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Opinión Editorial


Elecciones intermedias en Estados Unidos


Publicación:14-11-2022
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El pasado martes 8 de noviembre, se llevaron a cabo las elecciones intermedias en el vecino país del norte.

El pasado martes 8 de noviembre, se llevaron a cabo las elecciones intermedias en el vecino país del norte, durante esa jornada electoral estuvieron en juego 435 escaños en la Cámara baja y 35 en la Cámara alta, también 36 gubernaturas, lo cual nos da una idea de la relevancia política del proceso; además, las elecciones intermedias tienen dos connotaciones significativas: (1) funcionan como un referéndum implícito para el presidente de la república, Joe Biden, y (2) representan un termómetro electoral que sugiere las posibles tendencias para las siguientes elecciones para presidente que tendrán lugar el martes 05 de noviembre del 2024; y dinamizan en ambos partidos, el republicano y el demócrata, el diseño y ejecución de estrategias electorales a implementar en los próximos meses para tal propósito.

Como podemos observar representa un momento electoral de gran relevancia para el futuro político de ese país, y facilita un diagnóstico más certero respecto a cómo van los partidos políticos en cuanto a preferencias electorales y las acciones que deberán desarrollar; se trata por tanto de una radiografía política, y representa un termómetro de las diferentes fuerzas que existen al interior de los partidos políticos.

Para el partido republicano es una oportunidad de, como decimos coloquialmente, tantearle el agua a los camotes, es decir, ver qué tan bien se están desempeñando algunos posibles candidatos para la siguiente elección. Así lo fue, y para sorpresa y beneplácito de los demócratas, no se produjo la marea roja que se esperaba. Como sabemos las elecciones intermedias en el vecino país del norte generalmente implican un voto en contra del partido gobernante. Así se esperaba en esta ocasión, pero no, de hecho los diarios a nivel nacional e internacional han considerado como el gran perdedor de esta elección al expresidente Donald Trump y todos sus deniers (negacionistas), término que se ha utilizado para nombrar a aquellos seguidores políticos que niegan la realidad en el sentido electoral, es decir, respecto a las elecciones del 2020 acusan fraude electoral y no aceptan que perdieron, niegan lo obvio, la realidad que contradice sus deseos.

Los deniers no son demócratas de corazón, no me refiero a que no sean simpatizantes del Partido demócrata, no, no son demócratas porque no creen en la democracia, que implica un sistema de participación política donde a veces se gana y a veces se pierde. Un verdadero demócrata cree en estas reglas del juego, donde si se gana se defiende el triunfo, y si se pierde se reconoce la derrota.

Pero los negacionistas son malos perdedores, no aceptan sus derrotas en las urnas y se aferran a una versión falsa que defienden como si fuera verdadera. Los denieres se apegan tanto a esta negación que se vuelve delusional, es decir, delirante, interpretando la realidad desde una perspectiva errónea o falsa que se cree verdadera y se actúa en consecuencia.

La conducta negacionista se asemeja mucho a una condición psiquiátrica basada en un juicio social sobre la realidad que no funciona adecuadamente, con distorsiones interpretativas, donde el sujeto afectado es parte de una conspiración en su contra, y de allí a la creación de teorías conspirativas sólo hay un paso para, como decimos en Monterrey, desbarrar, es decir, deslizarse fuera de la realidad o volcarse hacia una interpretación distorsionada que puede llegar a dimensiones delirantes (delusional).

Es frecuente escuchar por gente sencilla, sin formación en el área psiquiátrica, señalar al expresidente norteamericano, Donald Trump, como “El loquito de la Casa Blanca”, no se equivocaron; la cuestión es que se trata de un liderazgo narcisista, con rasgos paranoides y autoritarios, rayando en lo dictatorial; así es el líder populista, no soporta la oposición ni la crítica, no cree en la democracia, buscará siempre la manera de acabar con ella una vez en el poder, alterará tarde o temprano el marco jurídico para permanecer como dictador todo el tiempo posible. Caerá así en un círculo vicioso: para sostenerse en el poder en contra de la voluntad de la gente, recurrirá al uso de la fuerza pública para reprimir, en el proceso cometerá diferentes crímenes de lesa humanidad y en contra de los derechos humanos, lo que lo obligará a aferrarse al cargo para no ser víctima de la justicia popular, sabe en el fondo que tan pronto abandone el poder, la oposición convertida en el nuevo gobierno vendrá tras sus pasos para aplicar la ley y obligarlo a que rinda cuenta por los abusos y crímenes cometidos.

En Latinoamérica la excepción a esta regla fue Augusto Pinochet, el dictador chileno, quien dejó el poder para dar paso a un régimen democrático, pronto lo perseguirían para su encarcelamiento debido a los crímenes de lesa humanidad que cometió durante su gobierno. Sabiamente enfermó y murió antes de que el peso de la ley cayera sobre él, la muerte le salvó de la justicia humana.

En el caso de los dictadores latinoamericanos actuales, pensemos en un Maduro de Venezuela, Ortega de Nicaragua o un Díaz-Canel de Cuba, en la medida en que sigan cometiendo crímenes políticos y en contra de los opositores, con desapariciones forzadas, encarcelamientos arbitrarios, privaciones ilegales de la libertad, torturas y homicidios, difícilmente se atreverán a dejar el cargo que detentan y que los protege, saben que a la vuelta de la esquina los espera la justicia que es ciega e imparcial y que no se salvarán de un encierro bien merecido en alguna prisión, donde seguramente pasarían el resto de sus vidas.

Aunque los cómputos de las elecciones intermedias aún siguen en proceso en algunos estados, sabemos que los demócratas retienen el Senado, y los republicanos siguen siendo mayoría en la Cámara de representantes, pero el margen no es tan amplio como se esperaba, así que en términos generales la jornada electoral no fue tan mala como se había conjeturado para los demócratas.

Joe Biden, aún con su edad y los problemas neurológicos que ha tenido, es un líder demócrata, defiende la democracia, cree profundamente en ella, sabe que ésta es endeble y que debemos protegerla, porque es presa codiciada de líderes populistas que buscan utilizarla para hacerse del poder y luego dinamitarla, para instalarse y gobernar autoritariamente de manera indefinida.

Este discurso de defensa de la democracia que utilizó el presidente norteamericano le rindió frutos, los votantes norteamericanos no quieren odio ni violencia política, saben que una democracia forma parte de los valores de libertad que los han distinguido a lo largo de su historia como nación.

No sé, a veces me pregunto qué pasaría si mi familia en lugar de emigrar de Montemorelos a Monterrey, como lo hizo, lo hubiera hecho a Houston, como muchos parientes lo hicieron; si así fuera, seguramente hoy en día sería yo un ciudadano norteamericano más y hubiera votado a favor de los demócratas. Pero el hubiera no existe.




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