Opinión Editorial
El proyecto creador empresarial
Publicación:21-10-2020
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A la luz del incremento de la pobreza como consecuencia de la quiebra de empresas, se abre un debate entre la política social y la industrial
La pandemia interpela a la sociedad a replantear nuestro modelo económico, invita a estudiar esquemas alternativos y exhorta a cumplir con nuevas disposiciones de cara al futuro. A la luz del incremento de la pobreza como consecuencia de la quiebra de empresas, se abre un debate entre la política social y la industrial y el rol de las grandes empresas en su configuración.
Para México, el insuficiente apoyo gubernamental del 0.7% del PIB para la reactivación empresarial y la carente política industrial pintan un panorama poco halagüeño para abatir la pobreza. Más aún considerando la nula disposición, patente en la narrativa de la lideresa morenista, Yeidckol Polevnsky: “Cuando sacas a gente de la pobreza y llegan a clase media, se les olvida de dónde vienen … y quién los sacó”. Esas palabras hacen eco de una frase de Hugo Chávez al general Lameda: “no los podemos sacar a la clase media, porque dejan de ser pobres y pasan a ser nuestros enemigos”. Caray, ante esa beoda ideología política, todo indica que la solución real para abatir la pobreza tendrá que surgir de los denuedos empresarios.
Es verdad que, habiendo voluntad política, los tratados y acuerdos internacionales pudieran abonar en temas como mejora regulatoria y competencia económica y atraer a empresarios internacionales. Pero también se requiere de inversión privada nacional al ser esta hasta seis veces mayor a la extranjera. Es un hecho, México no podrá salir adelante sin el binomio de una sociedad civil organizada y empresarios genuinamente socialmente responsables. Tocante a ello, ¿cómo vamos México?
Por el lado de las organizaciones civiles, como nunca antes, vemos con entusiasmo como cada vez emergen nuevos liderazgos. Algunas virtuosas asociaciones se han agrupado, se han profesionalizado y han sido sublimemente creativas, pero pareciera que los problemas sociales siguen ganando terreno. Pues sí, el punto es que, para poder escalar sus encomiables proyectos, requieren dinero y, nuevamente los empresarios entran en escena con el 84% del capital nacional.
Pues bien, tenemos más de 500 años hablando, diagnosticando y proponiendo temas de responsabilidad social empresarial (RSE). Lo hemos acuñado como capitalismo justo, capitalismo social, banca ética, valor compartido, liderazgo basado en valores, liderazgo humanista, economía incluyente, economía de Francisco y bien común. Los apelativos cambian, pero la esencia es la misma, es un llamado a contemplar la universalidad de los bienes.
Siendo autocríticos, a pesar de tantas iniciativas virtuosas, salvo honrosas excepciones, no hemos logrado mover la aguja de la pobreza y es preciso transitar del discurso a la acción. El concepto de la noble RSE parece más una estratégica de relaciones públicas, una bien articulada narrativa social y hasta una justificación por la falta de congruencia con la doctrina social. Se requiere hacer más, meter el hombro, cortar donde hay carne y no solo grasa, involucrarse y verdaderamente comprometerse para lograr generar la necesaria movilidad social.
Cuando una empresa se jacta de pagar pronto a sus proveedores, de ofrecer crédito a sus clientes y de cumplir con sus obligaciones fiscales, está haciendo lo éticamente correcto, pero no más. Si una empresa pagara dos, tres o hasta cuatro veces el salario mínimo (MXN$14,984 o USD$700), el trabajador podría costear servicios, transporte y alimentación, pero no podría cubrir el costo de educación de alguno de sus hijos en un colegio o universidad privada. El punto es que aún con ese sueldo, dicho trabajador viviría al día, sin capacidad de ahorro y con pocas posibilidades de escalar socialmente.
Obviamente nadie está obligado a lo imposible, pero desde una trinchera particular, las empresas están convidadas a hacer todo cuanto puedan por sus colaboradores, clientes, proveedores y la sociedad misma. Basta con voltear a ver lo que hicieron Don Isaac Garza Garza y sus hijos Eugenio y Roberto creando institutos politécnicos, clínicas y viviendas para sus trabajadores. Aún hoy en día, la prestación de la clínica es el mayor incentivo de lealtad y agradecimiento entre sus derechohabientes. Sin duda, la familia Garza no se limitó a “cumplir” con la sociedad pagando bien y a tiempo, fueron más allá, movieron la aguja.
Cierto, podría decirse que Don Isaac e hijos fundaron en la ciudad la Cruz Roja, el club Sembradores de Amistad, el ITESM y muchas instituciones mas porque no había nada. Sin embargo, ese verosímil argumento palidece ante la agenda pendiente de cara a la pingüe necesidad.
La lacerante inequidad que atenta contra el tejido social, no podrá reducirse por goteo, derrame o con lo que sobre. En tanto continúe la percepción generalizada de que la RSE es compartir lo que fiscal o mediáticamente convenga, no se podrán paliar los grandes problemas sociales.
Concluyo con la exhortación del Papa Francisco sobre la actividad empresarial, “es una noble vocación orientada a generar riqueza y a mejorar el mundo para todos… (las) capacidades de los empresarios, que son un don de Dios, tendrían que orientarse claramente al desarrollo de las demás personas y a la superación de la miseria”. Quizás sea prudente considerar que tarde o temprano el mal de otros se convierte en mal propio.
« Eugenio José Reyes Guzmán »