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Opinión Editorial


Curiosidad creadora


Publicación:17-02-2021
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La curiosidad está estrechamente relacionada con nuestro deseo más fundamental, más genuino y certero

Cuando los caminos conocidos se han terminado o no llegan ya a ningún lado; cuando lo que se realiza es muy diferente a aquello que se deseaba realizar; cuando se siente que nada basta, que se ha dejado de hacer camino al andar y se vive dando círculos sin ton ni son, anclado en la repetición. Es señal —entre muchas otras cosas— de que hay que abrir otras brechas, inventar otros caminos. 

Quizás aún no se sabe con certeza a dónde se quiere llegar o cómo fue que de pronto el sentido y encanto se esfumaron (Tampoco sirve de mucho permanecer atorados en la nostalgia esperando a que aquello regrese, viviendo del recuerdo) Pero al menos se sabe que ya no se quiere permanecer en lo mismo. Podemos decir que se está en un proceso de transición de un punto A a un punto B, justo como les sucede a algunos deportistas que están intentando corregir un estilo de movimientos a partir de un automatismo ya instalado: quieren corregir la técnica, pero el viejo movimiento no ha desaparecido y el nuevo estilo no se ha desarrollado del todo, está work-in-progress. En esa coyuntura a menudo surge la experiencia de la angustia: sea por el hartazgo de lo que se quiere dejar, también por el miedo a lo nuevo, por el vértigo ante el peso de la libertad. Momento crucial donde muchos prefieren retornar al circuito pesado del sacrificio, con tal de que sea conocido y otorgue algo de estabilidad y seguridad en un mundo plagado de decisiones e incertidumbre, en lugar de asumir la irreductible libertad humana, con la cual todos nos confrontamos, el momento de decidir qué hacer con aquello que sucede.

La curiosidad está estrechamente relacionada con nuestro deseo más fundamental, más genuino y certero, no es algo que se elige sino algo que nos elige; no se tienen todas las certezas ni garantías, ya que es una apuesta que se hace a partir de algunas pistas parciales, pero nunca totales. 

Seguir las huellas a la curiosidad en el nuevo camino a inventar es mantener un compromiso, por puro gusto, con el propio deseo, deseo que nunca es del todo propio. La curiosidad se puede localizar en eso que escapa al intento educativo y domesticador de la escuela y las instituciones laborales, que se siembra y cosecha más bien en la innovación creativa y responsable de cada uno ante sus intereses y deseos por realizar. Que algunas escuelas y empresas lo saben reconocer e incentivar y otras no tanto. 

Responder a la curiosidad creativa implica hacer serie (tomar en serio, parafraseando a Jacques Lacan) en relación con aquello que nos interesa, no porque exista una razón suficientemente lógica y formal, sino por una inquietud que traspasa la dimensión de lo que se pueda decir y argumentar. ¡Sería una desgracia, algo muy triste, tener que dar cuenta de todo en la vida! ¿Dónde quedaría el lugar para la singularidad, la curiosidad y la invención, para lo imposible?

Gran parte del sufrimiento humano respecto al sin sentido de la vida, manifestado en estrés, angustia, ideas de muerte y depresión —ente otros— lo podemos explicar como efecto de vidas desconectadas del deseo fundamental que les habita, vidas que renunciaron en algún punto a la exploración de las sendas que les planteaban sus curiosidades. Vidas que al desconectarse (sea por no conocer o por no querer saber…) se topan de frente con la imposición insuficiente que hace la cultura a través de la familia, la escuela y el campo laboral. Sobre todo, aquellos que conciben su labor a través de la imposición de patrones rígidos de pensamiento y conducta, sin lugar para la curiosidad, la invención e innovación. Para ellos siempre existirá el camino desconcertante del sufrimiento, del síntoma que se instala y requiere ser leído —como lo realizamos en un psicoanálisis—para que algo más (y de más para cada uno) pueda finalmente surgir y realizarse. 



« Camilo E. Ramírez »