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Opinión Editorial


El reloj


Publicación:09-11-2022
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Un reloj mítico, el RELOJ de relojes, sería aquel que consiguiera marcar el tiempo nombrándolo como algo siempre nuevo

El reloj, con su mecanismo, intenta marcar el tiempo. Su objetivo es la exactitud. Un reloj que se desincroniza o detiene no sirve.  Al menos en términos de ingeniería, de precisión, no para efectos poéticos y surrealistas: un reloj derretido que siempre marcara mal el tiempo y que por ello permitiera una precisión amorosa con los eventos, un delicioso y sorpresivo desfase. 

No obstante, la pretensión de precisión de los relojes, no se excluye la posibilidad de que algunas veces, bajo ciertas condiciones, se desfasen (atrasen o adelanten) o un día sin aviso previo, se detengan. Pero nadie nunca juzgaría mal, ¡un caso clínico severo!, a un reloj que marca la hora de manera exacta.

El funcionamiento de un reloj se alinea a un cierto tiempo. Aquel de la sucesión de eventos del planeta Tierra. Por lo tanto, responde a una fuerza de gravedad específica. Su grandeza radica en custodiar, entre sus engranes, un misterio: al desarmarlos nunca sabremos el enigma del tiempo. Su aspiración es algo que escapa a su mecanismo. Su vida gira en torno a un imposible: decir la hora, pero nunca el sentido del tiempo y la vida. 

El reloj sólo “marca la hora”, no posee, encapsula ni controla el tiempo y los instantes. Como los demás objetos que existen, el reloj transita por el tiempo, perdiéndolo. Vive sujeto al tiempo, pero su misterio se les escabulle. Su riqueza radica justamente en esa pobreza: ser del tiempo su testigo, nunca su dueño, ni mucho menos su hacedor. ¿Es acaso eso una desgracia para el reloj

No obstante, la brevedad y pequeñez del reloj, puede tocar lo imposible: emular en algunos puntos el inexorable y fascinante misterio del tiempo. Los relojes juegan con lo imposible.  En ese sentido —como otros objetos artísticos— se articulan y organizan a partir de un vacío. No existirían sin la pérdida, sin marcar lo que se va y nunca regresa.  Con su cadencia, los relojes van marcando el paso irreversible del tiempo. Sólo que su carácter cíclico produce un falso sentido: creer que el tiempo (las horas, los días…) comienza infinitamente una y otra vez. Cuando, en verdad, avanzan expandiéndose, perdiéndose, viviéndose. Es esa característica imaginaria cíclica la que revela que el reloj es un invento humano. Algo que se cree repetir y no transitar sin retorno, que inventó la nostalgia y la ilusión para trágicamente perder el instante presente. 

Un reloj mítico, el RELOJ de relojes, sería aquel que consiguiera marcar el tiempo nombrándolo como algo siempre nuevo, sin posibilidad de retorno, de “volver” a marcar la misma hora en otros momentos. Un artefacto que no sólo muestre en calidad de simulacro el tiempo, sino encarne lo real de la vida. Un reloj real que marca el tiempo que nunca vuelve a la misma senda por la que transitó.  ¿No somos acaso nosotros, los humanos, un poco eso? ¿Un reloj de lo imposible? 



« Camilo E. Ramírez »