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Opinión Editorial


¿Estar más vigilados para estar más seguros?


Publicación:27-11-2024
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¿Será que ya vivimos en el futuro? ¿En el mejor de los mundos posibles?

El precio de la libertad es el eterno delito

Miguel Reale Junior

¿Será que ya vivimos en el futuro? ¿En el mejor de los mundos posibles? No hace mucho, en la década de 1970-80 del siglo XX, cuando el año 2000 se apreciaba aún muy lejano, las imágenes sobre el futuro eran alimentadas por el cine y la literatura, se nos presentaban naves espaciales, autos voladores, automatización robótica en las industrias y los hogares, etc.

Hoy, estamos lejos de vivir dicho sueño futurista. Por el contrario, lo que tenemos,  próximos a cumplir el primer cuarto del siglo XXI, es, en la mayoría de los casos, un retorno a un punto de funcionamiento anterior, caracterizado por un pensamiento conservador, con sus extremos –en su mayoría de derecha política, pero también los hay de izquierda–que cultiva activamente la desestabilización como medida de impacto para producir el terror en los ciudadanos, para que funcione como contexto de inseguridad extrema para entonces ofrecerse como los "salvadores" de los países, gobiernos y  mercados. Dicha postura se sostiene a través de la idea de que sólo estaremos más seguros cuando estemos más vigilados. Gracias a lo cual se plantea la necesidad por añadidura de ceder garantías y derechos, espacios públicos, para poder estar más seguros. Más vigilados = estar más seguros. Un absurdo.

Dicha propuesta opera a través del considerar a todas las personas como potencialmente culpables, sospechosas de aquello que, si bien no han cometido aún, podrían hacerlo, culpables en un futuro imaginario. Entonces la población, la masa, tal parece no tener problema con ceder sus garantías individuales con tal de creer sentirse más segura, vía alguna medida, ley o dispositivo de vigilancia y control, propuesta por una persona o grupo con un cierto perfil conservador, rígido, nacionalista, que se autonombren como protectores de la raza, el país y el territorio, que, a pesar de decir que no recurre a los discursos de siempre de la vieja política, desarrolla una retórica de gladiador extremo que separa a los buenos de los malos, a los puros de los impuros, con sus promesas de limpieza y grandeza. 

¿Por qué será que seducen tanto estos tipos de personajes con sus discursos extremos implacables? Como diría Theodore Reich en sus estudios sobre la psicología de masas del fascismo, lo traumático no sólo es que haya existido el fascismo, sino que la masa lo haya deseado. Es decir, quien desea, promueve y sostiene el fascismo, y al clasismo, xenofobia, racismo que les son propios y necesarios son precisamente la dupla personajes que se autoproclaman voceros de una mayoría y aquella masa que se adjudica la pureza de raza, nación y mercados, donde los demás, los otros, los semejantes, son considerados como lo diferente, extraño y ajeno, lo malo que hay que extirpar para poder tener paz y prosperidad, deportarlos e impedirles la migración. Esto también funciona, como lo mostró de manera tan genial mucho antes de Reich, Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, al mostrar que aquello ajeno, aparentemente no familiar, que se  rechaza rechazo de sí mismo y se pone en el otro, ese territorio interno extranjero, lo inconsciente, y que se proyecta afuera de sí por ser insoportable, forma parte fundamental de toda existencia, y que, bajo cierto reconocimiento de eso extraño de sí, puede integrarse como parte constitutiva de sí, sin transformarlo en sufrimiento tanto para sí como para el otro. Ya que, como lo escribió Rimbaud , "El yo es otro", el yotro. Donde el otro es eso que me excede, de lo que me extraño. En ese sentido, la violencia hacia el otro sería en cierta manera y guardando las debidas proporciones de cada caso, una forma de intentar deshacerse de lo insoportable de sí mismo, por lo que el manejo y tratamiento sería igualmente a la inversa, regresar al sujeto eso que le es propio, sin depositarlo en el otro para buscar agredirlo, afectarlo, darle muerte, para transformarlo en algo creativo y responsable y no en autodestrucción o destrucción del otro.





« Camilo E. Ramírez »