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Los gemidos del viento

Los gemidos del viento


Publicación:15-05-2022
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Confundimos la inteligencia con la perversidad. Psicología

Antónimos perversos

Carlos A. Ponzio de León

      

      Querido Franco: ¡Qué historia, esa de la nevada en el camino a Nuevo Laredo!, ¡y qué caminada de tres horas con el frío en plena calle! Me acordé de mis propios tiempos difíciles, cuando dejé el país por la crisis de 1994. El famoso error de diciembre. No fue fácil cruzar la frontera con mujer e hijos, pero con el despido y la deuda de la casa… Pinches gobernantes… Estaba a un año de terminar con el crédito, luego de quince años de pagos… y con la crisis se me vinieron otros quince años de deudas… a la chingada con esos cabrones mentirosos que nos gobernaban. Recuerdo que eran puros funcionarios con barbas. Yo creo que no podían dar la cara, y al final se les premió con puestos internacionales. Desde entonces, hace más de veinticinco años, me levanto aquí en Luisiana a las seis de la mañana para empezar a trabajar a las siete, y regreso a casa a las doce de la noche. Nuestro hogar, allá en Guadalupe, se quedó abandonado. Ni a qué regresar, si el banco se hizo de la casa otra vez y se la vendió a alguien más. ¿A dónde viviría si me regreso a México?

      Acá tengo trabajo, muchos festivales de música, parques rete-harto bonitos, un frío que adorna el invierno y el calor que no sofoca el verano, pero, lo más importante, es que ahora tengo dos casas que estoy a punto de terminar de pagar, y que ni quién me las vaya a quitar. Creo en la gracia divina, que me pagó con creces tanta espera. Y el trabajo no me cansa, ni la gloria de servir a gente honesta. Tanto paisano que hay por acá. Cierto, unos cuantos andan haciendo maldades, otro tanto que hizo de las suyas en México y salió huyendo, pero muchos otros juntos, somos como parvada de golondrinas que hacemos verano.

      Pero definitivamente echo de menos nuestras carnes asadas, la cerveza de bote y el fútbol. Me han dicho, gentes de Monterrey que luego, por alguna razón u otra vienen para acá, que los Rayados tienen nuevo estadio, y que los Tigres han ganado varios campeonatos. ¡Cómo me acuerdo de aquel equipazo! Mantegazza, Barbadillo, Abuelo Azuara, ¡Tomás Boy y Osvaldo Batocletti! Una vez llevamos a Luisito a ver el clásico, al estadio Tecnológico, ahí en Avenida Luis Elizondo. ¡Qué pena me dio! Compré un boleto, no me alcanzaba para más, y pensé que con ese mismo boleto ¡podíamos entrar tú, Luisito y yo! ¡Nada de eso! Solo un adulto y un niño. Tuviste que regresarte, Franco. Bueno, de cualquier manera, a ti te gustaba más el béisbol de los Sultanes.

      ¡Y cómo te encantaba hablar de política! Te fregaron los neoliberales. Me acuerdo mucho de tu biblioteca. Muy grande. Tenías un libro blanco con una moneda en la portada. Jano o Juno, no recuerdo cómo se llamaba el dios, que veía para dos lados. Con dos caras. De un autor francés, también me acuerdo. Decías que el nombre del dios significaba entrada, o puerta. ¿A qué? No sé. Pero la figura tenía dos caras. A mí se me hacía perverso. Tú decías que así era la política. Pero acá, los americanos tratan de ser “polite”, así dicen. Y creo que eso significa ser “educado”, no “político”. Y, a veces, ser educados, amables, atentos, corteses, a nosotros nos parece ser hipócritas, pero a ellos no. Lo que pasa es que el antagonismo no les evita el comportarse con cortesía. Nosotros somos más de apariencias. Creemos que, si no revelamos nuestras emociones, estamos engañando al otro. 

      En cambio, para ellos, tener dos caras es engañar. La puerta de entrada. El otro día leí que el camino de subida es el mismo que el de bajada. Como… querer quedar bien con todo mundo, engañando a todo mundo. La puerta de entrada es la misma que la de salida, me imagino que podríamos decir también.

      Algunos dirán que eso es inteligente. Pero yo creo que así pensábamos de Salinas y Zedillo, que eran muy inteligentes, pero en realidad, a mí se me hace que al menos uno, era muy perverso. Confundimos la inteligencia con la perversidad. Psicología. Y aquí es lo mismo, solo que mirando para el otro lado. O sea, uno mira para la derecha, pero sucede lo mismo con el que mira para la izquierda. Perversos.

      Tú qué sabes tanto, ¿podrías decirme qué es lo contrario de terremoto? 

Sinónimos diversos

Olga de León G.

