Opinión Editorial
Francisco de Sousa: de esclavo a chamán
Publicación:23-10-2023
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Durante la segunda fundación Monterrey, se señala que Luis Carvajal y de la Cueva llegó en el año de 1580.
Durante la segunda fundación Monterrey, se señala que Luis Carvajal y de la Cueva llegó en el año de 1580, en su urca, al puerto de Tampico, acompañado de 100 amigos, familiares y subalternos con quienes fundaría importantes ciudades, especialmente la ubicada en los ojos de Santa Lucía.
También seguía a la familia de los Carvajales, un grupo nutrido de sirvientes esclavos, destaca en la crónica uno de ellos, quien estaba al servicio exclusivo de Don Luis y que gracias a su elevada inteligencia y buenos modales, se ganó la confianza del conquistador del noreste de la Nueva España.
Francisco de Sousa era miembro de una familia de esclavos obsequiados a Carvajal y de la Cueva cuando fue tesorero general en Cabo Verde en el año de 1564, con motivo de su futuro casamiento con Gioumara de Rivera, una joven oriunda de Lisboa, de baja estatura, piel muy blanca, pelo ondulado, de gran inteligencia intuitiva, hablante de portugués, asturleonés y judeoespañol.
La tribu de Francisco de Sousa vivió al margen del río Gambia, perteneciente a la etnia Wolof; durante el imperio de Mali fueron capturados por cazadores malinekes, de allí fueron desplazados de manera forzada a Cabo Verde, donde fueron adquiridos por la familia Castaño de Sousa, portugueses esclavistas; éstos por medio de Gaspar Castaño de Sousa, ofrecieron como regalo de bodas el grupo familiar de esclavos al tesorero de la Corona Portuguesa, Luis de Carvajal y de la Cueva.
Francisco de Sousa viajó junto con su joven esposa, en la urca Catalina como parte del servicio doméstico personal de Carvajal y de la Cueva; cruzaron el Atlántico, llegaron a Veracruz y luego a Tampico en el verano del año 1580. Se asentaron en la Villa de Santa Lucía en el año siguiente, y para cuando se despobló el lugar, en el año de 1587, la familia de Francisco de Sousa había procreado dos hijos, el mayor que llegó a este mundo en el año de 1583 y posteriormente una niña en 1585. Ambos considerados los primeros regiomontanos nacidos en estas tierras con ascendencia africana.
Carvajal y de la Cueva era una persona intolerante, iracunda y propensa a sufrir cefaleas recurrentes. El dolor arreciaba especialmente en la parte derecha ocular y luego se extendía, penetrando la circunferencia craneal. Durante el dolor de cabeza el gobernador del Nuevo Reyno de León tenía que mantenerse tendido por horas mientras aminoraba el malestar.
Francisco de Sousa preparaba compresas de agua fría tomada de los manantiales de los ojos de agua, y la alternaba con agua caliente expuesta previamente al sol. Era el remedio más inmediato, también contaba, importada de Europa, con la yerba de los gatos, una infusión de esta permitía al paciente relajarse y funcionaba como analgésico.
Ahora sabemos que esta planta medicinal que se utilizó por primera vez en la Villa de los ojos de Santa Lucía era la Valeriana Officinalis L, perteneciente a la familia Valerianaceae. La mamá de Francisco de Sousa, Ndeye Sow, que significa la mujer de la tradición, fue quien transmitió las enseñanzas espirituales a su hijo.
En el viaje de Sevilla a Veracruz, Carvajal y de la Cueva discutió airadamente con el virrey Lorenzo Suárez de Mendoza, la cefalea empezó a hacer estragos en su capacidad de comunicación. Tuvo que aislarse en un viejo camarote de la urca, al vaivén de las olas permaneció tendido durante horas, no había remedio alguno que lograra reincorporarlo a la vida social.
Francisco de Sousa lo alivió con el poder de sus manos. Era un sanador natural, este "milagro" como fue llamado en su momento, fue atestiguado por Luis Pimentel, Andrés Núñez y Pedro Núñez de Mendoza, parientes y amigos del círculo íntimo de Carvajal y de la Cueva.
Al observar que el enfermo se reincorporaba como si nada hubiera sucedido, y pedía con prestancia que lo llevaran nuevamente hacia el virrey para continuar con la discusión sobre las capitulaciones especiales que había recibido del Rey Felipe II, los allí presentes no hicieron más que expresar una idea propia de su concepción del mundo: "Este negro é um feiticeiro."
Los problemas derivados de la lucha de poder entre Carvajal y de la Cueva y el virrey Suárez de Mendoza, continuaron en los siguientes años, hasta que fue necesaria la comparecencia del gobernador del Nuevo Reyno de León en la Ciudad de México. Fue a Francisco de Sousa que le encargó su hacienda y que cuidara de un par de perros mastín leonés que había traído consigo del viejo continente y que le acompañaban diariamente en sus caminatas matutinas, especialmente cuando recorría los márgenes del río Santa Catarina.
El gobernador ya no regresó a los ojos de Santa Lucía, su sobrino Luis Carvajal el Mozo, se encargó de la administración de la villa. Las relaciones hostiles siguieron creciendo entre los grupos originarios que eran sistemáticamente maltratados y los colonizadores. Vino entonces la gota que derramó el vaso con el alzamiento indígena en las tierras del capitán Linares, quien abusó de una joven indígena y mató al papá. Los alazapas se percataron de ello y la revuelta salió de control.
Luis El Mozo ordenó un lunes 18 de noviembre de 1587, la retirada inmediata de los ojos de Santa Lucía, la villa quedaría despoblada en cuestión de horas. Sin embargo, la orden que recibió Francisco de Sousa fue que debería permanecer en la villa hasta el regreso de los colonos y especialmente de don Luis Carvajal y de la Cueva.
Sabía Francisco de Sousa que esta orden era una sentencia de muerte inminente, considerando que permanecería bajo el acecho de los indios alazapas que habían sufrido grandes vejaciones por parte de los colonos. Era evidente que Luis el Mozo sentía animadversión hacia De Sousa, considerando que llevaba muy buena relación con don Luis, su tío, algo que era difícil de lograr. Era de todos conocido la mala relación que habían tenido el tío y el sobrino inclusive desde que vivían allá en Mogadouro.
Finalmente, el fiel esclavo de don Luis Carvajal y de la Cueva, se sintió tranquilo después de solicitar a Luis el Mozo que su esposa, encinta nuevamente, y sus dos pequeños hijos, pudieran partir con la caravana hacia la villa de Santiago del Saltillo. Allá estarían más seguros y esperaría reunirse con ellos pronto.
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