común la extrema pobreza, vínculos familiares quebrados o fragilizados y la inexistencia de vivienda convencional regular; factores que obligan a estas personas a buscar espacios públicos (calles, plazas, puentes, etc.) y áreas degradadas (edificios o coches abandonados) como espacio de vivienda y subsistencia, de manera temporal o permanente, utilizando para pernoctar lugares administrados institucionalmente como albergues, o casas de asistencia, además de diferentes tipos de viviendas provisorias. 

Estas personas subsisten de la caridad y en ocasiones de lo que encuentran en la basura. Muchas tienen problemas de salud y, además, son víctimas de la delincuencia que les quita lo poco que tienen. Y, por si fuera poco, viven la discriminación al considerarlos y llamarlos, “pobres”, “delincuentes”, “menesterosos”, “indios”, “prietos” o “mendigos”.

Son situaciones reales y cercanas a todos. Nos acostumbramos a ellas y hacemos poco, o nada, para romper los círculos viciosos que las sostienen. Forman parte de un entorno poco estimulante y, además, sucio.

Hay una expresión popular que dice “el dinero y la enfermedad se notan”; es posible percibir el grado de desarrollo de un país por las condiciones que se advierten en las calles.

Las grandes desigualdades de México se ven en el entorno cotidiano. Más del 40 por ciento de la población vive en pobreza y por consiguiente batalla para tener un trabajo formal, acceder al sistema de salud y recibir educación. Los niños deben estar en la escuela, no trabajando. 

Quizás muchos nos preguntamos, ¿cómo acabar con esto?, ¿qué necesitamos hacer para tener bienestar?, ¿por qué otros países sí pueden?

Hay problemáticas claras en México: seguridad, educación, salud y trabajo que corresponden a los derechos elementales de las personas. 

Primero que nada, necesitamos romper el círculo vicioso de la corrupción, de la falta de integridad, del poco sentido ciudadano y desde luego, contar con un gobierno eficiente y transparente que haga del estado de derecho y de la educación las principales herramientas de justicia social.

El país no puede reinventarse cada sexenio. Necesitamos en colectivo, orientar metas, revisar indicadores, y sobre todo garantizar continuidad de planes. Se requiere un proyecto de largo plazo para reconstruir una nueva forma de administrar el país con base a sus instituciones. Diagnósticos tenemos muchos. 

Hay tres condiciones básicas que debemos considerar. Primera: romper distancias con el gobierno y comprometernos a trabajar con espíritu colaborativo en la solución de los problemas. No podemos dejar la democracia, prospectivas y planes solamente a los políticos y partidos, necesitamos como ciudadanos ser activos y proactivos. Segunda: no perder la esperanza, sí se puede lograr que las próximas generaciones aprovechen la riqueza de patrimonio, talento y de recursos naturales que tiene nuestro país. No podemos pensar que no hay nada por hacer. Tercera: fomentar la espiritualidad para que con compasión e integridad actuemos en favor del más frágil pero no con asistencialismo.

La cercanía del año electoral 2024 hará surgir diversas plataformas de consulta ciudadana. Será un imperativo participar en alguna de ellas. Por lo pronto, el diagnóstico y las propuestas de Colectivo por México son acertadas.

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales.

leticiatrevino3@gmail.com



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