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Opinión Editorial


Hijo aspiracionista


Publicación:16-06-2021
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Aspirar a ganar no es inmoral o ilegal, hacerlo modificando y ajustando las reglas del juego a modo, a conveniencia, sí lo es

Recientemente ha salido a la luz pública en el estado de Nuevo León el caso de un joven que, buscando apropiarse del patrimonio de sus padres, simple y sencillamente, decidió asesinarlos. La ausencia de cualquier rasgo de tristeza y su nula demanda de justicia, junto a la acelerada compra de autos de lujo y despilfarro en juergas interminables con sus amigos, terminaron por delatarle ante los investigadores. Hoy se encuentra preso a la espera del juicio, sus padres muertos y sus dos hermanas, de 11 y 15 años respectivamente, en la orfandad. 

“El que no transa no avanza” Bien podría ser el slogan subyacente de muchas campañas políticas, filosofías empresariales, estilos de vida y modus operandi de un gran número de personas en México, como en otras partes del mundo; que declara abiertamente una apología de las trampas y estratagemas ilegales para “triunfar” en la vida. Paradigma que no deja de poseer sus grados y variantes, que irían desde el robo hormiga y la vulgar canallada, hasta formas más finas y planeadas, que fácilmente se harían acreedoras a un diagnóstico clínico de perversión y sociopatía; los llamados crímenes de cuello-blanco. Dichas formas de operar hacen de este mundo algo terriblemente inseguro e insoportable. 

La postura aspiracionista que busca ganar a toda costa, afectando a los demás, ha sido una postura ampliamente criticada y combatida — no de hoy, sino de siempre — por el actual gobierno mexicano, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, y que algunos han sacado de contexto. El contexto del comentario del presidente, como siempre, es más amplio de lo que ciertas publicaciones desean hacer creer: el primer mandatario no criticó a quienes, legal y legítimamente, desean mejorar sus condiciones de vida (vivienda, trabajo, educación, salud, etc.), a quienes demandan y aspiran a algo mejor, sean de la clase social que sean, sino a quienes lo desean conseguir a través de la transa, el robo, la corrupción y el crimen; aplastando a los demás, explotando a sus trabajadores. La crítica siempre ha sido, específicamente, hacia ese grupo de la población que, por otro lado, pareciera sentirse muy cómodo con esos tejes manejes abanderados por “El que no transa no avanza” y que hoy, ve sus intereses ampliamente afectados. 

¿Recuerdan cuando el ahora presidente, como candidato denunciaba a los cuatro vientos, que la corrupción era el problema fundamental del país? Hagan un ejercicio simple: nombra en tu círculo cercano de familiares, amigos y compañeros de trabajo, bajita la mano, a cinco personas que en algún momento de su vida no hayan hecho alarde de que se chingaron a alguien más con trampas y mentiras, saliéndose con la suya, ahora multiplícalo por el número de veces que tú mismo/a has sido afectado/a por empresas cuyas lógicas ilegales te hacen firmar hojas en blanco, futuras carta de renuncia “a voluntad”; burócratas, empleados de gobierno que se jactan orgullosos de trabajar solo dos horas, extendiendo las idas por los tacos, las platicas y los festejos de cumpleaños, con tal de no trabajar; los alcaldes y gobernadores que salen de sus respectivas administraciones multimillonarios, gracias a cambios de usos de suelo, compra/venta de terrenos y empresas a sobreprecio mediante empresas simuladas, escaparates de presta nombres. ¿A poco no nos damos cuenta de eso? ¿A poco no se dan cuenta los vecinos de esas personas?

Como sucede en los deportes, solo se gana y mantiene realmente el honor de la victoria, a condición de que se cumplan dos cosas fundamentales: que la contienda sea justa y todos los participantes se sometan por igual a las reglas del juego. Aspirar a ganar no es inmoral o ilegal, hacerlo modificando y ajustando las reglas del juego a modo, a conveniencia, sí lo es. De eso se trató la crítica del presidente López Obrador. 



« Camilo E. Ramírez »