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Opinión Editorial


Poetar


Publicación:07-04-2021
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Usamos un código (el idioma) que nos preexiste y nos es dado, sin embargo, el código nunca sabrá por qué caminos irá nuestra palabra

La finalidad de un análisis es crear un sujeto listo para todas las circunstancias 

Jorge Forbes   

Usamos un código (el idioma) que nos preexiste y nos es dado, sin embargo, el código nunca sabrá por qué caminos irá nuestra palabra. Ese es el triunfo del habla humana: sustentar de formas creativas un instrumento que posee una doble cualidad de pobreza-riqueza, que al tiempo que intenta nombrar lo posible, falla, pero, gracias a dicha falla, se aproxima a decir lo imposible. 

“Los hijos son poesía” (Massimo Recalcati) en el sentido que, poseyendo un origen en sus padres (“un código”) son una transgresión y amplificación de este; su vida escribe versos propios, justamente como el habla y la poesía lo son del código. No hay poesía sin código, pero la poesía no está contenida en el código, sino más bien lo subvierte, lo transfigura, lo amplifica y recrea. 

Durante un análisis el paciente hace la experiencia de las palabras que intentan nombrar al mundo y sus objetos, sobre lo que se vivió, lo que se recuerda, lo que se siente, sobre lo que se ha sufrido… a las palabras que tienen la cualidad de crear, que subvierten “el código”, amplificando los horizontes de vida para “…estar listos para todas las circunstancias”. 

Una a una van desfilando las palabras intentando describir y expresar alguna experiencia, en una búsqueda por calcarla. Hasta que un día se advierte su imposibilidad, pues ellas poseen una lógica, ritmo y efectos propios: no somos nosotros necesariamente los que hablamos, sino hay algo que habla más allá de lo que Yo quiera decir. “El Yo no es amo en su casa” -ha dicho Freud, refiriéndose a la experiencia de Asociar Libremente durante un psicoanálisis (decir todo lo que venga a la mente, por más ilógico, sin sentido y vergonzosos) cuando el paciente abandona el control de lo que dirá y cómo lo dirá, abriéndose paso hacia el descubrimiento de la verdad sobre sí. 

Los poetas y comediantes –entre muchos otros– nos muestran cómo crear cosas con las palabras, haciendo un uso inédito de las mismas, para poder, no solo decir, sino realizar lo imposible: pasar de la tragedia a la comedia, ver algo que no se podía ver previamente, lograr realizar un sueño, y por ello mismo, imposible. De la misma forma opera el arte de lo imposible en el desarrollo científico y tecnológico, y de la acción política.

Poetar se refiere al acto de crear cosas con las palabras, amplificando sus horizontes semánticos y creativos, al grado que una persona pueda modificar su vida. Desprenderse de la suposición limitativa del lenguaje como un mero código referencial, de “Así son las cosas y punto”, para transformar los referentes, trastocando sus lógicas y alcances. De forma práctica, podríamos decir, la persona logra cambiar sus referentes y su realidad, gracias a la acción de la palabra que crea. No en un sentido mágico, como el que proponen algunos programas de superación personal y desarrollo humano, sino en sentido de un cambio ético: la persona modifica su relación con la palabra, por ejemplo, pasando de la palabra-queja a la palabra-creación, palabra potencia que, justamente, porque se sabe limitada para poder decirlo todo, es que logra todo, “…lista para todas las circunstancias”. Y con ello se consigue transitar de la impotencia a la realización de lo imposible, dando una sensación de adaptabilidad ilimitada, por lo tanto, un aumento de creatividad y felicidad, a quien sustenta dicha posición. No de manera fácil ni ingenua, sino contemplando y asumiendo todos los riesgos que implica no esperar garantías absolutas en alguien o algo. ¡Listos para todas las circunstancias! 



« Camilo E. Ramírez »