Escuela entusiasmo. Escuela simulación. Escuela burocracia. Escuela misterio, encuentro, cambio y transformación. Escuela-prisión, escuela como espacio de recuperación de sueños (Silvia Bleichmar) 

Maestras y maestros desechables, intercambiables, cansados, amargados y fastidiados. Maestros cobardes, refugiados en la docencia, por no tener el valor de enfrentar la vida. Maestros inquietos, amantes del saber, entusiasmados; maestros testimonio de vida y profesión. Maestros que dividen nuestra vida en un antes y un después, que la enriquecen. Maestros-estudiantes, los mejores, maestros viajeros, que viven y asumen sus actos, que tienen palabra, que nunca abandonan, ni traicionan. 

Libros pesados, incomprensibles, obsoletos, libros golpe, encuentro, sorpresa y verdad. Libros infinitos, libros mundos, libros mares... ¡libros amor! y salvación.

Tiempo de vida, tiempo de aprendizaje, de pérdida y ganancia, tiempo muerto, tiempo de muerte: tiempo desplazado, procrastinación, la vida sin tiempo, fuera del tiempo, pérdida en el tiempo del sin sentido con olor a nada y vacío. Tiempo presente que crea el futuro, que vive en el eterno presente del instante, que vive, siente y respira, que siempre observa.

Secuestrados del celular y lo inmediato no podrán saborear una platica, un encuentro, un gesto... estarán habitados por el imperativo hueco de la diversión genérica, esa que es igual para todo el mundo, vivirán buscando agradar a los demás, a esos otros que creen son ellos mismos.  

Palabra vida, palabra creación; palabra regaño, instructivo y pendiente; palabra que ya nace muerta o aquella inquieta que con entusiasmo y responsabilidad, crea, amplifica y transporta. ¿Qué palabra nos habita para hablar a los niños y jóvenes? ¿Qué fuerza nos mueve para vivir, investigar y crear?