Opinión Editorial
Te quiero como eres, pero…
Publicación:19-01-2023
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Si algo nos muestra el psicoanálisis es que las personas no queremos lo que deseamos
Te quiero como eres, pero, te voy a pedir que cambies lo siguiente: (coloque aquí, queridos lectores, la lista de características que usted o su pareja le ha pedido cambiar en algún momento de la relación). Hay listas pequeñas, medianas e imposibles, interminables, cuya función es crear la ilusión de la felicidad y su obstáculo, “si no fuera por eso que haces o tienes, entonces sí podría ser feliz, pero como no lo cambias, no puedo…”
Si algo nos muestra el psicoanálisis es que las personas no queremos lo que deseamos. Tendemos a retroceder ante lo nuevo. Preferimos repetir una y otra vez la misma historia, no importa que nos haya hecho mucho daño, le repetimos una y otra vez. Justamente porque funciona como una especie de fundamento de identidad, de lo que creemos que somos y de la realidad que imaginamos es la nuestra. Así, cuando algo “encaja” en ese modelo imaginario, sentimos que algo del sentido original –ese que nos construyó—sentimos que algo tiene significado, sea alegre o triste, excelso o abyecto, no importa, lo que importa es que se sienta que se tiene razón, precisamente porque se siente en el cuerpo. Ya que, al sentido, ese posterior que se da por la interpretación del lenguaje y los símbolos, le antecede uno original más primitivo, confeccionado con viseras, sonidos, sabores y gestos. Lalengua –le llamaba Jacques Lacan, a partir del cual se irá superponiendo el otro. En un psicoanálisis el paciente puede hacer la experiencia de detectar qué de su historia es una repetición infinita de decisiones que se creen libres, pero que le condicionan y atan a un sufrimiento sin escapatoria.
Te quiero como eres, pero te pido que cambies…Es la posición narcisista de quien sólo se ama a sí mismo/a, quien sólo quiere que el mundo y su pareja se acomoden a su conveniencia. Cree que la experiencia amorosa es una experiencia donde él o ella se colocan al centro y el otro, la pareja, es meramente un actor de reparto. Por supuesto que ofrecerá sus argumentos que le harían merecedor/a de ello. Como buenos neuróticos, se argumentará el sacrificio padecido o el dinero gastado. Esto se fortalece aún más en este contexto de aparente liberación de todo, que no es más que aumento de esclavitud del narcisismo y su ideal; ya que, al mismo tiempo que cree que la felicidad es buscar la exacta coincidencia con lo que se desea, ello hace que se pierda la posibilidad de lo mejor del amor: que la realización del amor se encuentra más en amar que en ser amado, no en lo idéntico, sino en la diferencia.
Precisamente porque el amor al hacer una ruptura (El amor es un fracaso para jugar, fracaso de la expectativa ideal narcisista) del ideal, lleva a la salida y apertura, al encuentro verdadero con el otro, con todo lo que implica de entrar en relación con una libertad, que sólo es posible cuando se considera al otro no como obstáculo en el camino hacia la felicidad y tranquilidad, sino como condición de ir más allá de los confines de esa prisión-berrinche imaginaria de primero yo, después yo y el último yo. En ese sentido el amor siempre es experiencia de apertura, pasaje y expansión de los horizontes de vida, más que reiteración de la identidad solidificada del yo, que ama el narcisismo. A mayor deseo y amor, menor consistencia de la identidad petrificada del narcisismo que desearía el yo. Por eso es muy difícil que salga amor de un obsesivo, como de un machista, de una manipuladora, porque buscan reducir a la pareja a un esclavo, a un objeto, una pieza a mover a su conveniencia. Si alguna vez lo lograsen se encontrarán no en el momento más paradisiaco de su vida, sino en una pesadilla que les refleja su propia imagen insatisfecha y vacía.
« Camilo E. Ramírez »