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Opinión Editorial


Martín de Zavala y Sepúlveda


Publicación:15-01-2024
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Una vez que se estableció y tuvo reconocimiento definitivo la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey.

Una vez que se estableció y tuvo reconocimiento definitivo la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, se inició una etapa de consolidación. Si hacemos cronología de los hechos podemos decir que la ubicación del lugar estratégico por parte de Alberto del Canto fue en el año de 1577, la fundación de la Villa de San Luis Rey de Francia por parte del primer gobernador del Reyno de Nuevo León, Luis Carvajal y de la Cueva, ocurrió en 1582, luego el despoblamiento de la Villa tuvo lugar en 1589, finalmente se dio el repoblamiento por parte del segundo gobernador, Diego de Montemayor, en el año de 1596.

En este recuento podemos considerar dos décadas que llevó la fundación definitiva de la Villa de Santa Lucía. Montemayor logró heredar el cargo a su hijo conocido como El Mozo, pero este enfermó en 1614, y fue una estancia corta cuando ocupó el puesto de tercer gobernador del Nuevo Reyno de León. Ambos Montemayores lograron estar en el poder durante más de tres lustros.

El Nuevo Reyno de León estuvo sin gobernador desde esa fecha hasta el año de 1625 que fue designado por el Rey Felipe IV de España, el joven Martín de Zavala y Sepúlveda, quien llegó, un año después, al Valle de Extremadura con una comitiva de amigos y familiares provenientes principalmente de Zacatecas, ostentando el nombramiento de gobernador, capitán general y alguacil mayor.

En este período de tiempo de más de una década (1614 a 1626) la Villa de Santa Lucía solamente tuvo autoridades locales que impartían justicia y reportaban al Virrey en turno. Un período de tiempo donde se establecieron grupos de poder de facto, la comunidad funcionaba a manera de autogobierno, se sentían políticamente independientes, acostumbrados al aislamiento geográfico, eran consumados transgresores de leyes, con un estilo de vida licencioso, tal como lo describe el cronista Alonso de León.

Fue una época donde la Villa con sus 100 habitantes, tenía sus conflictos al interior, como toda organización social, pero también poseía un nivel de funcionamiento basado en acuerdos y negociaciones explícitas o implícitas, reglas no escritas que permitían que la vida social fluyera basada desde un orden negociado entre los grupos de poder existentes.

Obviamente los caciques que dominaban localmente la vida política de la Villa de Santa Lucía, no les agradó volver a depender de una autoridad de la Corona que habitaría entre ellos. Así que cualquier error que cometiera el nuevo gobernante sería motivo para quejarse ante el Virrey y tratar de echarlo.

Era costumbre de los gobernantes de esa época intentar congraciarse con sus autoridades superiores virreinales, y Zavala no fue la excepción. Trató de agradar al Conde de Cerralvo que en ese momento fungía como Virrey, y renombró la Villa de Santa Lucía como Villa de Cerralvo. Los regios de la oposición inmediatamente levantaron su queja ante el Virrey, el gobernador tuvo que dar marcha atrás.

El joven Zavala recordó entonces a Lope de Vega, su poeta favorito, había estado en Madrid en el año de 1619 y asistió a la inauguración de la obra Fuenteovejuna en el Teatro de la Cruz. El fantasma del pequeño pueblo cordobés campeaba aún por las comarcas de la península ibérica y también por las de la Nueva España.  Los habitantes fundadores de la Villa de Santa Lucía poseían una mentalidad propia del medievo, se asumían como vasallos del Rey, en un modo de producción feudalista.

De manera simultánea, los fundadores se alimentaron de la sombra de Carvajal, el primer gobernador,  quien en temas económicos y de negocios, iba aún más atrás, hacia la edad antigua que estuvo basada en un modo de producción esclavista. Generaciones pasaron y vinieron, y esta herencia cultural la conservaron a ultranza, estos regios medievales fueron irremediables esclavistas a pesar que las leyes de la Corona lo prohibían.

