banner edicion impresa

Opinión Editorial


Viajar a Laredo


Publicación:07-11-2022
version androidversion iphone

++--

La carretera Monterrey-Nuevo Laredo es de alto riesgo, lo sabemos, tomó mayor auge durante los años 2020 y 2021.

La carretera Monterrey-Nuevo Laredo es de alto riesgo, lo sabemos, tomó mayor auge durante los años 2020 y 2021, donde han desaparecido más de 200 personas, viajeros que transitaban esa carretera, especialmente cerca de la garita del Kilómetro 26. Desde entonces esta vía terrestre se ganó el nada honroso mote de la Carretera del Terror.

Con motivo de esta cantidad tan grande de desapariciones, se formó un colectivo en Monterrey llamado Todos Somos Uno, que aglutina a los familiares de las víctimas desparecidas y que se esfuerzan por obtener alguna respuesta favorable de las autoridades de ambos estados, lo cual, como sabemos, no ha sido el caso. Iniciaron con una página en Facebook denominada “Todos somos uno buscando desaparecidos en Nuevo Laredo, Tamaulipas”, con el propósito de conjuntar esfuerzos y crear una red de apoyo social para enfrentar los riesgos que la búsqueda de familiares desaparecidos implica.

En un inicio las autoridades no les daban respuesta, como decimos coloquialmente, no les hacían caso, hasta que fue víctima de desaparición una familia texana, entonces sí intervino el gobierno norteamericano y las autoridades mexicanas tuvieron que ponerse a trabajar, o al menos aparentarlo.

Sabemos que solamente organizados podrán hacer valer su voz y presionar a las ineptas autoridades federales, estatales y municipales, que se hacen de oídos sordos, ante el clamor de los familiares de las personas desaparecidas. Hace tiempo, el sobrino Maurito, un joven neolaredense, fue detenido por la policía municipal, nunca más se supo de él; su hermana Chepina, se acercó con las autoridades ministeriales a interponer la denuncia, pero le recomendaron que no lo hiciera, y si podía, que huyeran del país para el Otro lado. Eso fue lo que hicieron y desde hace años radican en Laredo, Texas.

El golpe emocional de una desaparición es muy duro, aunque estos hechos que comento ocurrieron hace más de una década, la herida no cierra y nuestros familiares saben que el sobrino Maurito no sobrevivió, sin embargo, su mamá, la cuñada Rosalinda, ella lo sigue teniendo presente con la esperanza de que esté aún con vida. Así que el duelo ha sido largo y no tiene un motivo real para cerrar su ciclo, porque la esperanza sigue viva aunque sea mínima.

En este caso en particular todo ocurrió, según entendemos, por viejas rencillas que existían entre vecinos, donde el sobrino Maurito defendió de bullying a sus hermanos menores; el bully resultó ser el hermano de un personaje que había ascendido en el mundo del crimen organizado. Envalentonado por esta jerarquía criminal consiguió la anuencia de los jefes para que la policía municipal, que estaba al servicio de ese grupo delictivo, lo desapareciera de manera forzada. Cuando el sobrino Maurito se percató que habían llegado a su domicilio buscándolo, observó que habían subido a las granaderas a sus dos hermanos menores, logró negociar con los policías la liberación, les explicó que a quien buscaban era a él y no a ellos. La policía estuvo de acuerdo y los liberó pero se llevó a Maurito, desde entonces nunca más se volvió a saber de su paradero.

La familia temió lo peor, considerando que todos estaban en peligro, así que vendieron la casa y se fueron a vivir al Otro lado; en aquel momento no había una respuesta establecida de la sociedad civil, no existían estos grupos de familiares de desaparecidos, la gente estaba igual de indefensa pero menos organizada socialmente.

