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Opinión Editorial


El gran reseteo


Publicación:27-10-2021
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Después de décadas de haber menguado ininterrumpidamente la pobreza extrema, el año pasado fue un punto de inflexión

No cabe duda de que este es un mundo bizarro habitado por humanos impredecibles, ingratos, soberbios e incongruentes, ahora sí me doy.  La humanidad experimentó un coma auto inducido, se detuvo al unísono el reloj industrial, hubo toques de queda y prohibiciones de viaje y la obligación de quedarse en casa. Después de décadas de haber menguado ininterrumpidamente la pobreza extrema, el año pasado fue un punto de inflexión. Más aún, los economistas estiman que al menos el 20% de las PYMES bajaron definitivamente sus cortinas con cargo a los empleos. Como consecuencia y a pesar de los inexorables riesgos que conlleva, incluyendo los sanitarios, la emigración interanual se duplicó. Considerando dichas calamidades, las grandes potencias mundiales implementaron temporalmente generosas compensaciones económicas a empresas y colaboradores. Dichas medidas contra cíclicas lograron selectivamente reactivar algunos sectores, pero el inusitado repunte se ha traducido en escasez y la respectiva alza de precios en combustibles, energía, chips y contenedores.

Es difícil entender cómo, sin acabar de escampar la tercera o cuarta ola del COVID-19, muchos están preocupados, no por los desvalidos, sino por la ausencia en anaqueles de bienes suntuarios: juguetes, regalos, ropa y electrónicos. Es como si los estímulos económicos de los países ricos hubiesen producido una ilusión de que lo peor ya pasó, de que no habrá época de vacas flacas, de que de aquí en adelante todo será progreso y bienestar. ¿De veras? Tal vez ahora que ya no habrá más estímulos al desempleo por el virus, la gente comience a despertar de su utopía y se percate de la realidad alterna de los más, que bien pudiera convertirse en propia. Un botón de muestra surrealista son los millones de jóvenes que no quieren regresar a trabajar, fenómeno acuñado como “la gran resignación”. Ante ello, empresas como Walmart y Círculo K están ofreciendo el reintegro total de la colegiatura o pagando la deuda educativa como incentivos para retener o contratar empleados. Sin duda, las nuevas prestaciones son fabulosas noticias, pero es incomprensible la prevaleciente apatía ante el trabajo, la cultura del mínimo esfuerzo, y la poca tolerancia a la frustración inspirada por un hedonismo superlativo. Perdón, pero esto suena a ideologías contrarias a los valores de trabajo y esfuerzo que han forjado a las naciones.

Tomando en cuenta todo lo anterior, los economistas vaticinan una tormenta perfecta con una crecida inflación y un nulo crecimiento económico, una estanflación que se desdoblaría en una renovada recesión económica. Así es, la aparente distracción de los jóvenes y las premoniciones de una nueva crisis económica, pero ahora sin apoyos por pandemia, han hecho eco en los líderes mundiales y están planteando un “gran reseteo” y un exhorto a “reconstruir (un mundo) mejor”.

Al respecto, el presidente del consejo del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, afirma que: “La pandemia representa una estrecha y peculiar ventana de oportunidad para reflexionar, re imaginar y resetear al mundo”.  Dicho “gran reseteo” habla de temas importantes como los derechos humanos, el delicado balance entre humanos, humanoides y robots y la sustentabilidad. Esta corriente de pensamiento igualmente plantea que debe de haber un nuevo orden mundial desde donde se diriman directrices poblacionales, se impongan vacunas de nueva generación y se decrete el futuro que precisa la humanidad. También esboza un nuevo capitalismo poniendo a prueba los “valores occidentales”. Bueno, en principio suena bien, pero ¿y si se equivocan?

¿Qué pasa si, al hablar de “valores occidentales” se estén refiriendo a los derechos de libertad y de la vida? Este “gran reseteo” habla de un mundo donde la población esté feliz sin poseer casa, ni auto, ni nada. Tal cual, un “hermano mayor” financiado por impuestos robóticos, se encargaría de “proveer” a la población de todo lo necesario. Dicho “sensei”, so pretexto de la cuarta revolución industrial, sería el dueño de una flotilla de autos no contaminantes comandados por una computadora central que trasladaría a la población, evitando tiempos muertos. Las casas serían una prestación del estado benefactor, habría un ingreso universal único determinado por un sistema de puntos, privilegiando a los obedientes y afines. Entre la narrativa del “gran reseteo” hablan de igualdad y de una “clase global de inútiles”, pregonan que nosotros seríamos nuestro peor enemigo, que estaríamos más seguros comandados por una dictadura digital y que se debe de poner en tela de juicio “el sentido de la vida humana”. Caray, el verdadero propósito de vida no puede ser reinventado y suscribo lo anunciado por Santa Teresa: “La vida es un instante entre dos eternidades”.

Concluyendo, parece ser que la espiral del silencio de los virtuosos y la indiferencia de quienes estamos blindados por valores y principios, le hemos dejado el camino libre a quienes subrepticiamente piensan manipular, cual títeres, a la especie humana. Ya lo advertía Lucas el evangelista: “Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”.

A través de la historia, para bien y para mal, la humanidad ha atestiguado como “la ley de los pocos” se impone sobre las masas. Solo espero en Dios que el “gran reseteo” no nos considere como entes inútiles y desechables y verdaderamente contemple la trascendencia y dignidad del ser humano.



« Eugenio José Reyes Guzmán »