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Jacinda Ardern vuelve a dormir bien

Jacinda Ardern vuelve a dormir bien


Publicación:04-03-2023
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Jacinda Ardern lo deja porque se le han acabado las fuerzas , y el mundo se sorprende ante su franqueza

Jacinda Ardern lo deja porque se le han acabado las fuerzas , y el mundo se sorprende ante su franqueza. La mujer que, contra todo pronóstico, alcanzó la presidencia de Nueva Zelanda con 37 años, convirtiéndose en la mandataria más joven del planeta, ha decidido no presentarse a sus terceras elecciones y regresar a casa con los suyos. Ya saben, ante cualquier tipo de apagón vital, la familia se convierte en destino. 

“No me queda gasolina en el depósito”, ha confesado mordiéndose labios y lágrimas. Burn out, quemada. La que fue portada de los principales medios mundiales, una líder que ha exhibido su inteligencia emocional como fortaleza, entregada a la “política de la amabilidad”, desiste de retener el poder con y sin sudadera.

En los análisis se ahondará en su gestión de la pandemia de covid, en torno a unas medidas de confinamiento extraordinarias y durísimas. Ardern tuvo que soportar la denuncia de una periodista neozelandesa embarazada a la que le negaron un salvoconducto de emergencia para volver de Afganistán, y dijo que había sido acogida –literalmente– por los talibanes. Hubo otros actos surrealistas, una ciudadana atacó con una espada la puerta de sus oficinas presidenciales, y los más excéntricos movimientos antivacuna se le manifestaron en cadena. Bagatelas para cualquier ­politicastro de acero, para quien una retirada a destiempo sería siempre una humillación.

También se recordará su reconciliadora respuesta tras los ataques terroristas a dos mezquitas en Christchurch: “Ellos somos no­sotros”. Sin olvidar pifias como la terrible ­crisis de vivienda, esa tibieza de sus reformas fiscales o el desplome de su popularidad.

“Si me queréis, irse”. La voz de Lola Flores retumba en nosotros cada vez que deseamos regresar a la casilla de salida para demostrar nuestro amor propio. Irse es un género en sí mismo. Una pequeña heroicidad, porque conlleva la expulsión de la rutina y la visión de un páramo. También implica abandonar caminos, y dar por perdido ese enorme deseo con que nos entregamos a un propósito. Decepcionar a los que te prestaron su aliento. Desdecirse de la ambición.

Por ello producen tanto interés los casos de aquellos que se retiran a pesar de su gloria. ¡Con cuánto morbo se siguen las retiradas del deporte o la música porque sorprende la renuncia al estatus de celebridad y el voluntario ingreso en las filas de los has been !.

El acto de las Ardern del planeta debería ser entendido como una muestra de cordura en lugar de incompetencia

La desescalada es un fenómeno que tuvo sus shares en los noventa. Descender voluntariamente de rango, responsabilidades y nivel de vida para poder realizarse como persona parecía más sensato que modesto. Con el nuevo siglo, la devaluación de la clase media vino rodada, sin apenas margen para elegir. Trabajar más por menos, ese es el mantra actual.

Ardern dice haber “dormido bien por primera vez en mucho tiempo” tras su anuncio. Su efímero modelo de liderazgo será celebrado por quienes aprietan el cinturón del cinismo. “Otro bluf”, dirán. Tim Jackson afirma en Poscrecimiento (Ned Ediciones/Arcàdia) que la lucha no es la única base de la existencia, ni la competencia su respuesta, a pesar de que estemos programados para vivir en alerta. En su ensayo, Jackson recoge el pensamiento de Hannah Arendt, quien hablaba de la felicidad elemental que procede del mero hecho de estar vivo. También del poeta Jalil Gibran, que celebraba la vida deseosa de sí misma. Pero siempre queremos más. Y, por ello, el acto de irse de las Ardern del planeta debería ser entendido como un acto de cordura en lugar de incompetencia.



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