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Opinión Editorial


Monterrey sin agua


Publicación:28-03-2022
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De las tres presas que poseemos en Nuevo León, dos están a días de que se sequen totalmente.

De las tres presas que poseemos en Nuevo León, dos  están a días de que se sequen totalmente (la de La Boca y Cerro Prieto), la que más promete es la más grande de ellas, la de El Cuchillo. Seguramente ésta nos permitirá llegar hasta la temporada de huracanes (junio-agosto), con la confianza de que, al menos,  uno de ellos nos alcance con sus remanentes de agua, y que finalmente pueda haber una interrupción del período de sequía que estamos viviendo.

Sabemos que nuestra geografía semiárida nos plantea estos dilemas desde hace tiempo, y hemos tenido  éxito en hacer frente a esta adversidad, sin embargo, hoy en día, nuestra ciudad es la segunda más poblada de México, así que un recurso escaso como el hídrico, emerge rápidamente como una crisis cuya magnitud aún desconocemos.

Como toda situación crítica, ésta posee sus antecedentes; cuando los analizamos llegamos a una conclusión que realmente nos genera contrariedad; el problema del agua es añejo como ya se mencionó, pero desde hace más de tres lustros que se vaticinó que si no se tomaban medidas preventivas adecuadas, la ciudad se quedaría sin agua, y eso es lo que estamos viviendo.

Entonces, ¿qué ocurrió durante esos tres lustros? Los políticos responsables de implementar las soluciones adecuadas, simplemente fueron irresponsables en sus acciones; desde entonces la Comisión Nacional del Agua, brindó a Nuevo León la concesión  para importar agua del río Pánuco. Lo único que había que hacer era construir los ductos que trasladarían el vital líquido hasta Nuevo León, especialmente a  Monterrey y su área metropolitana.

Para ello la administración de Medina de la Cruz, diseñó el  Plan Hídrico Monterrey VI que lograría este objetivo, el problema fue que se planteó bajo un esquema  financiero opaco que brindaba beneficios económicos a la constructora favorita del gobierno federal del expresidente Peña Nieto. Todo esto fue cuestionado en su momento, y finalmente el Gobierno del Bronco suspendió definitivamente el proyecto, e intentó compensarlo con la construcción de la presa Libertad, que obviamente no logró concluir.

Según el actual gobernador de Nuevo León, el área estatal encargada de administrar y resolver los problemas del agua, especialmente la prevención del vital líquido, en lugar de hacer su trabajo en el sexenio pasado del Bronco, se dedicó a extraer dinero vía corrupción y dispendio, generando un desfalco de la paraestatal.

Esperemos que se haga justicia y que el gobernador logre su promesa de meter a la cárcel a este grupo de pillos que saquearon nuestro estado y que hicieron que un problema del agua, se convirtiera en  la crisis del agua.

Depender de la temporada de huracanes es incierto, sin embargo,  así ha sido durante las últimas décadas; la tragedia de otros, especialmente quienes viven cerca del mar se vuelve, de manera involuntaria,  en la respuesta que necesitamos para que  los ríos logren rebosarse de grandes corrientes de agua que finalmente sean capturadas por nuestras presas.

Otro problema ambiental que poseemos además del agua, es el del aire, que no se ha resuelto, el gobierno actual ha implementado un impuesto verde para castigar a las empresas que nos envenenan, pero definitivamente se tiene que obrar contra la refinería de Cadereyta, que nos envía gran parte de la contaminación al área urbana de Monterrey, además de que nos provee de combustibles (gasolina) de muy baja calidad, lo que genera mayor contaminación y polución.

Vamos a ser optimistas y considerar que al menos un huracán nos alcanza, brindando el beneficio de sus lluvias abundantes  y que al menos, por este año, logramos resolver el problema de la escasez de agua; sin embargo, la ciudad ya está marcada por dos factores que afectan la calidad de vida de los ciudadanos, si agregamos el tema de la inseguridad, Monterrey se vuelve vulnerable a  una evaluación cada vez más conservadora sobre su carácter ideal para vivir.

Si somos pesimistas y consideramos que ningún  huracán nos permitirá beneficiarnos ampliamente con sus lluvias este año, entonces sí que estaríamos en mayores problemas, la presa del Cuchillo podría llegar a presentar una incapacidad para dotarnos del líquido necesario para sobrevivir.

El actual gobierno está apostando a perforar más pozos profundos y someros para extraer agua del subsuelo; parece ser que  esto sí está funcionando, pero realmente desconocemos qué tan grandes son los mantos acuíferos subterráneos. No sabemos si es un mito o realidad el contar con una reserva mayúscula debajo de nuestro pies, y que se trate de una benéfica y abundante agua cristalina y pura que nos permitirá sortear esta crisis hasta que las lluvias vuelvan.

Tenemos confianza en que los fundadores de estas tierras, especialmente de Monterrey, fueron colonos visionarios que se asentaron en un lugar donde hay unos impresionantes manantiales de agua, y  apostaron a que nunca se secarían,  que sus descendientes podrían hacer su vida, por generaciones y generaciones,  en este inhóspito lugar bajo el amparo de esos ojos de agua de Santa Lucía, tal como los llamaron.

Para los que no tienen confianza,  Monterrey está en la cuerda floja y, probablemente muchos prefieran abandonar la ciudad al considerar que permanecer en ella no es viable, además de los riesgos que implica para la salud su baja calidad de aire. Esto también podría generar que haya menos inversión productiva e inmobiliaria, lo que generaría una situación muy adversa para la prosperidad y el futuro de nuestra ciudad.

Debido al pánico que esta situación ha  generado en la población,  mi hijo Arturo instaló un tinaco en su casa; al platicar sobre el tema con mi nieta Carolina, que estudia canto y música en la Universidad, ella me respondió que debería hacer yo oración para que la lluvia regrese a nuestra ciudad. “¿Pero, cómo- le dije- sí soy ateo?”. “¡No importa-me respondió- canta conmigo este coro litúrgico: Opei, Dómine, caelum núbibus, et para terrae pluviam…!”.

Me impresionó su bella voz soprana y su capacidad de aprender y cantar en otros idiomas, la felicité y le comenté que era muy loable que cantara en italiano, pero ella me corrigió muy cortésmente y me dijo que la letra estaba en latín, pero que ambos idiomas se parecían un poco. “¡Tienes razón!”, le respondí complacido, ella siguió cantando un poco más: “¡Da nobi, quaesumus, Domine, pluviam salutárem…!”. Con esto me ayudó a que involuntariamente, lograra olvidar momentáneamente   mi angustia por la falta de agua, y que me sintiera más inspirado y con más confianza en el futuro de nuestra ciudad de Monterrey.




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