Opinión Editorial
Vidas pasadas
Publicación:11-04-2024
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¿Será realmente cierto que lo que no ha pasado, no ha existido? Sospecho que no, aunque no tengo "pruebas materiales" para probar mi punto
Hace unos días, durante un largo, nocturno e insomne viaje aéreo (cuando padecemos esa especie de suspensión espacial que nos hace gravitar de manera distinta), vi la película Vidas pasadas de Celine Song. Soberbia realización cinematográfica sobre ese reino de lo posible que nos acompaña por el tránsito de la realidad. ¿Qué hubiera pasado si...? Nuestras vidas presentes se han definido por las elecciones que hemos tomado, y cada una de ellas ha implicado el rechazo de otra o de varias rutas posibles. La trama es en apariencia simple: Nora y Hae Sung fueron compañeros de escuela y amigos durante la infancia en Seúl. El destino los separó: ella emigró a Canadá y él se quedó en Corea. 24 años después se reencuentran. No tengo qué decir mucho más. No pretendo, tampoco, hacer una reseña de la película; la tomo como punto de partida. Si debo apuntar, sin embargo, que Greta Lee realiza una actuación estupenda como Nora. Su personaje aspira a la literatura, y esa vocación, lo sabemos bien, conlleva el alejamiento de los rituales cotidianos, entre ellos el de cumplir las expectativas de los demás.
La infancia no sólo nos define de alguna manera, sino que permanece en estado latente, es un mapa de caminos que no se recorrieron. Las redes sociales nos permiten reencontrarnos ahora, de manera virtual, con las personas que habitaron junto a nosotros ese pasado. Pero ya no somos los mismos. No obstante, se despliega el manto de la fantasía y con la imaginación comenzamos a recorrer esos senderos. Me llama la atención la poca importancia que se otorga al "universo subjuntivo". Me refiero, por supuesto, al modo gramatical, pero también a algo más: ese repertorio de suposiciones, afirmaciones hipotéticas, frases inciertas, deseos (expresados o no), posibilidades y sueños. No tengo que añadir aquí que la literatura habita ese universo, ni que el mismo Aristóteles definió a la poesía como el "registro" de lo que podría haber pasado (en contraposición con la historia, la cual daba y da cuenta de lo que ha pasado "de manera objetiva").
¿Será realmente cierto que lo que no ha pasado, no ha existido? Sospecho que no, aunque no tengo "pruebas materiales" para probar mi punto, solamente poseo un largo repertorio de fantasmas y lugares inciertos que no aparecen en los mapas. En muchos de mis recuerdos se entremezclan las experiencias vividas con las páginas leídas. Alguien, seguramente un escritor, dijo alguna vez que no había tenido biografía, sino bibliografía. Y creo que todos tenemos una mezcla de ambas: de lo que vivimos y de lo que imaginamos a través de la contemplación, la escucha y la lectura.
Tal vez la fuerza de ese universo subjuntivo radica en la imposibilidad de su concreción: todo deseo realizado pierde inmediatamente su energía, eso lo sabemos bien. La imaginación suele sucumbir ante el peso de lo cotidiano y la idealización se derrumba en la intimidad. Estamos ante un laberinto circular. Las vidas pasadas (imaginadas, soñadas), sin embargo, nos ayudan a humanizarnos y a experimentar otras formas posibles de existencia. Daré, para concluir, un ejemplo. En una noche del verano de 1797, el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge, retirado de la ciudad, había tomado un narcótico mientras leía un pasaje del historiador Samuel Purchas sobre el imperio del gran Kan y sus palacios. Pronto cayó dormido y comenzó a soñar el poema perfecto, con imágenes y palabras precisas. Al despertar, tomó papel y lápiz y comenzó a transcribir el poema soñado, pero fue interrumpido por un mensajero que le llevaba noticias vacuas. Al regresar al escritorio el poema se había desvanecido, sólo había logrado transcribir 57 versos (ese fragmento se publicó, a instancias de Lord Byron, en 1816 con el título de "Kubla Khan"). ¿Qué hubiera pasado si el mensajero se hubiera retasado un par de horas?
« Víctor Barrera Enderle »