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Opinión Editorial


Día de Muertos


Publicación:31-10-2022
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La muerte es un tema que procuramos evitar lo más posible.

La muerte es un tema que procuramos evitar lo más posible. El día de mañana será el 1er de octubre, que de acuerdo con la tradición católica se conmemora a Todos los Santos, y el día siguiente, miércoles 02 es el Día de Muertos. Como sabemos ambas son tradiciones mexicanas de origen prehispánico, que han sobrevivido, gracias al sincretismo, al paso del tiempo, considerando el tema de la Conquista, la Colonia y el México independiente.

Hoy es lunes 31 de octubre, día de Halloween, una fiesta de origen celta, que posee un fuerte arraigo cultural en países sajones, es un día donde los muertos y toda clase de espíritus logran acercarse al mundo de los vivientes. El nombre, etimológicamente significa Víspera de todos los Santos. Me llama la atención cómo dos culturas distantes, la celta y la católica, llegaron a un sincretismo paralelo, seguramente en Irlanda durante la Edad Media, y se vincularon secuencialmente las fechas y el sentido compartido de estas conmemoraciones, donde los muertos logran acercarse a los vivos.

En el caso de Halloween esta tradición se asoció con creencias y leyendas terroríficas, especialmente la de un supuesto ente maligno llamado Jack-o-Lantern, que proponía a quiénes visitaba, un acertijo que consistía en elegir entre truco o trato, siendo mejor este segundo, considerando que el primero implicaría algún tipo de sortilegio mágico en contra de los moradores de ese hogar.

En el caso mexicano, el Día de Muertos es una tradición católica que gracias al sincretismo, incorporó las creencias mágicas de los antiguos mexicanos. La muerte forma parte de la cultura de todos los pueblos prehispánicos, cada uno de ellos poseía una cosmovisión de la vida y la muerte como parte de un ciclo permanente, donde los muertos transitaban permanentemente de acuerdo con sus condiciones personales en vida, esto determinaba el recorrido que deberían llevar a cabo en el reino del Mictlán.

Había otros reinos para los que morían, por ejemplo, en combate, estos guerreros desafortunados en vida, eran afortunados en el más allá, donde ingresaban directamente al Omeyocán, que era el Paraíso del sol, dignamente presidido por nada más y nada menos que el mismísimo dios de la Guerra: Huitzilopochtli. Era un lugar de gozo permanente pero no era exclusivo de los guerreros, también los prisioneros que eran sacrificados a esta deidad encontraban un lugar allí, así como las mujeres que morían en el parto.

Tláloc también era otro dios importante en el panteón azteca, así que poseía un paraíso propio llamado Tlalocan, donde ingresaban aquellos que fallecían por motivos relacionados con el agua, especialmente los ahogados y los alcanzados por un rayo, además, por supuesto, de aquellos niños sacrificados al dios Tláloc. Cuenta la leyenda que era un lugar de abundancia y reposo.

Con la tradición católica se introdujo la importancia de orar por las ánimas benditas del purgatorio,  recuerdo cómo mi nonna Luisita, que era muy católica, siempre rezaba esta oración, también la de San Martín de Porres, que fue un santo muy importante de su devoción. Además de la oración durante el Día de Muertos, el símbolo de la Santa Cruz es muy importante, nonna Lusita era muy creyente también del Abad San Benito, recuerdo que siempre por las mañanas, cuando íbamos a la escuela, repetía en voz baja: Crux santa sit mihi lux, Non draco sit mihi dux. Tantas veces la escuché que terminé aprendiéndola de memoria.

Si el estimado lector y lectora, me preguntan qué voy a hacer mañana y pasado, si pienso ir o no a visitar el panteón donde se encuentran enterrados mi fratelli y famiglia, la verdad es que aún no lo sé de cierto. Obviamente que si me gustaría acompañar a mis sorellas Laurentina y Armandina, quienes nunca fallan en estas fechas, realizan una limpieza profunda del lugar y dejan bellas rosas amarillas, claveles, gardenias y girasoles.

