Opinión Editorial
Cien mil homicidios
Publicación:14-11-2021
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Han transcurrido casi tres años desde que inició el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Han transcurrido casi tres años desde que inició el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y los números que entrega en cuanto a inseguridad son verdaderamente preocupantes: más de 100,000 víctimas. Se trata de una estadística comparativamente superior en cantidad de muertes por homicidios dolosos durante el mismo período de los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña.
Respecto a estas 100,300 víctimas, la cantidad exacta son 99,569 homicidios dolosos y 2,800 feminicidios; desde que inició el sexenio el presidente ha intentado demostrar que estamos ya ante un punto de inflexión en las estadísticas, pero no lo ha logrado. Un punto de inflexión significa que la tendencia estadística se rompe e inicia otro comportamiento diferente de las tendencias en los procesos registrados. Lo que sí se ha estabilizado en los últimos meses ha sido la cantidad de muertos por homicidios dolosos, 95 diarios, en ocasiones cuando nos encontramos con masacres, especialmente los fines de semana, el registro aumenta arriba de 100 muertos por día.
Si le agregamos a estos 100,300, otros 291 mil por motivo del Covid-19, de acuerdo con el Inegi esta cantidad puede ser aún mayor, inclusive el doble, pero por lo pronto, tenemos cerca de 400,000, además de los desaparecidos, por lo que la cifra podría alcanzar pronto el medio millón de muertos.
Esta lamentable situación también nos ubica como uno de los países con mayor orfandad a nivel Latinoamérica, por lo que es de esperarse, especialmente en el tema del crimen organizado, donde la mayoría de las personas que mueren o desaparecen, son jóvenes, en edad productiva, entre los 30 y 40 años, generalmente a cargo de una familia, donde los hijos son muy pequeños aún.
Considerar la posibilidad de medio millón de muertos durante la mitad de un sexenio, es realmente un reinado donde la muerte tiene permiso, faltan sumar los muertos que sobrevengan a lo largo de los siguiente tres años, para llegar, podría ser, a una cantidad que doble la actual.
Ya conocemos el manejo del presidente López Obrador en materia de seguridad; pretende apoyarse en políticas a largo plazo que vayan a la raíz del problema, es así que ha implementado programas para atender a los jóvenes ofreciéndoles capacitación y empleo; sin embargo, el gobierno no posee una estrategia en materia de seguridad en lo inmediato ni a un corto plazo; los índices delictivos se han incrementado y existen zonas del territorio nacional controladas por los grupos criminales, el empoderamiento de estos grupos ha sido el resultado de esta falta de estrategia.
Las consideraciones éticas del presidente en torno al uso proporcional de la fuerza pública, el respeto irrestricto a los derechos humanos de los criminales, la evitación de los daños colaterales, el pacifismo como ideología política, la criminalización del ejército como fuerza represora, la orden de cero confrontación con los criminales, la utilización del poder del estado como fuerza de contención al estilo los cascos azules de la ONU, y la descalificación sistemática hacia las familias de las víctimas, así como a los grupos de feministas que protestan contra el feminicidio, acusándolos de ser orquestados desde la oposición, todo ello ha resultado en estos números tan severos de más de 100 mil muertos en tres años.
El presidente propuso a la Guardia Nacional, que finalmente se integró a los mandos del ejército, a este último lo ha saturado con muchas tareas administrativas: el tema de los puertos marítimos era necesario porque el control que ejercen allí los criminales era muy profundo; también les ha encomendado otras tareas administrativas, como el tren maya, el aeropuerto Santa Lucía y otras obras, sin embargo, la misión del ejército es preservar la seguridad nacional; además, el tema de los cárteles y los grupos criminales es principalmente del fuero federal, y nadie más que las fuerzas de seguridad federales pueden hacerles frente a nivel nacional.
El presidente ha señalado que no piensa mancharse las manos de sangre, sobre esta premisa ha organizado su estrategia de no confrontación. Como persona es difícil asumir una responsabilidad que implica la muerte de decenas de jóvenes soldados mexicanos al enfrentar a los criminales, y también las muertes colaterales que terminan con vidas inocentes en enfrentamientos y fuego cruzado, así como los ataques a la población civil que los criminales utilizan como rehén ante un conflicto con la autoridad.
Tampoco quiere mancharse las manos de sangre de los criminales, porque enfrentarlos implica exigirles su rendición, si no es así habrá un uso justificado de la fuerza por parte de la autoridad federal hacia los civiles armados, y en estos enfrentamientos, la relación de mortalidad es de 10 a 1; esto quiere decir, diez criminales muertos y, también un soldado mexicano fallecido. Esto no es parte del uso desproporcionado de la fuerza, como lo señaló el presidente para tratar de justificar su inacción contra los criminales, esto es el resultado de un entrenamiento y una disciplina superior por parte de las fuerzas armadas mexicanas y, además, de su experiencia combatiendo grupos criminales por más de una década.
No se puede combatir la violencia con más violencia, ha sido uno de los argumentos del presidente; a principios del siglo XX Morihei Ueshiba, el fundador del arte de la paz, el Aikido, después de ser un soldado japonés y participar en diferentes guerras, así como ser descendiente de familias samurái, llegó a construir un sistema de defensa personal despojado de toda violencia.
Las tradiciones del Bushido, el arte del guerrero, aunado a la herencia samurái, el dayto ryu y el aiki jujutsu, entre otras técnicas, dieron pie a esta innovación moderna en las artes marciales, en donde no existe ningún movimiento de ataque, solamente se trata de defenderse una y otra vez, sin causar daño permanente al agresor, controlándolo a través de técnicas que infligen dolor temporal para forzar el sometimiento.
Tanto el judo como el aikido, son dos artes marciales que parten de la idea de someter sin violencia, sin golpear y sin dañar permanentemente. Tanto Kano como Ueshiba fueron expertos en el arte de combatir la violencia; el presidente desconoce estos principios y sistemas, y recurre a un político, a Gandhi para enfrentar a un agresor. El sistema de Gandhi era tipo faquir, basado en el dolor propio y la autohumillación como forma personal y social de la no violencia.
El pacifista no es un masoquista; no se puede combatir la violencia con más violencia, es cierto, pero un aikidoka sabe que debe desviar la energía del agresor, desequilibrarlo, derribarlo y someterlo con una llave dolorosa, especialmente en alguna articulación (muñecas, codos, hombros, rodillas, tobillos), entre otras técnicas.
Lo que vemos en México con el gobierno federal actual, es que el guardia nacional, el soldado y el marino, tienen que humillarse ante los delincuentes, dejarlos hacer lo que quieran, en lugar de confrontarlos, someterlos y ponerlos a disposición de las autoridades civiles. Observamos a un presidente que rehúsa hacerle frente a los criminales, los protege y los empodera con esta actitud de laissez faire y, con ello, resulta imposible que pueda controlarlos y someterlos, romper con el ciclo de impunidad, brindar justicia y seguridad a las comunidades que están atemorizadas y hartas de tanta violencia y victimización.
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