      

       Mi querida amiga: Me preguntaba el otro día, ¿hasta cuándo seremos reales, tendremos una existencia libre, digna e independiente de ataduras? ¿No te parece que así debería ser? ¿Qué piensas? La amiga solo sonrió con los ojos. Luego, agitando la mano contra el viento, se despidió… regresaba a su rutina de los quehaceres domésticos, esos que nadie reconoce ni paga.

      Sentí una rabia instantánea y fugaz, recordando los años que tenemos las mujeres cuidando de nuestras familias, de la casa, de los hijos, y del marido incluso, como si estuviera manco y no pudiera atenderse a sí mismo. ¡Ah!, y, además, muchas somos proveedoras, trabajamos fuera de casa porque no alcanza con lo que el marido nos da para el gasto; o por realización profesional, pues para algo estudiamos una carrera o más…

       Una también se cansa de ser invisible, de ser como otro mueble en la casa, o un florero con bellas rosas, cuando andamos “arregladitas”, y eso se nota cuando alguien ve la diferencia y nos lanza un: - ¡qué bonita te ves mamita! O, un agrio: ¿vas a salir, o vas regresando? Pero, ya está la comida lista y la mesa puesta, ¿verdad?, porque vengo con mucha hambre. Y me darás de comer, antes de pensar en irte a ninguna parte, por supuesto… Por fortuna, no es mi caso, ¡sería el colmo!

      Esa es nuestra rutina y nuestra labor obligatoria, para eso fuimos educadas y preparadas por todos: padres, iglesia, publicidad, mercadotecnia, y hasta colegios y escuelas privadas: para eso pagan nuestros padres un dineral, los que pueden y tienen: para que las niñas y adolescentes sean correctamente amaestradas, ¡perdón!, educadas, lavado su cerebro y pulido el pensamiento en un solo sentido, como: mujeres “refinadas”, “bien educadas”, hacendosas, obedientes, recatadas en el día y para todos; felinas, atrevidas o dóciles a los antojos masculinos: una amante en la cama, de noche. Y todo por el mismo precio: matrimonio

      A la mañana siguiente, de vuelta a la rutina; soportar desprecios, malas caras y hasta gritos o malas palabras por el menor detalle: no está en su lugar la corbata que quiere, no encuentra la camisa bien planchada que elije ponerse… (me pregunto, ¿será por haber sido muy buenas en la cama?)

      Pero, dirán las mejores, las del cerebro brillante de tanto lavado y pulido ético, religioso y publicitario: a mí no me pasa eso. Mi esposo es un amor y yo hago todo porque quiero y me gusta complacerlo y dar buen ejemplo a mis hijos… Son las que tienen a su mano lo que se necesita en casa y para ellas: dinero, dinero y dinero (al menos lo suficiente, porque también las hay bien portadas y educadas a vivir con lo que se tiene).

      Ya me cansé, de escribir tonterías, mi cuento no iba por allí. No doy con el numen de mi pensamiento, de mi filosofía de vida, de la grandeza de la vida que representa una mujer, cualquiera que sea su condición, cultura o estado civil.

       No logro transmitir lo que real y verdaderamente quiero decir sobre cómo estamos siendo tratadas las mujeres en estos tiempos de libertad, progreso, avances científicos y poca equidad para los grupos no bien posicionados en el entretejido social y económico del siglo XXI. 

      Intentaré enderezar el rumbo y llegar a un feliz término… aunque no sea el mejor.

      Los sinónimos siempre han sido mis aliados, amo regodearme en su uso, sin desconocer sus diferencias. Los sinónimos diversos, decíamos el otro día una amiga y la que escribe, son excelentes para hacerte entender ante lectores diversos que no gozan de amplio vocabulario, pero están dispuestos a seguir leyéndonos, porque confían en que sabremos llegar hasta su mundo o mundito personal: esto sería maravilloso. ¡Ojalá! que no defraudemos nunca su confianza. Va, pues el reembobinado, en otros términos, en otras palabras y conceptos:

      No conozco una mujer que reniegue de ser madre; algunas, a lo mejor, de ser o haber sido esposas. Pero el papel de una madre es único, irremplazable en la vida de los hijos y de ellas. Amo a mis hijos, hasta cuando a ratos, ellos puedan no quererme… o así piensen… porque no entienden mis actos ni que me equivoco porque soy humano, no dios. Hasta que pasa el tiempo y lo procesan. O… se convierten en madres y padres. Acabarán entendiendo que cuando nos necesitaron o necesitan, dejamos en un rincón olvidado el propio bienestar y hasta nuestro ser o esencia. Así somos las madres mexicanas. 

      Conclusión, final, cierre: diverso: otro día diré lo que hoy quise decir.



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