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Opinión Editorial


Sin novedad en el frente…


Publicación:20-04-2022
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Remarque afirmó en más de una ocasión que había escrito Sin novedad en el frente para denunciar la sinrazón de la guerra

Desde hace días pienso en esa vieja novela de E. M. Remarque. ¿Qué nos hace recordar de pronto antiguas lecturas?  ¿Existe alguna detonación interior e inconsciente? ¿O son sólo factores externos?  Podría apostar por la segunda opción y decir que el ambiente bélico en que vivimos gatilló el recuerdo, pero no estoy tan seguro. El caso es que busqué entre mis libreros y encontré ese viejo ejemplar de 1930 (de la Editorial España, y con el sello de la desaparecida “Librería Central”: el más importante local librero en mi ciudad al despuntar el siglo XX). ¿Quién sería el comprador de este libro en 1930? ¿Qué pensaría tras su lectura? Ya habían pasado la Primera Guerra Mundial y la Revolución Mexicana, además de la pandemia de la  gripe española. Circulaba también la obra magna de Mariano Azuela: Los de abajo. Las huellas de la violencia y  la narrativa de tema bélico no eran, pues,  una novedad. Pero tal vez la acentuación del desencanto ante la idealización del mundo sí representaba algo inusual. Paul Bäumer, el joven narrador de la novela, se había alistado en el ejército alemán alentado por los discursos de los mayores (padres, maestros y políticos) y su exaltación del Estado-nación; las escaramuzas iniciales en el frente le abrieron los ojos: “Las primeras descargas nos revelaron nuestro error, y al darnos cuenta de él, se derrumbó el concepto del mundo que de ellos habíamos aprendido”.

 El contraste entre la teoría y la práctica; entre las enseñanzas  y prédicas de escuelas y templos, y el pragmatismo que impera en el exterior; todos estos opuestos  nutren las páginas de Sin novedad en el frente. Escrita en primera persona y en tiempo presente, la novela posee el dinamismo de una narrativa visual y sonora: las luces y las sombras, los estallidos y estruendos campean en cada párrafo. Al releer ciertos pasajes pensé inmediatamente en la película 1917 de Sam Mendes y su impresionante plano secuencia (obra de la fotografía magistral de Roger Deakins). La prosa de Remarque nos hace saltar al interior de las trincheras, escapar de las esquirlas de las granadas, sortear los alambres de púas y contener la respiración ante los ataques con gas mostaza. Su mirada es la lente que nos permite ver el exterior, cuando se coloca la máscara antigás el universo se reduce a su empañado  campo visual: “Nos invade lentamente una luz gris. Sopla el viento por el cementerio. Me arrastro por la orilla del embudo. Un turbio amanecer me hace ver una pierna arrancada: la bota está completamente intacta. Todo esto lo veo en un instante”.  Con los pulmones sobrecargados por la respiración del mismo aire viciado de la mascarilla, Bäumer trata de enfocar mejor:  “Pero alguien se levanta ahora, un poco más allá. Me limpio las ventanillas; de nuevo se me empañan por la emoción; miro atentamente hacia allí… El hombre ya no lleva mascarilla”.

El realismo descarnado como estrategia pacifista. Remarque afirmó en más de una ocasión que había escrito Sin novedad en el frente para denunciar la sinrazón de la guerra:  en sus páginas, sin embargo, no encontramos ningún pregón pacifista, sólo testimonios vitales.  Remarque había sido reclutado en 1916 y enviado al Frente Occidental en Flandes. No hubo necesidad de inventar nada: sólo contar lo que vivió y experimentó en las trincheras. Entre más estrecha fuera la narrativa mayor impacto causaría. No se equivocó. En 1933, apenas cuatro años después de su publicación, la novela fue censurada por el régimen nazi y utilizada como combustible para alimentar las grandes piras que devoraban montañas de libros prohibidos por el "Führer”. ¡Cuánto de testimonio, cuánto de profético había en Sin novedad en el frente! Tal vez por eso me sigo preguntando por la impresión de ese primer lector de mi ejemplar de la novela: ¿qué le habrá parecido tras cerrar la última página? Me lo imagino (sin rostro definido) mirando por la ventana de su casa hacia una ciudad que comenzaba su propio camino rumbo una disparatada modernidad.



« Víctor Barrera Enderle »