Los años han pasado y la familia de Maurito ha prosperado en Laredo, Texas. Trabajan para una agencia aduanal y van y vienen de un lado de la frontera al otro. Aun así tienen temor, en algún momento se encontraron por casualidad, en el Mall, con los presuntos hermanos responsables de la desaparición, esto ocurrió en el lado norteamericano, y prefirieron alejarse en lugar de confrontarlos, sabían que se expondrían a mayores riesgos, especialmente cuando cruzaran al lado mexicano.

La familia ha hecho su vida de Aquel lado, la sobrina Chepina ha logrado prosperar como gerente de la compañía y su calidad de vida ha mejorado enormemente de cuando vivían de Este lado; de Nuevo Laredo sólo les quedan tristes recuerdos, pero han logrado reconstruir su vida cruzando el río Bravo.

Esta semana, después de mucha insistencia por parte de mi querida esposa María Luisa, decidimos asistir a la boda de la sobrina Chepina, para ello decidimos viajar de día, tal como recomiendan las autoridades, y en un vehículo de bajo perfil, el Aveo Chevrolet fabricado en China (bueno fuera que China, Nuevo León, ¡no! ¡Está ensamblado en China, China… allá por el continente asiático!).

Tamaulipas está boletinado por el gobierno norteamericano como un lugar de riesgo cuatro, es decir, muy alto, realmente hay que pensar dos veces para tomar la decisión de viajar o no; en el caso nuestro, el compromiso familiar era muy importante, así que decidimos asumir la inseguridad propia de esta determinación. Durante el trayecto tratamos de mantenernos en contacto con mi figlio Arturo y los nitos Arturito y Carolina, eso nos reconfortaba un poco. No puedo negar que sentí nostalgia al recorrer la cuesta de Mamulique, luego pasar por Sabinas, Hidalgo, de la que tengo gratos recuerdos de juventud y, por supuesto, la Carretera federal 85 hasta llegar a la garita del Kilómetro 26. Se trata de un camino que anduvimos durante años de manera muy frecuente, a veces cada fin de semana, sin mayores contratiempos, y hoy tenemos miedo de recorrer un lugar que conocemos casi a la perfección.

Alguien me comentó que por qué no tomaba un avión y aterrizaba directamente en el aeropuerto internacional de Laredo, Texas; tengo que confesar al amable lector y lectora, que sí estuve tentado pero se trata de aviones muy chicos, y francamente me dio más preocupación subirme a un jet pequeñito que recorrer la ya conocida y peligrosa carretera Monterrey-Nuevo Laredo.

Hoy estoy en el hotel Hilton Embassy Suites esperando a que mi querida esposa, María Luisa, termine de comprar el vestido que llevará durante la ceremonia nupcial a la que asistiremos, el lugar donde nos hospedamos corrió por cuenta de mi sobrina Chepina, y es uno que no conocíamos, al parecer es de reciente creación y muy lujoso. Más tarde acudiremos a La Hacienda Reception, donde se espera una ceremonia de gran distinción social.

Mañana temprano, cuando el estimado lector o lectora esté leyendo amablemente esta nota editorial y degustando un delicioso café mañanero, seguramente estaremos corriendo en el Aveo de regreso hacia Monterrey, imagino que muy cerca de la garita del siniestro Kilómetro 26, donde se han registrado gran parte de las desapariciones. Espero que transitemos sin contratiempos, aunque ahora que lo recuerdo, cuando veníamos para acá no observamos ninguna patrulla, ni ningún tipo de vigilancia a lo largo de la carretera. No sé si eso es bueno o malo. Lo que sí sé es que espero poder estar el próximo domingo 13 en Monterrey, sentado frente a mi laptop, escribiendo mi siguiente artículo para El Porvenir. Si el amable lector o lectora no llega a identificar mi columna el próximo lunes 14, recuerde inmediatamente que de manera muy reciente nos tocó viajar por la carretera Nuevo Laredo-Monterrey, y ese recorrido es una aventura de alto riesgo, un volado de vida o desaparición.




« El Porvenir »