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Opinión Editorial


Resistencia al cambio


Publicación:07-07-2021
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En el análisis, como en la vida misma, no basta con desear, decir y añorar, es necesario dar un paso al frente

Se sufre para no sufrir

Jorge Forbes

Por más que el ser humano esté constituido a partir de una esencia vacía (“En el humano, la existencia precede a la esencia” ha dicho Jean-Paul Sartre, diferente al resto de los animales, los cuales disponen todas sus habilidades ya instaladas biológicamente) la cual posibilita crear múltiples y variados caminos en la vida, hay quienes prefieren “huir” de la libertad y facultad de tomar decisiones, renunciar a su creatividad, para enfrascarse en un circuito infernal que instala una repetición interminable y pesada, que, aunque incómoda, se cree segura, por la ilusión de constancia y aparente seguridad. Se sufre de la pesadez de la repetición, de lo mismo, precisamente para no sufrir el vacío, las consecuencias y responsabilidad ante las propias elecciones. 

“Deseo cambiar mi vida”, “Quiero dejar de…”, “Ya no quiero seguir…” Son frases que los psicoanalistas escuchamos a menudo desde el primer encuentro con las personas que deciden consultarnos por alguna situación que les hace sufrir (les preocupe, se interroguen…) en su vida. De inicio, no podemos descartar la veracidad de las mismas, la escucha analítica implica escuchar siempre “a la letra” lo que alguien dice, sin embargo, al paso de las sesiones, se podrá verificar la cualidad de las frases: qué dice realmente el paciente cuando dice lo que dice, qué busca, qué espera, será que realmente quiere conocerse, cambiar, dejar de… son cuestiones sin respuestas automáticas y que no deben plantearse desde lugares comunes, sino requieren ser respondidas una a una de manera singular y decidida durante el tratamiento psicoanalítico. Ya que, en el análisis, como en la vida misma, no basta con desear, decir y añorar, es necesario dar un paso al frente, responder, decidida y singularmente, por aquello que se desea. Ya que lo que se desea realmente en la vida se le debe arrebatar a la vida misma, no cae del cielo, no necesariamente lo darán los padres o la familia, la pareja, el jefe de trabajo, los gobernantes…debe ser conquistado singularmente por cada uno. 

Y cuando digo “arrebatar a la vida” no nos referimos a una forma corrupta y perversa de funcionar, buscando ganar a toda costa, chingándose a los demás, actuando sin escrúpulos de ningún tipo, sin asumir la responsabilidad de los propios actos. Todo lo contrario. Nos referimos a que cada uno de nosotros, llegado a un cierto momento en la vida, cuando ya se puede ser consciente, es responsable ante sí mismo, y no puede dejar o depositar la responsabilidad de su vida, de las propias decisiones en alguien o en algo más, esperando que esa persona o “eso” realice o retribuya todo lo que se espera, por el simple hecho de esperar eso del otro. No existen avales de vida. Esa, podríamos decir, es una de las consecuencias de un análisis: advertir que cada uno de nosotros siempre podrá responder de una forma singularmente creativa ante lo que le suceda. 

Por otro lado, quienes renuncien a ejercer la facultad más inherente del ser humano, como lo es el decidir, se estarán igualmente condenando a una posición pasiva y de frustración permanentes, ya que siempre buscarán algo o alguien que les de la ilusión que podrá garantizarles algo (amor, bienestar, tranquilidad, dinero, seguridad, reconocimiento…) pero llegado el momento de comprobar que nada ni nadie lo puede hacer de manera absoluta, se verán decepcionados/as, haciendo la retirada hacia la búsqueda de un nuevo “amo” que les otorgue la ilusión de que “ahora sí” habrá esa retribución que tanto buscaban y añoraban; todo por mantenerse decididamente en el autoengaño de que sea alguien más y no ellos/as quien les debe solucionar sus problemáticas. Es decir, prefieren sufrir (de la ilusión y decepción del otro) para no sufrir los efectos y responsabilidad de las propias decisiones de vida. Ignorando que esta última, si bien siempre porta un riesgo, es al mismo tiempo la posición de libertad más radical-terrenalmente-sublime de cada humano, ya que faculta a cada persona a poder legitimar, responsable y singularmente, su ser y estilo de vida, a los cuales no precede ninguna esencia. Pues cada deseo exige invención y amplificación. 



« Camilo E. Ramírez »