La tumba familiar se encuentra en un panteón al sur de la ciudad de Monterrey, que cuando compramos era el lugar más nice que existía en materia funeraria, no había mejor panteón que ése, pero de un día para otro la desgracia llegó al Panteón Jardín: cientos de familias foráneas se posesionaron de los terrenos adjuntos y construyeron allí sus viviendas. La última vez que fuimos por motivo del entierro de mi nonno Toribio, era incómodo ver cómo a escasos cinco metros había familias llevando allí su vida como si nada: una señora cocinando la cena, a un costado, el marido saliendo del baño, semidesnudo, con una toalla amarrada como taparrabo, y unas chanclas aguadas que no podían faltar. Me da pena decirlo estimado lector y lectora, pero he pensado seriamente en comprar otro lote funerario en un panteón lejano de allí, porque sí resulta penoso este tipo de situaciones.

Platicando sobre este tema del Día de Muertos, nito Arturo me preguntó si prefería el entierro a la cremación. Siempre he pensado que es mejor que el cuerpo cadavérico se reencuentre con la Madre tierra que lo vio nacer, porque polvo eres y en polvo te convertirás. No pude evitar recordar un poema de Rubén Darío, y así le respondí con la buena memoria que aún me acompaña: “… y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos! Y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos...!”.

Nito Arturo con la agudeza mental que lo caracteriza, se percató que con esta respuesta poética estaba yo mostrando mi preferencia por una tumba, un panteón, dos metros bajo tierra; así que me preguntó con su punzante sentido del humor si me gustaría que me llevaran música de mariachi para tal ocasión. Sabía de antemano que odio asociar una música tan bella con la tristeza y el duelo, así que permanecí callado pensando cómo responder a un mayéutica que subía cada vez de tono y complejidad.

Le respondí que los nahuas, nuestros ancestros, acostumbraban enterrar junto con el muerto a una pequeña mascota canina llamada xoloitzcuintle, para que lo guiara en los intrincados caminos del Mictlán. Así que le pregunté que qué pensaría si la Chumina, una perrita maltés que forma parte de la famiglia, me acompañara en ese viaje tan complicado y lleno de espejismos.

Obviamente la pregunta no le gustó mucho, porque a la famosa Chumina la acaban de rescatar pagando para ello una cuantiosa recompensa, lo que motivó a que la gente del barrio diera pistas para dar con su paradero.

Nito Arturo ignoró la pregunta y afirmó, de manera directa, que lo mejor para un muerto es la cremación, pero yo permanecí firme en mi postura y esgrimí mi argumento central: “Imagínate nito que justo en el momento en que el cadáver se encuentre listo para arder en el horno crematorio, que el muerto se despierte al estilo Joaquín Pardavé, y lo quemen vivo, ni quién le quite lo chamuscado… por eso yo prefiero a la antigüita”.

Para finalizar este diálogo socrático, nito Arturo retomó la defensa de la famosa Chumina, argumentando que no serviría de nada, porque según la tradición tibetana de los muertos, en la entrada del Mara hay un guardián con dos perros cancerberos enormes y rabiosos, que se la comerían viva de un mordisco.

Tengo que admitir que lo que más me molesta de esta bonita tradición mortuoria, es que me impide seguir mi dieta al pie de la letra, ese pan de muerto es irresistible, y ahora hasta le ponen relleno de vainilla o chocolate, veneno puro pero como dice el dicho: poco veneno no mata. Eso espero.

Lo de las calaveritas no me gusta mucho porque hablan en tiempo pasado, donde ya la persona pereció y fue llevado por la mismísima Muerte a otro lugar desconocido. La mía seguramente diría: Al Profe Arturo la Muerte llamó, pero muy ocupado estaba: escribe que escribe. Qué tanto haces le preguntó la Calaca, a lo que el ilustre maestro le contestó: un bonito artículo para el Porvenir. Por lo que ella le dijo: deja eso ya que en domingo nadie trabaja. En eso la Flaca recordó: Ni yo tampoco, así que lo soltó. Feliz final el Profe encontró, gracias al Porvenir que la libró.




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