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Opinión Editorial


La palabra y la escritura


Publicación:15-05-2024
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Sea en el de la palabra dicha como en el de la palabra escrita, algo se organiza más allá de la intencionalidad de quien habla y escribe

"...nada de lo tocante al comportamiento del ser humano en tanto sujeto [...] puede escapar del sometimiento a las leyes de la palabra"

Jacques Lacan

Tomemos algunos hechos cotidianos: alguien, después de muchos años de cargar con un pesar, le cuenta a otra persona los pormenores de lo que le sucedió y mientras lo hace cae en cuenta que aquello que creía de dimensione gigantescas, un peso inmenso imposible de cargar, algo que le aquejaba día y noche, se pronto se ha desvanecido, ha perdido sus cualidades generadoras de sufrimiento y simplemente se ha esfumado ante el desconcierto de quien lo relata y que, hasta ese momento, creía fundamental en su vida. Además, mientras escucha su propio relato logra advertir lo absurdo de aquello que planteaba, y que hasta instantes previos apreciaba como una verdad absoluta sin necesidad de pruebas, algo contundente que creía sólido, impenetrable se ha evaporado en un segundo.  

Otra persona dice que no puede pensar, que tiene muchas ideas y no sabe por dónde comenzar, son tantas cosas que le abruman, le saturan. "Tienes una fuga de ideas" –le han dicho, mientras le recomiendan calmarse y poner en claro sus ideas, sin saber cómo lograrlo. Le dejan igual. Entonces recuerda un ensayo que alguien comentó en una conferencia de psicoanálisis, se trata de un libro de un tal Ludwig Börn, que el padre del entonces joven Sigmund Freud le regaló en su adolescencia, y que recomendaba:

 "...Tome unas hojas de papel y durante tres días sucesivos anote, sin falsificación ni hipocresía, cualquier cosa que le pase por la cabeza. Escriba lo que piensa de usted mismo, de sus mujeres, de la guerra de Turquía, de Goethe... o del juicio final, de quienes tienen autoridad sobre usted, y al cabo de esos tres días se asombrará de los pensamientos novedosos y sorprendentes de los que ha sido capaz".

Al poco tiempo de entregarse a dicha práctica algo comienza a aparecer, poco a poco se va dibujando una cierta organización. Sin darse cuenta, entre todo aquello que va escribiendo encuentra, sin buscar intencionalmente, las claves para saber qué hacer y poder continuar, de pronto todo lo ve un poco más claro, encuentra un principio que le organiza, que, a pesar de ser incierto, al menos le ofrece un boceto del cual partir. "Ya luego Dios dirá. A fin de cuentas, Dios es palabra, una palabra que no necesariamente responde en primera persona, Dios es inconsciente, pero del inconsciente freudiano, el del psicoanálisis, que uno encuentra sin buscar, que sale al encuentro como sorpresa revelándonos una verdad sobre nosotros mismos" —piensa en ello mientras continúa escribiendo.

En ambos casos, sea en el de la palabra dicha como en el de la palabra escrita, algo se organiza más allá de la intencionalidad de quien habla y escribe, mostrando algo hasta entonces desconocido, no advertido, una verdad, una clave que, al mismo tiempo que revela, muestra, dirige, acompaña; incluso que da una respuesta a una pregunta fundamental, a un enigma existencial, personal; que aquello que es verdadero para cada persona trasciende los limites del propio yo y su ilusión de control; que como las mejores cosas de la vida surge de un encuentro no calculado, algo que no obedece a una voluntad disciplinaria ni moralista, sino efecto no imaginado que se abre camino vía darle lugar a la sorpresa, tiempo nuevo donde podemos encontrar algo que reinicie la vida, que le otorgue una nueva forma a la existencia. Ya que tanto al hablar como al ponerlo por escrito, se produce un efecto de resonancia polifónico donde aparecen muchos sentidos (nuevos caminos) es decir, surge un sujeto nuevo efecto de aquello que se dijo y escribió sin tanto control de quién creía hablaba o escribía en primera persona. 




« Camilo E. Ramírez »