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Opinión Editorial


Genios


Publicación:17-05-2023
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La coronación de la figura de autor en la literatura latinoamericana se llevó a cabo en la década del sesenta, con el boom narrativo

La coronación de la figura de autor en la literatura latinoamericana se llevó a cabo en la década del sesenta, con el boom narrativo. Fue, sin embargo, más una estrategia de mercado que consagración estética.  Escritores y escritoras  célebres habíamos tenido desde el siglo XIX (menciono algunos nombres solamente: Jorge Isaac,  Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Gabriela Mistral, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo). El prestigio del creador literario comenzó a reforzarse con el modernismo, que introdujo con éxito en nuestros pagos la noción de genio (el concepto venía desde el romanticismo europeo, como forma de diferenciar al sujeto virtuoso del conjunto social). La excepcionalidad parece ser el rasgo más destacado del genio, pero no el único: en literatura se incluyen también la originalidad y la versatilidad. Decir lo que  nadie había dicho en una forma nunca usada previamente.

            Me he extendido en las definiciones de la palabreja porque recientemente cayeron en mis manos dos libros muy cercanos y a la vez muy diferentes entre sí: Dos soledades. Un diálogo sobre la novela en América Latina, que recoge y transcribe dos charlas sostenidas en Lima en septiembre de 1967 entre Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa; y Los genios, de Jaime Bayly: reciente novela que aborda la relación de amistad y odio (primero amistad, después odio) entre el escritor colombiano y el peruano. Archivo y ficción. Testimonio e imaginación. Al final: un episodio particular de la modernidad literaria latinoamericana. Los dos libros tienen como base la misma historia, sólo que parten de extremos opuestos: el primero recoge el testimonio de una naciente amistad (García Márquez y Vargas Llosa se conocieron personalmente en el aeropuerto de Caracas en los primeros días de agosto de 1967: "yo venía de Londres -recordaría años después el novelista peruano- y él de México y nuestros aviones aterrizaron casi al mismo tiempo. Antes habíamos cambiado algunas cartas, y hasta habíamos planeado escribir, alguna vez, una novela a cuatro manos..."); el segundo libro narra  el fin de la relación, datado el 12 de febrero de 1976 en la ciudad de México: "-¡Esto es por lo que le hiciste a Patricia!- gritó Vargas Llosa. Ofuscado, tembloroso, el ceño fruncido, la mirada turbada por el rencor, preñado de rabia, Vargas Llosa acababa de golpear en el rostro a quien había sido su amigo, vecino y compadre, García Márquez..."

            ¿Es posible leer a la literatura latinoamericana a través del vínculo entre dos de sus protagonistas?  Creo que, en este caso particular sí, porque su amistad marca también la consolidación (por un tiempo breve) de la figura de autor en nuestros países. Porque esos nueve años de intensa amistad literaria son también los  nueve años que  inician con la publicación, en  Buenos Aires, de Cien años de soledad y la designación del  premio "Rómulo  Gallegos" para La casa verde, y terminan abruptamente en medio  del desolador paisaje de las dictaduras latinoamericanas y la guerra sucia. Tal como sucedió con el Boom, que partió con el  auge y transformación  del escritor latinoamericano para culminar con el tránsito de las novelas totalizadoras a los relatos testimoniales y  a la hibridación de los géneros.

En el inicio de este encuentro están  la reflexión sobre el realismo y el cuestionamiento por el papel del escritor en el entorno social. En algún momento de la charla sostenida entre los escritores en septiembre de 1967 Vargas Llosa le preguntó a su amigo, que ya comenzaba a gozar de los beneficios económicos de la venta de Cien años de soledad,  si el escritor puede realizar otros trabajos (como el periodismo): "¿Tú crees que esas actividades paralelas dificultaban el ejercicio de tu vocación o más bien la ayudan, la estimulaban y aportaban experiencia?" García Márquez, quien ya había sido periodista, publicista y hasta  cantante ambulante en el metro de París, contestó: "Mira, yo durante mucho tiempo creí que la ayudaban, pero en realidad todo dificulta al escritor, toda actividad secundaria. Lo que uno quiere es ser escritor y todo lo demás estorba y lo amarga mucho tener que hacerlo, tener que hacer otras cosas".

Al final, ambos libros relatan la transformación (apoteosis y decadencia)  de los escritores (más que de sus obras): el paso de ser creadores latinoamericanos (con dificultades de toda laya   e ideologías precisas)  a autores internacionales, embelesados por las ganancias que mensualmente les otorgaba su agente, Carmen Balcells (verdadero demiurgo de esta historia), tratando de cumplir con las expectativas de los lectores y haciendo malabares para justificar sus posturas políticas. Más que genios: sujetos en tránsito hacia la globalización de la literatura latinoamericana.  



« Víctor Barrera Enderle »