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Opinión Editorial


El cuidado de sí


Publicación:15-09-2021
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“El trauma ha sido universal, las respuestas siempre son singulares"

Eu fico com a pureza das respostas das crianças:

É a vida! É bonita e é bonita!

Viver e não ter a vergonha de ser feliz,

Cantar,

Gonzaguinha 

La pandemia ha sacudido nuestras vidas. Gobiernos, familias, empresas y escuelas han tenido que transformar sus estructuras, tiempos y circunstancias, a fin de poder estar a la altura de los acontecimientos, resistiendo, creando y amplificando.  

Los más reticentes han batallado, no solo en aceptar las nuevas circunstancias, buscando adaptarse a ellas, sino en poder desarrollar maneras creativas para resolver a partir de las dificultades. Mientras que los más creativos y flexibles han encontrado en estos tiempos de crisis diversas oportunidades para surfear en aguas profundas. Como lo ha dicho Colette Soler, psicoanalista francesa, respecto a la pandemia, “El trauma ha sido universal, las respuestas siempre son singulares.

Un aspecto que deseo destacar el día de hoy en este espacio es el que ha tomado para muchos el cuidado de sí. Como si el nuevo virus nos hubiera forzado a descender de las abstracciones del logos del pensamiento para poder sentir el propio cuerpo. Sentir, respirar y experimentar el propio cuerpo a partir del peligro del contagio, la enfermedad y el distanciamiento social, logrando reintroducir una cuestión fundamental ¿Cómo te sientes? Desde hace ya mucho tiempo desdeñada, ante el predominio de una concepción de una racionalidad, educación y trabajo intelectual, desencarnado. 

¿Cómo te sientes?  No remite al control o gobierno del pensamiento, a lo que se sabe o posee. Sino a la experiencia más fundamental de habitar la propia piel, como el respirar, el andar, comer o dormir. No es casualidad que Jacques Lacan haya planteado que la angustia –una experiencia que se siente sobre todo en el cuerpo– es una experiencia que no miente. Pues la angustia tiene la cualidad –entre otras cosas– de reintroducirnos al camino de nuestro propio deseo. Una vez más, no como algo abstracto o confeccionado en serie, como lo cree el discurso capitalista de la explotación y el consumo, sino como algo que hace sentido (en sus tres acepciones: sentido como significado, como camino y como sensación) desde y a través de estar a gusto habitando la propia piel. Es decir, con lo que se hace, decide y emprende. 

En la encrucijada de la enfermedad, al límite de la vida y la muerte, muchos han vivido en sí mismos o en sus seres queridos una experiencia que les ha marcado profundamente, permitiéndoles una claridad como nunca en su vida: claridad sobre lo que desean y sobre lo que no desean. 

El golpe del trauma les ha permitido despertar del sueño en el que se encontraban –según el testimonio que algunos han compartido– reformulando y reinventando su manera de conducirse. Siendo uno de sus efectos el sentirse bien, no por cubrir la expectativa de una categoría políticamente correcta, rechazo del riesgo y apuestas del vivir, como lo son las nociones de “calidad de vida” o “nueva normalidad”. Sino como un efecto genuino y singular de estar viviendo por primera una existencia cualificada en primera persona, con un claro sentido, no porque se tengan todas las respuestas sobre la vida y la muerte o porque se crea estar inmunizado para el dolor, el miedo o el riesgo de vivir, ¡No! Sino porque se tiene la clara y no mentirosa experiencia de sentirse bien en la propia piel.  



« Camilo E. Ramírez »