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Opinión Editorial


Mi Matamoros querido


Publicación:13-03-2023
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Los lamentables hechos ocurridos en Matamoros, Tamaulipas, a lo largo de los últimos diez días.

Los lamentables hechos ocurridos en Matamoros, Tamaulipas, a lo largo de los últimos diez días, reflejan a nivel micro, cómo un cártel puede apoderarse de una ciudad como su territorio de operaciones, y controlarla a su antojo, más que lo hacen los gobiernos local, estatal o  federal.  Es un claro ejemplo de qué ocurre cuando se deja crecer un problema bajo el esquema de “laissez faire”, que significa “dejar hacer”, es decir, que a los actores con poder fáctico se les permita imponer sus condiciones más allá de toda institucionalidad o marco de derecho.

Desafortunadamente en Matamoros, así como en Reynosa, Laredo y otras ciudades fronterizas de Tamaulipas, el crimen organizado manda ya desde tiempo ha. No es una novedad que la red de influencia de la mafia del Cártel del Golfo principalmente, en disputa con otros grupos delictivos, han penetrado el tejido social establecido así un gobierno de facto.

Los gobernadores, alcaldes, y legisladores, desde hace tiempo que han doblado las manos y se limitan, en el menos peor de los casos, permitiendo que los mafiosos hagan lo que quieran con la sociedad; en otros escenarios, apoyan a alguna facción o grupo criminal, colaboran y reciben dinero para los fines que así consideren, ya sean electorales, políticos o personales.

Tras las rejas se encuentran  actualmente Tomás Yarrington, que gobernó ese  estado de 1999 al 2004, en una prisión texana, acusado de lavado de dinero por narcotráfico.  Otro gobernador que también está preso en México, es Eugenio Hernández, que estuvo en el poder del 2005 al 2010, se le acusa por parte del gobierno texano de lavar dinero por 30 millones de dólares; de diferentes partidos, los últimos cinco gobernadores tamaulipecos están involucrados en actividades sospechosas de apoyo al crimen organizado.

La esperanza que representó el gobierno de López Obrador, terminó por destruir la ilusión de contar con un gobierno que pudiera enfrentar a los criminales desde una sana distancia con respecto al cohecho y la corrupción. El exgobernador panista,  Cabeza de Vaca, también tiene acusaciones pendientes ante la justicia, por otro lado, se sabe que desde la más alta dirigencia del partido de Morena, han interactuado con grandes lavadores de dinero, como el caso de Sergio Carmona Angulo, tamaulipeco asesinado en una barbería de San Pedro Garza García, y que se dedicaba a financiar campañas políticas, especialmente se sospecha de estar ligado con Mario Delgado y la campaña del actual gobernador morenista de ese estado, Américo Villareal.

Con lo anterior, vemos que ni Tamaulipas ni México han tocado fondo en cuestión de la violencia de los grupos del crimen organizado. A raíz de lo que ocurrió con los ciudadanos norteamericanos que cruzaron, el pasado viernes 3 de marzo, el puente fronterizo entre Brownsville y Matamoros, para una cuestión médica, se refleja la inseguridad para todos y todas las ciudadanos, sin importar nacionalidad, y el control férreo que tienen estas organizaciones criminales, que vigilan y manipulan todo.

Como universitario que fui laboralmente hablando, porque en mi corazón sigo siendo orgullosamente UANL, creamos buenas amistades con colegas tamaulipecos, en la Normal Superior llevamos a cabo un trabajo de extensión académica de la Escuela de Graduados hacia la Normal Superior de Victoria, Tamaulipas, así como otros vínculos profesionales con universidades locales y otras instituciones públicas.

De primera fuente nuestros amigos y amigas nos contaban cómo la mafia se había apropiado de esos espacios institucionales desde hace más de 30 años. Desde la década de los noventa del siglo pasado el Cártel del Golfo controlaba la Universidad, los hospitales y otras instituciones públicas, donde definían quién y qué grupos políticos gobernarían esos espacios, apoyando las campañas y estableciendo mecanimsos de flujo de dinero para mantener una cooptación total de los directivos.

El fin semana del pasado 3, 4 y 5 de marzo, cuando los ciudadanos Latavia McGee, Shaeed Woodard, Zindel Brown y Eric James Williams, fueron secuestrados y los videos circularon fuertemente en las redes, el gobernador actual tamaulipeco se la pasó realizando senderismo en el Cerro del Bernal; reaccionó al hecho hasta que “su jefe”, el presidente López Obrador se lo exigió; el caso se volvió un problema diplomático donde fue necesaria la intervención  del FBI, con esta magnitud internacional las autoridades federales también se implicaron, considerando además que el embajador norteamericano, Ken Salazar, personalmente insistió al presidente mexicano que se atendiera la investigación.

Primero, el Cártel involucrado, decidió entregar a los perpetradores del asesinato de los ciudadanos norteamericanos y también de una ciudadana mexicana que literalmente, pasaba por el lugar de manera accidental, a que las autoridades mexicanas resolvieran el caso. Fue necesario la presión del gobierno norteamericano para que el gobierno mexicano tomara cartas en el asunto.

No sé qué piense mi querido lector  y querida  lectora, pero cuando escribo estas líneas y constato que el estado mexicano no protege a sus ciudadanos, en un tema tan básico como la seguridad, que es omiso hacia su responsabilidad institucional, que cuenta con recursos legales y operativos para hacer frente a los malos mexicanos que actúan en contra de la sociedad, pero que no los aplica y deja hacer y crecer a estos criminales; eso realmente, atenta contra mi salud, porque el médico internista me ha insistido “que no haga corajes”.

Eso voy a intentar, así que trataré de pensar en lo bello y lo bueno que ha tenido y que tiene Matamoros para el mundo, para ello traigo los gratos recuerdos que me compartieron mis amigos y amigas matamorenses que nacieron y viven allá, que recorrieron sus calles desde pequeños, que allí estudiaron y se enamoraron, formaron sus familias y viven siempre con la esperanza de que la mafia desparezca tarde o temprano.

Seguramente aquel himno del Costa Azul y Rigo Tovar, seguirá sonando como parte de la recuperación de la memoria de la Ciudad, con el inolvidable “Allá por el rio Grande hay un pueblito chiquito. A orillas del rio Bravo hay una linda región, con un pueblito que llevo muy dentro del corazón”.  Matamoros tiene que redimirse de tanto dolor y violencia; siento tristeza por las víctimas norteamericanas de estos acontecimientos y de sus familias, quiero también destacar a Areli Pablo Servando, la joven trabajadora y madre de familia, de tan solo 33 años, que murió inocentemente por una bala perdida en este hecho violento.

Seguramente su hija y sus futuros nietos que no alcanzó a conocer, seguirán cantando parte de ese himno matamorense de esperanza: “Si nací sobre tus suelos, si me crie sobre tus playas…”




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