Banner Edicion Impresa

Opinión Editorial


Pepe Infante


Publicación:01-12-2021
version androidversion iphone

++--

Las memorias y tiempos compartidos nos acompañan como testimonio de lo que fue y no continuará de la misma manera

El sábado pasado me dieron la noticia de que habías fallecido. Hacia tan solo unos pocos días, cinco para ser exactos, habíamos presentado un trabajo juntos. Me quedé sin palabras, en silencio. De pronto, todo alrededor me pareció nimio, sin importancia.  Recordé tu risa, tus palabras y bromas. Con dolor advertí que ya no regresarían. 

La muerte, esa que existe desde que el mundo es mundo, lo más presente y permanente en la vida, no obstante, siempre nos sorprende y desgarra. No sé que decir, la hoja en blanco que tengo enfrente me interpela y regresa la mirada de una nada que habita en el fondo de nuestros ojos. Maldigo y bendigo a la vez, gritos silenciados por un recuerdo que ya se ha ido. Interrupción, discontinuidad, encuentro, sorpresa, cambio, transformación…

En el Inconsciente –decía Freud—nadie cree en su propia muerte, ¿será por eso por lo que siempre la muerte nos sorprende y hacemos como que somos impresionados por ella? ¿O será que el cariño y amor que sentimos por ciertas personas, creemos a un cierto nivel, que ello podrá protegerles, exorcizarles, del fin? ¿Un sueño potentemente banal: vivir más allá por el amor? ¿Será que nuestro poder humano radica en una pobreza riqueza, hacer cosas con las palabras, en una flaqueza que se fortalece y renueva, no donde es impotente, donde falla, sino justamente donde flaquea y se pierde, donde sueña a lograr lo imposible?

Las memorias y tiempos compartidos nos acompañan como testimonio de lo que fue y no continuará de la misma manera. La vida nos regaló algo que no pedimos: esa extraña presencia tuya llamada ausencia. Descansa en paz, Pepe, acá seguiremos en las faenas y proyectos. Teníamos la ilusión de un día podernos encontrar allá Morelia o acá en Monterrey, o darnos todos juntos una escapada a Nueva York y salir a festejar; seguramente haremos ese viaje y tu estarás muy presente en nuestra memoria y en nuestras platicas.  

De Pepe se pueden decir muchas cosas, una hoja no basta para presentar una vida, pero es importante saber que fue un ingeniero de formación, quien apasionado por los idiomas, y, habiendo vivido en Estados Unidos de Norteamérica, emprendió la ardua y apasionante tarea de ser maestro de inglés, y al poco tiempo, maestro de maestros, así como traductor inglés-español –y como pocos—español-inglés de primer nivel, perito certificado para ejercer el noble oficio de conectar culturas, lingüísticamente hablando, una autoridad en el campo de la traducción legal. Además de todo eso, compañero, y podemos decir también, amigo. Lo vamos a extrañar mucho.

Nuestra vida, nuestra absurda vida: no pedir nacer y no poder hacer nada –hasta el nuevo aviso tecnológico—por no morir. El tiempo y las distancias se relativizan tanto cuando hay un sueño, un deseo decidido, una pasión en juego, como cuando irrumpe uno de los extremos, sea el nacimiento o la muerte. Todos deseamos conocer a quien ha nacido, darle la bienvenida, saludar a sus padres, felicitarlos, llevar algo, un presente, darle la bienvenida al mundo, acompañarle en esos primeros momentos de vida. Al morir, entonces siempre quisimos más, más tiempo, más distancia, más oportunidades…nada parece colmar…muchas cosas se quedarán en el tintero…y ya no serán. De suerte que podemos celebrar la vida, los momentos compartidos y el legado recibido, esos que nos otorgaron un sentido al mundo, que lo llenaron de momentos, que solo a posteriori, advertimos fundamentales, imprescindibles e irrepetibles. 



« Camilo E. Ramírez »