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Opinión Editorial


¡Ya pónganse a jalar!


Publicación:16-02-2022
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Lo que está de fondo e implicado en el simplón “¡Ya pónganse a jalar!” es un intento de despolitizar no solo la economía, sino la vida misma

¡Ya pónganse a jalar! Ha sido el grito que —a coro y sin mucha reflexión— un cierto sector de la población regiomontana, como de otras partes de México y del mundo, ha dirigido a quienes cuestionan alguna medida o estrategia gubernamental e institucional, buscando debatir y, sobre todo, crear mejores condiciones; una forma de ningunear la crítica y las protestas que claman justicia, bajo el supuesto de, “Si estás aquí protestando, es porque entonces no estás jalando, generando “los billetes papá”. 

Como podemos ver, esta posición (“¡Ya pónganse a jalar!”) no solo no considera el pensamiento y la palabra como parte necesaria, inseparable de la acción, algo que la regula, dirige y orienta de forma más eficaz, sino que la degrada a ser algo que le quita poder a la acción, la distrae del “Time is money”, del simple sometimiento a la orden de “ponerse la camiseta”. 

“¡Ya pónganse a jalar!” Es una frase que busca “golpear” a los cuerpos, despojarlos de su humanidad, de su pensamiento; reducir el lenguaje a mero vehículo para dar órdenes, hacerlos sentir mal al ejercer el pensamiento, la reflexión y cualquier bien cultural, como la protesta, el soñar un mundo y sociedad mejor, para dedicarse a ser una simple fuerza-bruta de trabajo, bien aceitada y adaptada a las condiciones que “el patrón” le desee dar, con tal de ganar unos buenos billetes. “…déjate de mamadas y ponte a jalar” —dice el empresario al gerente de recursos humanos de una empresa, quien le solicita una junta para revisar cuestiones fundamentales de salud, física y mental, de su personal; pero también el hombre a la mujer, que solo la considera una fuerza de trabajo (limpieza y comida) en su casa, “déjate de cosas y hazme de comer”, “déjate de mamadas y goza, no pienses”, y un largo etcétera.   

La reinscripción de la crítica, reduciéndola a simple labor de “quejas de huevones”—antes—y hoy, en el contexto de lo políticamente correcto de las redes sociales, simple ataque de haters, envidiosos que critican a quien posee lo que ellos nunca podrán tener –se curan en salud. Son estrategias para desacreditar la crítica, para buscar silenciar su contenido, producir la confusión “mientras son peras y manzanas, hay que jalar” y finalmente producir el olvido. Por ello una función fundamental de las artes es resistir el olvido, registrar la memoria, recordar que algo sucedió, un oprobio, una masacre, miles de desapariciones forzadas, una pérdida irreparable e irreversible para algunos, algo que a otro sector le conviene que se olvide rápido, que ya no se recuerde, que no se rememore, que no se haga crónica ni análisis de eso, pues no hay tiempo que perder, hay juego, ya vendrán las fiestas, y las máquinas que hay que poner a trabajar, hay que trabajar, sí, trabajar sin pensar, ganar sin chistar ni cuestionar, tu vida y la de tu familia depende de eso, que nadie diga nada, todo es así, candidatos de unidad, todos alineados, nadie se salga ni se mueva, todos al unísono…¡Pónganse a jalar!

Lo que está de fondo e implicado en el simplón “¡Ya pónganse a jalar!” es un intento de despolitizar no solo la economía, sino la vida misma, entender el trabajo como una simple actividad de generación de riqueza, de confort, de un cómo hacerle para alcanzar el éxito, sin relación con las conciencias, los principios y las opresiones de unos para que otros ganen. “No sean rojillos, revoltosos, izquierdosos…pónganse a jalar” 

El jale, esa forma coloquial de referirse a al trabajo, a la actividad laboral remunerada, es una palabra que busca tener la cualidad de estar despojada de ideas básicas, de ideología, de conciencia de clases, reduciendo el trabajo y la vida a algo, que se cree, es más simple: jalas, te pago y gastas, punto. Ignorando que es precisamente, dicha supuesta simplicidad de vida la que está cargada de inicio a fin de ideología: el trabajador, de cualquier nivel y contexto, no debe de pensar, sino solo “jalar”, reducir su vida y su acción a mero mecanismo, proceso, protocolo…no por nada se dieron muy bien aquí las ingenierías y las industrias sin humanidades, ni reflexión social, como sucede con las ingenierías y las empresas en muchas otras partes del mundo, donde si se considera la vida subjetiva, social y política, en relación a las disposiciones educativas y gubernamentales para la formación del ciudadano. Lugares que, por cierto, los partidarios del “Déjense de mamadas y ya pónganse a jalar”, gustan visitar como turistas o para enviar a estudiar a sus hijos/as, mientras la ciudad donde viven, Monterrey, es de las más contaminadas del mundo, con menos infraestructura, porque hay que jalar, deforestar, explotar los cerros y montañas, generar las viviendas excesivas sin planeación urbana ni ecológica, hacerse de la “vista gorda” ante el pésimo transporte urbano, la violencia y las desapariciones forzadas, el espectáculo sin chiste de los gobernantes que creen que gobernar es postear un video, hacer un escándalo, generar un like, un follower… 



« Camilo E. Ramírez »