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Opinión Editorial


Escritores fuera del radar


Publicación:03-11-2021
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La literatura, como sistema, opera a través de dos grandes mecanismos: uno simbólico y otro material

La literatura posee un lado visible, conocido, en esa superficie se llevan a cabo toda clase de rituales, simulacros, disputas, homenajes; ahí habitan también los clásicos, los vanguardistas, los emergentes, los autores de culto, las escritoras famosas. Pero hay un lado oculto, subterráneo. Una suerte de inframundo donde coexisten escritores olvidados o marginados, o caídos en desgracia, o creadores que han realizado su obra fuera de los reflectores y alejados de las maquinarias de publicidad y los mecanismos de legitimación (que suele ser, por cierto, extraliterarios). No es tan infrecuente, por cierto, el tránsito de un lado a otro. Todos conocemos casos emblemáticos, basta mencionar aquí el nombre de Franz Kafka para darnos una idea de lo quiero decir. 

Sin embargo, en ese lado oscuro encontramos, de igual manera, territorios accesibles y páramos sinuosos. Y también existen obras más visibles que otras. A mí me gusta seguirles la pista a escritores que se mueven fuera del alcance del radar, rastrear sus producciones, raras o escasas, en las librerías de viejo, en las bibliotecas de es-cuelas o pueblos apartados de las auto-pistas. A veces descubro verdaderas joyas: libros que merecerían un mejor recuerdo; otras me doy de bruces con obras que se han ganado el olvido a pulso. Los extremos se tocan, y ambos casos me dejan lecciones valiosas. ¿Cuáles son los factores determinantes del reconocimiento? ¿El talento o la publicidad? El cuestionamiento podría seguir indefinidamente. 

La literatura, como sistema, opera a través de dos grandes mecanismos: uno simbólico y otro material. Las nociones de valor y trascendencia se fraguan en la maquinaria del primer mecanismo; la manufactura y la difusión, en el segundo. Por supuesto, ambos procesos han cambiado a lo largo del tiempo y, dependiendo del lugar en donde se lleven a cabo, ajustan y aceitan sus procedimientos. No es este el lugar para extenderme en este tema, fascinante por otra parte. Creo que con lo que he dicho es suficiente para formarnos una imagen. Muchas veces la marginalidad de un escritor es producto de circunstancias externas, más cercanas al segundo mecanismo (barajo algunas posibles razones: no fue publicado en alguna editorial de “prestigio”; no habitaba en las grandes urbes; y un largo etcétera); y también ocurre a la inversa: su centralidad y reconocimiento se deben a que sí cumplió con esos “requisitos”, y sólo a eso.

En países tan centralistas y burocratizados como el nuestro, viajar por los estados de la república significa, de igual manera, recorrer los márgenes del campo cultural. Cada región, cada ciudad o pueblo ha producido su escala de méritos cívicos y artísticos (a veces esos criterios son, en el fondo, motivos políticos; otras ocasiones representan añoranzas de tiempos pasados; pero, en pocas oportunidades, se basan en auténticos valores literarios o estéticos, partiendo de la base que estos valores son, en realidad, gustos subjetivos). 

Hace unos días caminaba por el centro de la ciudad de Chihuahua, buscaba alguna librería donde pudiera encontrar el volumen Nueva guía de descarriados (1977), del polígrafo chihuahuense José Fuentes Mares (1919-1986). Desde hace años he recibido múltiples y heterogéneas referencias sobre esta obra que fusiona el ensayo con la gastronomía, y el hambre con la lectura; recuerdo en particular la más reciente: no hace mucho, durante un viaje en carretera a las afueras de Hermosillo, Sonora, escuché a un apasionado lector recitar pasajes enteros del texto, mientras pensaba que no podría haber mejor homenaje para un escritor que ése. No encontré el libro, pero fui a dar, sin proponérmelo, con la estatua de Fuentes Mares, a un costado de la emblemática Quinta Gameros (un caserón estilo art Nouveau, construido hace más de cien años y que fue, en algún momento, el cuartel de Pancho Villa y ahora es un centro cultural). Como todo monumento urbano, esta escultura rinde homenaje al personaje público (y Fuentes Mares lo fue en gran medida: ocupó, entre otros cargos, la rectoría de la Universidad Autónoma de Chihuahua), es decir, representa la idealización materializada (y deshumanizada) del autor. 

Como escritor, Fuentes Mares sigue desplazándose fuera del radar; y yo continúo con la búsqueda de sus pistas y rastros menos visibles:  el de sus libros.



« Víctor Barrera Enderle »