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Pequeño homenaje a Manuel Felguerez

Pequeño homenaje a Manuel Felguerez
Adiós a Felguerez

Publicación:13-06-2020
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El viejo risueño y feliz, se va. Su inmensa obra: arena de mar, del desierto, de cráter y polvo bicromático: se queda

Disciplina sobre la materia

Carlos A. Ponzio de León

      La arena se adhiere a la tela formando círculos. Redondeces imperfectas de una mano temblorosa que ha vivido noventa años. No importa dónde se comienza, en qué parte del círculo: la línea curva que lo forma terminará donde comienza, les dará la vuelta completa a las dificultades de la vida. Tantas similitudes entre vida y muerte. Al final, se vuelve, en espiral al mismo lugar; pero uno ya no es el mismo. Y en el camino se encuentran tantos matices: grises y dichosos lóbregos que de pronto adquieren un color alegre, como las piernas cuando son capaces de correr, como los brazos cuando son capaces de sacudir una emoción con el abrazo.

      Manuel retrocede y toma descanso en su asiento, desde donde observa los avances de la obra en que trabaja. ¿Dónde terminará esta cháchara?, se pregunta. Zacatecas no es una ciudad excesivamente compleja; pero se hará cargo de él: el país entero se hará cargo de él y de su obra. No quiere descansar; pero pronto será inevitable que gaste sus últimos días recostado, en malestar, como si ese fuera el precio por la belleza que brota de sus visiones: chatarra útil, lienzos bidimensionales de los que nacen una tercera fuerza.

      Más al fondo, colgada en una pared de su estudio, una tela sostiene objetos de metal. Como a la arena del mar en la profundidad bajo el agua: Manuel observa el fondo de su pieza: el color de la carne, una carne que se oxida con cada respiración. Manuel recuerda sus años en Europa: El Támesis. La Capilla Sixtina, Notre-Dame. Sueños que darán a su imaginación tanta energía: serán el nuevo impulso original para su obra.

      ¿Qué buscaba hace siete décadas?, se pregunta mientras inspira profundo, “si ya era un artista desde entonces”. Busca en la memoria el primer lanchón que vio en el Támesis. ¿Viaja, Manuel, en él, o en el buque de la historia? No lo sabrá mientras permanezca en este, nuestro mundo, el de los vivos. Tal vez más allá, su barco llegue al puerto donde se encuentran las respuestas. Por lo pronto, hay que concluir, hay que celebrar cada década vivida con una exposición.

      Las paredes del palacio más recientemente visitado en la Ciudad de México, son adornadas por las obras de Felguérez. No permanecerán, ahí, colgadas por la eternidad: Pero volverán a ser montadas, como el astro amarillo que aparece sobre nosotros luego de un descanso. Sus piezas ya no representan un intento, una crítica, una ruptura; son parte del ícono de una época, parte del tiempo que ahora permanece, de la realidad que invade las pantallas en cualquier ordenador en el que a través de Google se busca: Manuel Felguérez, imágenes.

      El viejo risueño y feliz, se va. Su inmensa obra: arena de mar, del desierto, de cráter y polvo bicromático: se queda. Con ella se empodera a la computadora y a la industria, con ella se le da forma a la matemática del pigmento: al abstracto concepto que se forma en la curva de una sonrisa. Su vida nos enseña lo efímera que es la independencia; su obra bailará hasta que deje de sonar la música. Y todo ello, a Manuel Felguérez, le da lo mismo.

      No sabe cuándo fue el último sorbo que le dio a su pipa. No tuvo oportunidad de despedirse de ella. Círculos naranjas alcanzó a distinguir cuando se escondía el sol. ¿Serán astros que algún día podremos admirar desde nuestro planeta? La pintura no alcanza a conocerlo todo. Por lo pronto, Manuel Felguérez nos deja sus abstracciones que unen la simplicidad de la resistencia con el color; y que sembraron: extendiendo ramas, ligando nuestra nación con la modernidad.

     

Lienzo blanco sobre lienzo blanco

Olga de León González

      La obra del Circuito de La palma, una obra que creó  Manuel Felguérez para moverse, cobra vida con la movilidad del entorno, sus colores metálicos de pronto empatan con el color de los autos que por allí pasan… también reciben y dan vida  -aun de un modo inconsciente-  a los transeúntes mismos, pues algo deja en la conciencia de quien por allí transita. Esto dijo el propio autor hace diez años en entrevista con Cristina Pacheco.

