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Opinión Editorial


Sin/con sentido


Publicación:10-07-2024
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Cansados de no hacer nada. No se trata de un cansancio efecto de haber realizado algo extenuante, sino de vivir sin ton ni son, sin sentido ni deseo

Cansados de no hacer nada. No se trata de un cansancio efecto de haber realizado algo extenuante, sino de vivir sin ton ni son, sin sentido ni deseo, sin ningún proyecto, objetivo o meta, solo pasando el tiempo, cubriendo trayectos, lugares y necesidades.

¿Qué la falta para ponerse las "pilas"? ¡Tiene todo para ser feliz! –se preguntan sus padres ya también desesperados. Pasan los días, semanas, meses, estaciones, años y nada...todo sigue igual, los horarios no los condicionan, viven fuera de horario, la familia simplemente los ve deambulado hasta horas de la madrugada; no se activan con el ritmo de la familia, cuando se levantan, ya pasado el mediodía, su aspecto es de derrota, sin ninguna aspiración, se tardarán todavía un rato más en activarse, comerán algo y luego les dará mucho sueño, para cuando se den cuanta ya lo habrá alcanzado la puesta del sol. Alrededor todos se mueven, buscan, planean, cambian. Mientras ellos permanecen estáticos ante las miradas de indiferencia o preocupación de sus familiares. 

Se trata de jóvenes —cada vez más jóvenes y muchos adultos— que declaran no encontrar un sentido de vida, una satisfacción que los llene; viven bajo el peso del simple vivir por vivir, todo les cansa y fastidia, viven en el rechazo de cualquier actividad o exploración. Por otro lado, han encontrado la manera de no tener tanta necesidad de hacer algo, ya que viven con sus padres o, incluso, algunos de ellos ya tienen familia y son sus esposas o esposos quienes se hacen cargo de todo lo que ellos necesitan, para así perpetuar la inacción.

Algunos creen que están deprimidos, que su único problema es estar todo el día sin hacer nada, perdiendo el tiempo en el celular, dejar las cosas para después, procrastinar, no tener ganas de tener ganas, no tener motivación; algunos, cuando se hartan de hacer lo que hacen reaccionan y buscan ayuda, tratando de encontrar algún alivio y consultan con psicólogos y psiquiatras, estos últimos les prescriben algún medicamento y nada, no se produce el resultado esperado, se decepcionan y siguen en las mismas, creyendo que no tienen remedio.

Los hay muy variados, tanto quienes se descuidan en su salud y aspecto personal, dejan de bañarse a diario, se desvelan y abusan de sustancias tanto legales como ilegales, así como los que se vuelcan intensamente 24/7 al cuidado de su salud y aspecto físico. Ambos casos tienen el elemento en común del sin sentido y el fastidio, tanto en la inactividad como en el exceso de la misma encuentran rápidamente el aburrimiento, sólo que mientras unos viven en modalidad de ahorro de energía permanente, los otros, son presas del movimiento maniaco del deber ser de la salud y el bienestar, de cosechar experiencias intensas de felicidad, dietas y ejercicio, siendo el resultado compartido: el vacío, el sentir que no van a ningún lado.

Los escenarios y características particulares pueden variar de persona a persona, pero más o menos las características antes mencionadas se mantienen. ¿Qué sucede?

Vidas aceleradas, escuelas del requisito y la evaluación, trabajos estandarizados... ¿qué tienen en común con esos malestares sociales? El deber ser de un imperativo categórico en dos sentidos: tener que ser útil, más allá del tiempo es dinero, de ser feliz y mantenerse saludable, para poder cubrir necesidades y experimentar algún tipo de placer, todo el tiempo y a toda hora. Dicho bombardeo organiza la idea prefabricada de la felicidad, de la calidad de vida, ante lo cual, la única respuesta es responder con indiferencia. El sin sentido aparece como un efecto de una vida desconectada de participar en la misma de manera singular, en algún momento de su vida algo se desconectó de esa vocación singular, de esa forma singular de vivir, para entonces hacerlo en función de los demás, alguien o algo, gracias a lo cual la persona quedó borrada, y ahora, después de unos años, no logra reconectarse, reposicionarse. Sólo que, en la mayoría de los casos, las personas no lo saben, sólo cargan sus cuerpos y mentes fatigadas somo lastre sintomático efecto de aquel diseño de vida. El gran ausente es la singularidad, la vida una por una, la responsabilidad ante la propia existencia. Elementos que poco a poco se han ido desdibujando de las vidas, familias e instituciones, para producir seres sin memoria ni deseo, seres pensados como simples piezas y mecanismos de las líneas de producción industrial, bajo el peso del deber ser, con su lógica "no se puede mejorar lo que no se puede medir". Entonces estas vidas muestran uno de los fracasos de dicho proyecto: por qué no es feliz, por qué no se pone las pilas, por qué no sale adelante...justamente por eso, porque se plantea como un deber ya establecido previamente y al cual cada uno debiera adaptarse, en lugar de decidir en cada momento y circunstancia quien se quiere ser y qué se desea decidir. Al no encontrar esto, al no poder realizar eso para sí mismo, pareciera que la única opción que encuentran en la marcha es desistir, parecer a ese sistema a esa lógica, como un desecho, un estorbo, algo que no es lo que debería de ser. 

Realizar un psicoanálisis, al no ser una cura estandarizada de adaptación de personas a un ideal, sino una exploración en las condiciones singulares de una vida, puede ofrecer la posibilidad de retomar dicha reconexión singular, para desde ahí sustentar una forma igualmente singular de vivir... Tocará a cada persona decidir entre decir si o no a esa experiencia psicoanalítica, eso no lo puede decidir nadie en nuestro lugar. Es, como todo en la vida, implica una apuesta.



« Camilo E. Ramírez »