Opinión Editorial
Cocina y Semana Santa
Publicación:17-04-2023
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Si hay algo en lo que puedo declararme ignorante total es en el tema del arte culinario.
Si hay algo en lo que puedo declararme ignorante total es en el tema del arte culinario. Esto se debe a mi falta de experiencia en ese campo así como al rol de género tradicional con el que crecí, aunque este último no sean tan determinante, considerando que hay muchos varones adultos de mi edad que saben cocinar, inclusive que son expertos en el arte. Al respecto recuerdo a mi hermano mayor Héctor, que en vida fue policía y un excelente chef.
Durante mis 33 años de vida laboral ininterrumpida, aunque he de considerar que fueron 40 porque empecé a trabajar desde antes, formalmente desde que terminé la secundaria, es decir, cuando tenía 16 años, como cargador en la compañía General Electric que estaba ubicada por la Avenida Eugenio Garza Sada, al sur de la ciudad. Durante ese extenso período de vida estudiaba y trabajaba de manera simultánea, en otros momentos estudiaba y trabajaba doble turno, en un momento llegué a trabajar hasta triple turno.
Un frenesí laboral como éste, representaba, sin lugar a dudas, un estilo de vida poco saludable: comía donde podía, a la hora que fuera, el tipo de alimentos que estuvieran a la mano o fueran menos costosos y que no requerían un extenso tiempo para su preparación y consumo; aún no se comercializaba el concepto de comida rápida, pero el tiempo que disponía para comer, era muy limitado así que tenía que ser un proceso rápido.
Desde pequeño que iba a la escuela, mis papás se esmeraban mucho en llevarme lonche durante el "recreo". Recuerdo con cariño y gratitud que mi mamá dedicaba la parte inicial de la mañana para conseguir unos "huevitos" de las gallinas que tenía, para prepararme además unas gorditas de sal y enviarme así unos taquitos de harina con huevo y un poco de chile. Mi papá esperaba a que estuvieran listos para poder llevarlos al patio de la escuela, que no estaba, afortunadamente, lejos de la casa donde vivíamos allá en San Agustín de los Arroyos.
Después de que cambiamos de residencia a la Ciudad de Monterrey, tenía que salir temprano a trabajar como cargador en la General Electric como mencioné, y luego síguele, a estudiar la prepa nocturna. Mi mamá fiel a su espíritu de servicio materno seguía enviándome el lonche, pero al atardecer tenía que comprar afuera de la prepa, porque, como dice un corrido norteño de los Montañeses del Álamo: "ya me andaba de hambre".
Pasó el tiempo y seguí trabajando sin parar, comiendo donde podía, lo que me llevó, junto con el estrés y el sedentarismo a desarrollar un problema médico de colesterol e hipertensión, hasta que con el paso del tiempo culminó en un par de infartos ante los cuales fue necesario llevar una cirugía de corazón abierto.
Desde entonces el cuidado de la dieta ha sido fundamental, especialmente ya jubilado ha sido más fácil apegarme a ella, aunque he de reconocer que mi estilo laboral donde frecuentaba un restaurant y otro, me dejó una importante preferencia y me sigue gustando el comer fuera de casa. Más que los alimentos, probablemente la naturaleza de esta impronta sea social, considerando que nunca comía solo, siempre lo hacía acompañado; esto implicaba un acto social e inclusive poseía una dimensión política porque eran motivo de encuentros de esta naturaleza.
Un desayuno o una comida se realizaban en la mayoría de los casos con personajes o amistades políticas. Cómo no recordar los almuerzos dominicales con Humberto Ramos Lozano, en donde a pesar de su edad, porque el honorable maestro era como de la generación de mi papá, comía barbacoa con tortillas de harina y también menudo rojo como si nada, que acompañaba con una gran conversación.
Ahora mi dieta casera es muy estricta y mucho más saludable, lo único que hago y que debería estar exento de ello, es incluir un refresco light de manera obligada, pero qué puedo hacer si no me agrada degustar con agua, aunque vaya acompañada con sabor a frutas.
Hace poco acudió a comer conmigo la figlia Carolina, al interactuar en la cocina se percató que desconocía yo dónde se encontraba el cajón de las cucharas. Se sorprendió mucho y no podía creerlo, fue así que descubrió mi ignorancia total en temas de cocina. Luego alegó, con razón, que era necesario que aprendiera, cuando menos, a prepararme un par de huevos estrellados por cuenta propia.
Mis lecciones de cocina durante este período de Semana Santa iniciaron. Al observar la figlia Carolina que realizaba muy limitados avances y que mi motivación menguaba, decidió apoyarse en el uso de las plataformas tecnológicas, me sugirió (es un eufemismo) que viera varios canales de YouTube especializados en la enseñanza del tema, y así lo hice.
Durante más de 15 días estuve sintonizando los canales que me recomendó: Vicky Receta Fácil, Jauja Cocina Mexicana y De Mi Rancho a tu Cocina. Las youtubers se convirtieron en maestras de cocina de este humilde aprendiz culinario.
Tengo que reconocer que mis avances fueron extremadamente limitados, aun así me esforcé lo más que pude y anoté las recetas, también fui con la figlia Carolina al supermercado, para comprar los ingredientes que se requerían para poder aplicar el conocimiento tan exacto en las cantidades especificadas para los platillos. Me percaté que la cocina implica una combinación precisa de los ingredientes, como si fuera un experimento de una clase de química en secundaria; así asocié en mi percepción a las youtubers chefs, como profesoras de esta asignatura en el laboratorio de la escuela.
De mis nuevas instructoras de cocina, entendí muy bien las explicaciones de Vicky Receta Fácil, me entretenía Jauja Cocina Mexicana cuando al final de la preparación del platillo, aparecía repentinamente el esposo de la youtuber para probarlo y darle el visto bueno; y doña Ángela De Mi Rancho a tu Cocina, me recordó a mi mamá y las mujeres que cocinaban en San Agustín de los Arroyos, utilizando cocinas rústicas y alimentos del huerto familiar, como lo vi y me tocó vivirlo.
Afortunadamente la figlia Carolina pronto regresará a sus actividades académicas en la Universidad y se olvidará un poco de mi compromiso y desempeño como estudiante culinario, porque realmente me estaba empezando a sentir un poco presionado con mi pobre rendimiento, el cual era evidente cada vez que intentaba poner un pie en la cocina.
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