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Opinión Editorial


El verdadero entusiasmo


Publicación:28-01-2021
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El verdadero entusiasmo logra animarse cuando no hay garantías ni objetos, tan solo por el hecho de serlo, sin tener motivo alguno

Contrario a lo que el sentido común considera, el verdadero entusiasmo no está ni en el pesimismo informado, ni tampoco en el optimismo que pregonan los apóstoles del deber ser, el desarrollo humano y la psicología positiva; quienes defienden a capa y espada la progresión moral, psicológica y social del humano. Esos más bien -lo sepan o no- producen la depresión y el pesimismo que declaran querer curar: al intentar, con muy buenas intenciones, mostrar el buen camino de la superación personal, imponen pesadas cargas de lo ideal en las espaldas de quienes los escuchan; promueven el desarrollo partiendo de un envilecimiento del humano, justamente como lo hacen las diferentes iglesias y los ejércitos en sus procesos de ingreso y formación. No es casualidad que Freud hay tomado esas dos instituciones para hacer un detallado análisis de los procesos de infantilización y control que existe en ellas, a fin de mostrar algo que “vive” en cada humano: una tensión efecto de la contradicción entre la libertad y el sueño-deseo de la esclavitud, de lo abierto y lo cerrado, entre ser libre-y-responsables y al mismo tiempo esclavos-e-inocentes de las decisiones de otro, que exculpe.

El verdadero entusiasmo se produce fuera de los cánones del deber ser, la identidad y el supuesto control del ego. “Fuera de lo Prêt-à-porter cada uno inventa su singularidad (Jorge Forbes) responsabilizándonos por ella. Es todo lo contrario al control y la verdad dictatorial, que busca satisfacerse a través de la dominación y explotación del otro. En cierta forma es un entusiasmo que nos ha elegido, más que nosotros a él; un verdadero encuentro, algo más fuerte que nosotros, una trascendencia y realización no tanto por el fin o el resultado, sino desde el trayecto mismo, que sabe saborear y sostener un camino de vida, no tanto porque exista una garantía en algo o en alguien (todo el siglo XX se puede leer como la búsqueda y el fracaso de dicha espiración tanto en lo político, ideológico como en lo religioso) sino porque se decide tomar dicha posición como causa: tener un entusiasmo sin razón y garantía alguna, sino más bien por resonancia y en red, es decir, en contacto con los demás. Ese es el ímpetu que anima la mayoría de los colectivos: salir del circuito líder-súbdito, razón-verdad, por el de colaboración por un entusiasmo común y al mismo tiempo singular, único, que toca de manera específica a cada miembro, verdaderos monólogos articulados. 

El verdadero entusiasmo no se contenta simplemente en beber de las fuentes donde yacen aguas tranquilas y aseguradoras, que han sido destiladas por los padres, lideres, expertos…por todos aquellos que han ocupado un lugar de poder/control/verdad/cuidado, sino apuntando hacia el movimiento mismo de las corrientes, del dinamismo de la verdad, que incluye su agujero intrínseco, imposible, tan lejano y distante, que logra crear en la destrucción, que no se contenta en “allá más adelante, un día”, sino que recupera el hoy, con la apuesta del enstusiasmo. 

El verdadero entusiasmo logra animarse cuando no hay garantías ni objetos, tan solo por el hecho de serlo, sin tener motivo alguno. ¡Ese es el verdadero triunfo: entusiasmarse porque si! De lo contrario se cae en la burocracia obsesiva de pensar que el pensamiento y el ser son lo mismo, de vivir sosteniendo la tesis: “Solo me entusiasmaré cuando tenga verdaderas razones para ello”, “Solo me entusiasmaré cuando mi entusiasmo tenga una posición lógico-racional-garantizada”, “Solo me entusiasmaré cuando todo mi ser pase por el estrecho ojal de mi medida de la razón”, “Solo me entusiasmaré cuando no sea ridículo, ni bobo” y un largo etcétera. Y luego la gente se pregunta cómo es posible que haya tanto sufrimiento, tanta angustia, queja y depresión. Pareciera que en este mundo no se puede simplemente sostener una posición entusiasta y alegre, sin tener que escribir en diez mil cuartillas, con argumentos lógicos del porqué se es. 

El verdadero entusiasmo está fuera de cualquier intento de domesticación de la existencia, está -como lo creía el mismo Freud, entre muchos otros- fuera de cualquier intento de sugestión e imposición educativa; no está ni en a la reflexión petrificada del filósofo de escritorio, ni tampoco en el consultorio del “psi” (psicoanalista, psiquiatra, psicólogo, etc.) que sustenta su práctica suponiendo que todo en la vida se puede explicar, que todo es ya conocido, que no existe espacio para nuevas experiencias y caminos, que no hay lugar para el deseo, la invención y la amplificación entusiasta.  

El verdadero entusiasmo está fuera de estas líneas, entre ellas, se cuela, se escurre, crece y se amplifica.



« Camilo E. Ramírez »