El nuevo gobernador sabía de estas transgresiones constantes a la legislación vigente, pero el fantasma de Fuenteovejuna lo intimidó, tuvo que hacerse de la vista gorda siempre y cuando estas transgresiones estuvieran justificadas, así que prefirió recrudecer las leyes locales para que los indios sublevados fueran sentenciados, esta condición legal permitía su esclavitud y su comercio constante.

Zavala era un gobernador legalista, es decir, sus actos de autoridad estaban basados en las leyes vigentes, aunque esto parece una función obvia, no era así en las provincias alejadas de la capital, la mayoría de los gobernadores funcionaban como caciques que llegaban a sentirse por encima del mismo virrey, transgredían las leyes y lo desafiaban constantemente.

Zavala inició su cargo como gobernador en 1625 y permaneció en el poder hasta el final de sus días que tuvieron lugar en el año de 1664, sin embargo, aunque el cargo era heredable prefirió dejar en manos del Rey la designación de su sucesor, igualmente al morir donó sus bienes a la Corona y a la Iglesia.

Este hecho nos marca su vinculación filial y simbólica con su identidad y su misión de vida. Como sabemos nació en el año de 1597 en un poblado minero de Zacatecas, Don Agustín, su papá, fue un minero que amasó una gran fortuna en esas tierras. El Rey lo apreciaba mucho considerando su lealtad y las constantes riquezas que extraía de las minas zacatecanas y enviaba a la península ibérica. En reconocimiento el Rey no dudó en otorgar el Nuevo Reyno de León a su vástago Martín.

El papá, Don Agustín, se volvió muy religioso en la medida en que se enriquecía y envejecía, así que decidió enviar a su hijo para que conociera la tierra de sus ancestros. En 1608 lo inscribió en el convento de San Marcos de León, perteneciente a la Orden de Santiago.

Esta orden era una organización que estaba al servicio del Rey y tenía reconocimiento por el Papa. Era una organización religiosa militar, por lo que Martín se formó como monje soldado. Se trataba de una Orden que exigía realizar votos de pobreza y obediencia, pero no necesariamente de castidad. Además, la Orden era muy pudiente y había contribuido a la fundación de la Universidad de Salamanca, por lo que sus miembros podían ingresar a estudiar a las aulas universitarias y egresar como bachilleres.

Este fue el camino que siguió el joven caballero santiaguense Martín de Zavala y Sepúlveda, ingresó en 1614 a la institución escolar, donde la formación giraba en torno al manejo de la cultura grecorromana clásica, por lo que la lectura de los grandes filósofos abrió la mente del joven zacatecano.

Después de completar su bachillerato en Salamanca, se dirigió como caballero de la Orden de Santiago a continuar sus estudios a la región de la Toscana, una escuela catedralicia de Studium Generale, donde profundizó en el estudio de las siete artes liberales: la gramática, la retórica, la dialéctica, la aritmética, la geometría, la astronomía y la música. Allí permaneció de 1620 a 1623. Egresó y recibió la orden de presentarse en el año de 1624 ante el Rey Felipe IV para acordar y firmar su encomienda como gobernador del Nuevo Reyno de León.

En 1625 recibió de manos del Rey su título como Gobernador, se embarcó de regreso, viajó a la ciudad de México para presentarse con el Virrey Rodrigo Pacheco y Osorio, III Marqués de Cerralvo, luego fue a Zacatecas para organizar el viaje de no retorno a la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. Con un grupo de entusiastas amigos y familiares se encaminaron hacia el noreste, para llegar a esta ciudad un lunes 24 de agosto de 1626.

Recibió un cargo vitalicio por parte del Rey y así lo llevó a cabo. Durante cuatro décadas gobernó dedicado completamente a esta misión de vida. Realizó su mejor esfuerzo y logró durante este período consolidar el asentamiento de la Villa de Santa Lucía, la Villa de San Gregorio de Cerralvo y la de San Juan de Cadereyta, impulsó la minería, la ganadería, el comercio y la agricultura, intentó establecer los cimientos para la pacificación y la prosperidad, pero ambas no llegarían inmediatamente a estas tierras, habría que esperar aún más de doscientos años para ello.



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