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Opinión Editorial


¿Se lo merecía?


Publicación:11-08-2021
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Si se quiere vivir en democracia, entonces esto quiere decir que el respeto a la libertad de elegir es de los valores más altos

Hágase la voluntad de Dios, en los bueyes de mi compadre

Anónimo

“¡Se lo merecía por andar saliendo! ¡¿Acaso no ven como están las cosas?! ¡Pero hay un Dios que todo lo ve!”, “¡Por esa gente que anda saliendo, arriesgándose, no me dan ganas de rezar!” Declaran a diestra y siniestra algunos ante el aumento de contagios y fallecimientos en esta que se declara ser la tercera ola de la pandemia. Argumentando una lógica de castigo retaliativa, tipo karma que cae sobre aquellos/as que se lo merecen: “Vean como cosechan lo que siembran”, “La sabiduría divina se impuso” –dicen. Sosteniendo una especie de “Ojo por ojo, diente por diente”. Proponen medidas, según ellos, de extrema eficacia para, desde el combate a la pandemia, la administración pública, hasta cómo debe un director técnico alinear a su equipo en un juego de futbol. 

A menudo, quienes declaran tales ideas extremas de “matemos a todos los malos y el mundo será mejor”, son las mismas personas a quienes les gustarían los Estados totalitarios (con el otro, claro, no con ellos mismos, ellos siempre justificarán perversamente sus acciones) con libertades y derechos restringidos al mínimo, ofreciéndose como jueces implacables del ejercicio legítimo de las libertades de cada persona. Se dicen demócratas, liberales y amantes del libre mercado, pero al más mínimo poder que reciben, se descubren y erigen como grandes dictadores/as, generadores de monopolios. Los hay en todos los campos y ámbitos, familiares, académicos, empresariales, deportivos y religiosos. No saben integrar y convivir con las diferencias, sino excluirlas cuando no pueden aniquilarlas.

Si se quiere vivir en democracia, entonces esto quiere decir que el respeto a la libertad de elegir es de los valores más altos. Que la libertad del otro no termina donde comienza la mía, sino que el precio que se paga por la libertad es vivir en un contexto de delito potencial, cuando no permanente. 

De la misma forma que no se puede declarar amar a una persona, pero se le busca manipular y controlar, reduciendo sus libertades a la más mínima expresión para que haga lo que nosotros deseamos, no se puede querer vivir en democracia con justicia, al tiempo que se busca castigar directamente, de propia mano, a quien ejerce de manera inadecuada sus derechos y libertades. Aceptar la libertad del otro cuando me conviene, es fácil, aceptarla cuando no la comparto e inclusive, me afecta, es más difícil. Por otro lado, tal polarización de premios-castigos, que culpabiliza exclusivamente al ciudadano de los malestares sociales (El mal está en uno, el que está jodido es porque quiere) puede ser igualmente aprovechada por gobiernos y grupos del crimen organizado. El primero: no asumiendo su responsabilidad ante lo que sucede, por ejemplo, el mismo gobierno local de NL que ha relajado en mucho las medidas sanitarias ante la pandemia es el mismo que ahora regaña como niños a sus ciudadanos; el segundo, amparándose, escapándose gracias a los huecos y malabarismos legales que rayan en la ilegalidad del Estado de derecho.

Actuar y tomar una decisión siempre implica un riesgo, un efecto no calculado. Eso lo sepa uno o no. Lamentablemente, como lo han expresado pensadores y poetizas a lo largo de las épocas, la sabiduría llega cuando ya no sirve de mucho, cuando ya no hay tiempo ni condiciones de cambiar una decisión, ¿será? Ya que muchas decisiones poseen un carácter de irreversibilidad, es decir, no se pueden deshacer sus efectos, sino responder ante los mismos, hayan estado calculados o no. En ese sentido –como lo expresó el psicoanalista francés Jacques Lacan—de nuestra posición de sujetos siempre somos responsables. 



« Camilo E. Ramírez »