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Opinión Editorial


Y sigue la violencia


Publicación:24-09-2020
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Violencia, feminicidios, desapariciones, delitos que van al alza gracias a un componente adicional: la impunidad

Violencia, feminicidios, desapariciones, delitos que van al alza gracias a un componente adicional: la impunidad. No deja de sorprender con tristeza y enojo, la cantidad de manifestaciones violentas que vivimos día con día dirigidas hacia las mujeres, víctimas de expresiones machistas y de exceso de poder percibido. Violencia que se traduce en injusticia y que, aunque la ley la considere, no se atiende.

En días pasados, salió la nota de una bestia que intentó quemar a su pareja embarazada. La roció con solvente después de agresiones físicas y verbales. La mujer salió como pudo de su domicilio a pedir ayuda. Al individuo lo detuvieron, por segunda ocasión, por violencia familiar, en la primera, recuperó su libertad. Fue en Monterrey.

El perpetuador actúa confiado en que no pasará nada en términos de justicia, porque, además, hay una connotación de tolerancia compartida por muchos. Pareciera que la violencia hacia una mujer se ha vuelto algo común, y ya no sorprende, se invisibiliza.

Además de la impunidad y de la “normalización”, está la falta de denuncia. No todas lo hacen porque las víctimas saben que no pasa nada, o hay temor o desinformación. Muchos casos suceden en la casa, en la familia. Hay niñas y adolescentes que son violadas por su cuidador o padre. Por ejemplo, Dora S. refiere que fue violada a los 8 años por un familiar que la cuidaba mientras sus padres trabajaban. “Me sentía mal, no sabía qué me estaba pasando, pero sí sabía que mi cuerpo estaba siendo violentado; al crecer no creía ser merecedora de formar una familia, ningún hombre me iba a querer”, señala.

Ante un caso de violencia, se demanda como mínimo, empatía, sensibilidad y la debida diligencia por parte de las autoridades quienes deben dar muestras de interés, atención y seguimiento; asegurar el servicio de procuración de justicia y dar el apoyo y acompañamiento a familiares y víctimas. El procedimiento está claro, pero se queda inconcluso.

En México todos los días se registran entre 9 y 11 muertes violentas de mujeres; se calcula el 97 por ciento de impunidad en feminicidios. De 2015 a 2018, fueron asesinadas 12 mil 378 mujeres en total, pero en ese mismo lapso solo se dictaron sentencias condenatorias en 407 casos, es decir, sólo el 3 por ciento. Solo 1 de cada 5 asesinatos de mujeres se indagan como posible feminicidio, lo que significa que el 80% de los asesinatos de mujeres quedan, casi desde un inicio, fuera de la posibilidad de una condena por dicho delito grave. 

No todos los casos llegan a la muerte, ese es el punto final de una continua y sistematizada violencia.

Duele advertir este grado de impunidad e indiferencia; así mismo, la desesperación de las personas dañadas y sus familias, ante la injusticia y nula actuación de las autoridades. Desesperanza reflejada en plantones, cartas y gritos que no son atendidos, que no llegan a nada.

La reciente toma del edificio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, es una manifestación del hartazgo ante la falta de resolución de casos que se vuelven perpetuos. No se justifica el daño al inmueble, mucho menos la destrucción de expedientes que empeoran la situación para otros casos, sin embargo, son muestra de la desesperación ante la violación a los derechos de las víctimas. 

“¡Ya basta de tolerar al gobierno que nos está engañando, ya es hora de desnudar quién está haciendo el trabajo (de defensa de las víctimas) y quién no!”, "es caótico buscar a una desaparecida entre cientos de cadáveres de hombres muertos en sus guerras", han sido algunas de las expresiones de las manifestantes.

Ante la toma del edificio, ¿saben qué dijo el Presidente?: “este asunto tiene mucha difusión porque la prensa conservadora, los medios de comunicación, lo magnifican para perjudicarnos, hay mucho encono, coraje, en contra de Rosario Piedra, sobre todo de los grupos conservadores… hay una demanda justa de que se atienda la necesidad, pero ya se convirtió en un asunto, vamos a decir, político, y no me equivoco de que (está) abrazado por el conservadurismo”. 

Se trata de un grave problema estructural que no se soluciona con comentarios sarcásticos ni con culpar a los conservadores. Creer que es un tema de ideología es, o muy ingenuo, o muy perverso. 

Margaret Atwood, escritora canadiense señala: “Los hombres temen que las mujeres se rían de ellos. Las mujeres temen que los hombres las asesinen”.

No es justo ni ético dañar a otros, tampoco permitir que otros lo hagan. 

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com



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