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Opinión Editorial


Unamuno y las literaturas de las orillas


Publicación:19-12-2024
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"Callar, a veces, significa asentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia"

Esta historia se la escuché al poeta Luis García Montero en la Bóveda de la Letras del Instituto Cervantes, en Madrid. Estábamos ante la caja que resguarda para la posteridad documentos inéditos de Miguel de Unamuno. García Montero recordó entonces el célebre discurso que el escritor pronunció el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, y en particular la sentencia profética: "venceréis, pero no convenceréis". No hace falta recordar aquí las circunstancias que envolvían sus palabras. Las describiré brevemente: Unamuno era, a la sazón, rector de esa universidad decana; la guerra civil había estallado unos meses antes; y entre el público del paraninfo sobresalían las armas de los militares falangistas con el mutilado general José Millán-Astray a la cabeza. La ocasión: el inicio del año escolar y la celebración del "Día de la Raza". Unamuno, como rector, dio el mensaje   de bienvenida y cedió la palabra al resto de los oradores. Los discursos resultaron apologías al hispanismo esencialista y rechazos viscerales a las otras lenguas y culturas que conforman la península y el resto del orbe hispánico. Incluso en algún momento, según testimonios, Millán-Astray gritó "¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!" Ante tan sombrío panorama, Unamuno alzó la voz: "Ya sé que estáis esperando mis palabras, porque me conocéis bien y sabéis que no soy capaz de permanecer en silencio ante lo que se está diciendo. Callar, a veces, significa asentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia".

            El público enmudeció. El rector comenzó su defensa de la razón. Evidenció su origen vasco, estableció las diferencias entre  una mutilación física (como la de Cervantes) y una mutilación espiritual e intelectual (como la del general). Finalmente exclamo: "Este es el templo del intelecto y yo soy su supremo sacerdote. Vosotros estáis profanando su recinto sagrado. Diga lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho". Sabía que estaba firmando su sentencia y sólo se salvó de ser ejecutado porque la esposa del general Franco, Carmen Polo de Franco, lo sacó del recinto tomándolo del brazo.  La historia es muy conocida, incluso Alejandro Amenábar rodó una película al respeto: Mientras dure la guerra (2019).  Lo que llamó mi atención de la historia de García Montero, sin embargo, fue la mención de un escritor en el alegato de Unamuno. En algún momento trajo a colación la figura y la obra del filipino José Rizal. Entre las 42 palabras que Unamuno anotó, mientras escuchaba a los otros discursos, en un sobre, pues no disponía de papel, estaba el nombre de Rizal: "Para mí era tan español como nosotros el filipino Rizal, que se despidió del mundo en español". Esto hizo enfurecer más a Millán-Astray: ¿por qué?

            Yo había leído, en mis días de estudiante, Noli me tangere la novela que Rizal escribió en español y publicó en 1887. Obra que se podría incluir en el amplio repertorio del liberalismo literario hispanoamericano, caracterizado por el uso de la ficción como proyección del ideario liberal. Su protagonista, Crisóstomo Ibarra, regresa a Filipinas procedente de Europa e intenta transformar el país por medio de la educación, el laicismo y la implantación del progreso.  Tanto la novela como el autor fueron censurados y perseguidos. Filipinas, a diferencia de la mayoría de los países hispanoamericanos, seguía siendo en la segunda mitad del siglo XIX una colonia española. Lo curioso es que el novelista no buscaba la separación, sino la integración como pares.  En 1896, Rizal fue fusilado, acusado de sedición, por un pelotón de soldados españoles.  La sentencia de muerte había sido dictada por el general Camilo García de Polavieja, a cuyas órdenes servía entonces el segundo teniente José Millán-Astray. Unamuno lo sabía: ante toda imposición de homogeneidad y obediencia, la literatura suele revelarse, mostrando el mundo de las diferencias y el paisaje de las orillas: "venceréis, pero no convenceréis".




« Víctor Barrera Enderle »