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Opinión Editorial


El sabor del saber


Publicación:20-03-2024
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Sólo aprendemos lo que amamos, de lo que nos hace sentido, aquello en grado de responder a nuestras cuestiones más fundamentales

El estrés es una ausencia de narrativa

Jorge Forbes

Sólo aprendemos lo que amamos, de lo que nos hace sentido, aquello en grado de responder a nuestras cuestiones más fundamentales. 

Vano esfuerzo insistir en que alguien aprenda o ame por la fuerza. Nada más falso y absurdo que aquello de "La letra con sangre entra", base ideológica del conservadurismo del claustro y la dictadura. Como lo demostró Sigmund Freud, el deseo humano de tener un deseo propio, singular, único, es aquello que resiste a cualquier intento de manipulación, imposición y sugestión. Por más que ese deseo singular lo tengamos que conocer, en primera instancia, a través de los deseos que nos son sugeridos por alguien más (la cultura, los padres, amigos, pareja...)  cada persona cuenta con la posibilidad de singularizar su deseo y proyecto de vida, de subjetivarlo, a fin de hacerlo propio, darle su estilo, el toque de su singularidad. 

Sólo aprendemos de lo que amamos, tanto de lo que hemos amado como de aquello que nos saca del sueño de la repetición, es decir la sorpresa del nuevo amor. Es decir, aquello que estaría en grado de responder a algo que nos habita, "Todo encuentro es en realidad un reencuentro" (Sigmund Freud) es decir, algo que se transfiere de los personajes que han poblado nuestra vida y que ahora localizamos en algún elemento del presente, pero también, ese algo del amor que es nuevo, que funciona como un novedoso encuentro, que posee la cualidad de interrumpir la secuencia automática que marcaba el pasado-presente-futuro, y que, de alguna manera, hace surgir lo nuevo, la sorpresa, el estilo, amplificando los horizontes de vida.  

La vida, el estudio, el trabajo, el amor...prácticamente cada una de las experiencias humanas se puede encarar desde una perspectiva de acumulación y progresión, de lucha, resistencia y desgaste, con varios elementos siempre en juego: estado previo de impotencia, establecimiento de un programa ideal, moral y disciplinariamente, para llevarlo a cabo como disciplina, al hacer esto –se piensa– después de un tiempo, vendría una recompensa que justificaría tanto sacrificio, que indique que valió la pena; o, desde una perspectiva de encuentro, sorpresa y articulación responsable de la singularidad, en la cual el recorrido sería diferente a buscar convertirse en la mejor versión de sí mismo, para pasar de la impotencia a lo imposible, una legitimación de un deseo y estilo. No tanto como un esfuerzo acumulado y progresivo que un día dará sus frutos, sino como algo discontinuo que permite la expresión de los diferentes pliegues de deseos, proyectos...

El sabor del saber se degusta no por acumulación o hartazgo de un mismo "platillo", sino por un sabor singular que cada comensal está dispuesto a poner en juego en un platillo de lujo, cocina de autor, no por su valor de costo en el mercado, sino por ser expresión de una singularidad que el sujeto puede disfrutar en sus términos, es decir, un lujo no genérico sino único. 




« Camilo E. Ramírez »