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Opinión Editorial


Emigrar o no emigrar


Publicación:05-12-2022
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Nuestro país es un gran expulsor de migrantes, esto no es algo nuevo.

Nuestro país es un gran expulsor de migrantes, esto no es algo nuevo, pero se ha incrementado, al menos así lo establece la cantidad de migrantes detenidos por la patrulla fronteriza de manera reciente, donde la mayor parte son de origen mexicano. Esto no debe de extrañar considerando que la pobreza ha aumentado en México en los últimos años.

La migración mexicana no es un fenómeno unilateral, tiene implicaciones bilaterales, especialmente con el mercado norteamericano que demanda muchos trabajos que los mexicanos pueden realizar y que saben hacerlo muy bien. El área de agricultura, de cocina, de limpieza, construcción, servicios, en todos ellos destacan los paisanos que emigran hacia el norte.

Según diversos estudios antropológicos la migración posee varias modalidades, una de ellas es la de los migrantes que lo son sin haber migrado. Se trata de familias que tienen que separarse, una parte del grupo familiar permanece mientras que el otro emigra.  El proceso comienza cuando algún conocido está trabajando del Otro lado, esto genera inquietud en los familiares y amigos, considerando que el nivel de vida, del compadre o hermano, ha aumentado desde que emigró.

La iniciativa por emular esta acción del compadre o el primo o el hermano que está allá, comienza como una sugerencia por parte de la esposa, que le plantea al marido por qué no se va para allá para mejorar la situación económica. Éste empujado por la pareja decide probar suerte, juntan dinero y pagan un pollero para que lo transporte, asumiendo los riesgos que implica el camino.

Una vez allá el esposo, comienza a mandar dólares, pasan los días y meses, y la separación se siente más intensa, entonces la mamá de la esposa, es decir, la suegra, le sugiere a la hija que no es bueno que su esposo esté allá solo, que lo más conveniente es que ambos estén juntos, así que la motiva para que emprenda el viaje para reunirse con el marido.

La hija acepta pero tiene que dejar a los hijos con alguien de mucha confianza: su mamá. Así es por lo general, en ocasiones permanecen bajo el cuidado de una hermana o alguien de mucha confianza, pero la mamá de la mamá es la persona más indicada.

Ahora están papá y mamá allá, y los hijos permanecen en México bajo el cuidado de la abuela o los abuelos. Por vía telefónica y virtual, los hijos mantienen contacto diario con los padres. La mamá se comunica con ellos a todas horas, especialmente por la mañana, antes de que asistan a la escuela y luego por la tarde, cuando ya regresaron y tienen que hacer sus tareas, vuelve a llamar antes de dormir para cerciorarse que todo está bien.

Los hijos siguen estudiando en México, crecen bajo la tutela de los abuelos, estos cubren el papel parental y cuidan de ellos sin esperar ninguna retribución económica por ello. Los padres siguen proveyendo lo necesario, los hijos siguen estudiando, tienen sus cambios fisiológicos y corporales, llegan a la secundaria y desde hace una década que no ven a sus padres.

Los papás siguen con la idea de sus hijos son aquellos pequeños que dejaron en México, pero ahora éstos son adolescentes y comienzan a tener problemas propios de la edad, quieren salir a pasear con sus amigos, a divertirse a alguna fiesta, piden permiso a los padres para llegar tarde y poder ir a pasear, y ahí comienzan las dificultades con la disciplina y la autoridad de los papás distantes físicamente.

Si el papá aporta dinero puntualmente, es decir, envía sus remesas y los hijos se sienten apoyados económicamente, el padre mantiene la autoridad, si no ha cumplido con su función proveedora pierde el mando ante los hijos. Éstos comienzan a resentir el no tener a sus padres y el poder demostrar ante la comunidad que son amados por ellos. Los vecinos y amigos señalan que los padres son unos irresponsables por haberlos dejado solos y nunca volver para verlos.

Esta misma idea poseen los directores y algunos docentes, la familia es disfuncional y los padres ausentes, los estudiantes tienen problemas de conducta debido a que se sienten abandonados por sus padres. Esto se contrapone con el motivo principal por el cual los papás decidieron emigrar: dar a sus hijos mejores oportunidades educativas que ellos no tuvieron.

La máxima ilusión de los padres que trabajan del Otro lado es que sus hijos completen una educación superior, que sean doctores o licenciados, ingenieros, profesores, pero sus hijos al contrario de estas expectativas, tienen problemas escolares, están en riesgo de que la escuela los expulse o considere que no son buenos estudiantes y así los traten.

Los padres aceptan vivir el sacrificio de irse a trabajar allá siempre y cuando sus hijos tengan mejor vida que ellos, esto implica que realicen estudios de educación superior, pero los hijos y los docentes truncan este sueño y los hijos pronto están en riesgo inclusive de no terminar la secundaria. Los hijos crecen, llegan a una edad en que ellos mismos pueden ser padres, comprenden el esfuerzo que hicieron sus papás, entonces viene la reconciliación generacional.

Cuando escuché de este proceso de vida de los migrantes que lo son sin migrar, me quedé impresionado. De igual manera me ha impactado observar cómo los hijos de mexicanos de primera generación nacidos allá, pierden la lengua materna aplastada por la segunda poderosa lengua del inglés.

Hace poco me tocó preguntarle a un experto en el tema sobre este hecho: ¿Cómo es posible, considerando que los padres son mexicanos, que le han hablado a sus hijos en casa todo el tiempo en español, que no saben ellos mismos hablar bien inglés, sin embargo, sus hijos no son bilingües, sólo hablan el inglés y el español apenas lo comprenden?

El experto en el tema se mostró también sorprendido, me comentó que la lengua escolar, el inglés tiene más peso de lo que imaginamos, y termina por barrer a las Kitchen languages, es decir, a las lenguas que se hablan solo en casa.

Todo ello parece solamente una reflexión académica que realizamos sobre el tema, pero cuando llega el filio Arturo y me dice: “¿Oye Nonno, cómo ves si me voy a trabajar a Canadá, allá ganaría mucho más que aquí, podría tener una casa bonita con un terreno muy grande, seguro médico, una camionetota, además, podría poner un negocio sin que me secuestren?

Cuando escuchas esto, entonces sí el tema de la migración comienza a ser algo más personal, ya no es una cuestión teórica que los especialistas estudian, ahora te conviertes tú mismo en parte de esa vivencia difícil donde los migrantes tienen que separarse de la familia. El punto, sin duda, más duro emocionalmente del proceso migratorio.




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