      El defensor del arte como creación individual y única que perteneció a la llamada Generación de la Ruptura, discrepó de la ideología personal no del arte de los grandes artistas del muralismo mexicano, y no podía ser de otra forma; ¿quién despreciaría el arte de las obras de Diego Rivera, Orozco o Alfaro Siqueiros?, nadie. Y, no obstante, sus formas de mostrar ideas en su arte, no es absoluta ni única. De ahí nace la Generación de la Ruptura, por oposición a la entonces escuela tradicional del nacionalismo mexicano, generación cuyos exponentes lucharon por consolidar su arte bajo otra perspectiva, una más individual y defensora del arte abstracto… Y no solo lo lograron en el terreno nacional, trascendieron las fronteras.  

      Manuel Felguérez es ícono del arte en el mundo, no solo en México. Aquí sus obras se las ve en museos, pero también en espacios públicos, su arte es suyo y del que lo contempla y lo aprecia a través de la mirada y del tacto. Por eso, el arte de Felguérez no se circunscribe ni a una nación ni una clase. El pueblo, alguna vez lo dijo él, no necesita explicaciones para apreciar al arte, simplemente lo ve y lo posee como parte suya.

      Por otro lado, los materiales en sus esculturas son diferentes y variados, aunque quizás el acero, el ónix y la talla en mármol fueran de sus predilectos.

 … las formas de Manuel Felguérez -escribiría Juan García Ponce-  tanto en la pintura como en la escultura son siempre reconocibles, le pertenecen de una manera inevitable, una y otra vez en su diferencia, estas formas lo muestran. (…) Ahí están las formas, son ellas las que hacen posible esa unidad dentro de la variedad. Esta es la característica de toda obra: crean al artista que las crea. Un juego de referencias secretas y por eso mismo más visibles en tanto arte (que) se establece en este nuevo límite de una secuencia.

Pintar un lienzo blanco sobre el lienzo, es una forma de manifestación del arte, en la pintura. El arte que rompió con la tradición eso hizo. Y con la generación de la Ruptura apareció el arte abstracto e individualista, que se planteó en contra de seguir un cartabón o líneas preestablecidas; buscaban libertad en la creación de la obra. El arte requiere, ante todo, libertad de ser.

      Si no hay creación, no hay arte decía Felguérez. Y su defensa del carácter individualista del arte, es lo que hoy lo muestra del tamaño de su obra universal, más allá de las fronteras del nacionalismo o la tradición. Mas, ¡oh!, paradojas del arte o de la vida y el tiempo: su arte abstracto e individual es hoy un arte tradicional… en Felguérez, y en las generaciones que con o sin propósito específico formó en esa persistente intención de mostrar la libertad de la creación, y particularmente del artista, quien deberá buscar sus propios caminos, no siguiendo a un maestro o escuela. Ironías del destino: forjar camino y ruta sin pretender que otros lo sigan; eso hizo, también, Felguérez.

      Habiendo sido hombre tranquilo y pacífico, no dejó de luchar por aquello en lo que creía: su forma personal de manifestarse en sus creaciones escultóricas y luego pictóricas, quizá por más practicidad, pero no menos creativas obras que no solo las produjo sino que ellas lo crearon y recrearon al paso por su vida y sus años siempre fructíferos, hasta el último momento.

      Como él lo declarara: el artista trabaja con objetos, los produce y les da vida… son objetos que ahí quedan. Así, su obra  -más de cincuenta en espacios públicos- permanece para recordarnos al artista que las creó: Manuel Felguérez.

      Así como el escritor se enfrenta a la página en blanco con el temor o la preocupación de que su mancha de tinta sobre ella se quede muy pobre ante la belleza inmaculada, igual el pintor enfrenta al lienzo. Y, en ambos casos, solo el artista podrá mejorar la belleza de la página o el lienzo blancos, si logran un objeto perdurable y digno de contemplarse y adentrarse en él.

      Manuel Felguérez nos legó maravillosos lienzos y objetos que transformó en arte, creaciones que habremos de cuidar para que no solo la memoria del artista sea perdurable, sino la obra misma.

 Y, al lienzo blanco lo pinto de lienzo blanco… y de colores, como en las doce obras escultóricas de la Glorieta de la Palma.         



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