Opinión Editorial
Viajar, viajar y viajar
Publicación:23-05-2021
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Hace más de un año iniciamos el confinamiento y con ello un cambio profundo en nuestra manera de pensar la realidad.
Hace más de un año iniciamos el confinamiento y con ello un cambio profundo en nuestra manera de pensar la realidad. Definitivamente ya no somos los mismos que fuimos antes de la pandemia, hoy, el mundo postcovid nos ha vuelto más sensibles al valor del vínculo humano. Esta idea la pude constatar el día de ayer al leer el New York Times, me topé con el reporte de una investigación, realizada en aquellas latitudes, sobre las actitudes de la gente antes ydespuésdel Covid.19. La idea central es que la gente está valorando su riqueza (wealth) desde una perspectiva más humana, el Covid-19 no sólo sacudió la creencia omnipotente de que el dinero lo resuelve todo, una ilusión que topó con pared, además, fue evidente que aunque se contara con los recursos económicos, el SARS-CoV-2 limitó muchas libertadas, entre ellas, la de recorrer el mundo, conocer lugares distantes y misteriosos, descubrir nuevos paisajes naturales y conocer otras culturas.
Hoy en día, una vez que el confinamiento en los Estados Unidos comienza a mejorar, las personas están pensando en viajar, no de manera aislada, sino en grupo, buscando cómo reencontrarse con los seres queridos que han estado lejos y disfrutar con ellos deesereencuentro. Un artículo del New York Times que se intitula As restrictionsloosen, familiestravel and spendbig; destaca la decisión familiar por viajar y, sobre todo, el gastar en grande, sin escatimar en gastos para generar un viaje espectacular e inolvidable.
Canadá aún no abre sus fronteras a los viajeros, así que queda descartada, pero los Estados Unidos son un destino interesante, además, para promover el turismo, ofrecen vacunación para turistas, por lo que la derrama económica es doble, ya que el interesando tendrá que volver por su segunda dosis unas semanas después.
México es muy buen destino turístico, probablemente sea el país con mayores atractivos en este campo, además, es más barato ya que el peso mexicano permite al turista extranjero que le rinda más su dinero. Para los residentes mexicanos que estamos conscientes de la guerra que se libra hoy en día entre los cárteles de la droga, le pensamos dos veces viajar por carretera. Pareciera que la opción menos insegura, es el tomar un vuelo y llegar al destino turístico y permanecer allí, en el área del hotel que nos ofrece mayor seguridad.
Puedo decir con agradecimiento a la vida, que he tenido la oportunidad de visitar más de 30 países, algunos de ellos con la familia, otros pormotivo de trabajo, y siempre ha sido muy emocionante el emprender cada viaje; es increíble cuánto aprende uno de la geografía, de la política, de la cultura, de las lenguas, de las cosmovisiones de las personas que habitan lugares próximos y distantes.
Estoy convencido que viajar es uno de los retos intelectuales y físicos, que demandan capacidad de adaptación inmediata, desde el momento que subimos al autobús o avión, barco, tren, motocicleta, o cualquiera que sea nuestro medio de transportación, la emoción de la aventura se apodera de nosotros y ganamos mayor autoconfianza, perdemos los temores y resolvemos cómo sea las contingencias que nos plantea el viaje.
En una plática reciente con el nieto Arturo, me dijo que quiere visitar Japón, “¡es un lugar distante!”, le respondí, y luego le pregunté: “¿estás ya aprendiendo algo de japonés?”. Me percaté que no entendía el punto central de mi pregunta, el leitmotiv de la misma, así que decidí utilizar mis recursos pedagógicos y demostrar la importancia de conocer aspectos mínimos de la lengua de la tierra que pretendemos visitar.
Fue así que le narré que en 1974 realizamos un viaje a Europa junto con su papá Arturo, su tío Yuri y su nonnaLicha; le describí las peripecias para movernos en una docena de países en los que la gente no hablaba español ni inglés; en nuestro recorrido por Bulgaria, Hungría, Turquía, Rumanía, tuvimos que contratar un intérprete que nos guiara por aquellos lugares. Pero la asistencia de este guía bilingüe no podía ser eterna, así que llegó un momento durante el viaje que nos despedimos del guía y del chofer, y en algún momento nos encontramos haciendo una larga fila para tomar el tren que nos llevaría de Plovdid, en el centro de Bulgaria, a la ciudad de Varna, un paraísoturístico ubicado en las orillas del Mar Negro. Después de hacer una fila maratónica para comprar los boletos del viaje, ya en la taquilla nos percatamos que el vendedor no hablaba más que búlgaro, así que no comprendía a dónde queríamos ir, ni cuántos boletos necesitábamos, etcétera; era obvio que necesitábamos un intérprete, desesperado hablé en inglés tratando de encontrar alguien en la fila que pudiera ayudarnos con la comunicación. Afortunadamente, apareció alguien que nos ayudó con la traducción, logramos así superar la barrera comunicativa, para avanzar en el viaje.
Al terminar la historia, observé que el nieto Arturo no se mostraba muy sorprendido, así que insistí que debido a estos avatares de los viajes y la necesidad imperiosa de comunicarse, era necesario dominar elementos básicos del idioma. “No lo requierononno, ahora tenemos esto…”, me mostró su teléfono celular. Se percató que no logré descifrar el mensaje, así que agregó: “Con internet acceso a esta aplicación de Google Traductor, y con eso puedo entender lo que me dicen y puedo comunicarles en su idioma lo que necesito”. Me puso el ejemplo en búlgaro, y aunque el alfabeto cirílico no lo comprendo bien, perfectamente escuché algo como: “¡Dai mi petbiletazaVarna!”; y luego la pregunta obligada por la cantidad de dinero involucrada en la compra: “¿Kolkostruva?”. Finalmente, la nota inexcusable de gratitud: “¡Blagodarya ti!”. Problema resuelto.
Después de esta demostración tecnológica, no lo dudé más; es posible viajar y resolver las barreras idiomáticas de manera muy práctica, así que le pregunté al nieto Arturo: “¿y más o menos, para cuándo estás pensando viajar a Japón?”. Inmediatamente se percató que me estaba entusiasmando para participar en un viaje que implica recorrer muchos kilómetros en dirección al oeste;“¿Quieres viajar 10,438kilómetros?”, me preguntó con sorpresa.
Obviamente, era normal que estuviera intrigado y, con profunda inquietud,volvió a preguntarme: “¿Y para qué,nonno, quiere usted ir a Japón?”. Sentí que estaba siendo interrogado, pero no me inquieté por ello, respondí con mucha seguridad, la certeza que te brindan siete décadas de vida: “¡Quiero presenciar un torneo de Honbasho profesional!”. En lugar de apaciguar sus dudas, su cara de What se volvió total: “¿Qué es eso?”, preguntó como cuando alguien comienza a sentir el gusanito de la desesperación. Le respondí con la parsimonia de alguien verdaderamente iluminado con un propósito viajero: “Se trata de un antiquísimo deporte nacional japonés, conocido como la lucha de los dioses…”. El nieto Arturo se quedó pensativo por un largo tiempo, hasta que finalmente salió de su estado ecuánime y murmuró con cierta duda: “¿a poco te refieres al sumo?”. Entonces, asentí meneando mi cabeza ligeramente. Emocionado, el nieto Arturo, no pudo evitar mostrar una gran sonrisa llena de brackets: “¡Guau,nonno, entonces, debemos ir juntos a Tokio…!”.
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