Opinión Editorial
El luto imposible
Publicación:21-02-2024
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El luto imposible es aquel en el que se dificulta lidiar y elaborar la pérdida de alguien (o algo) que daba sentido al mundo
La vida humana sigue siendo un misterio, "tantos siglos, tanto espacio y coincidir" entona el grupo Mexicanto. La vida humana transcurre entre dos imposibles: no pedir nacer y no poder hacer nada –hasta el nuevo aviso tecnológico—para no morir.
En la vida acontecen muchas experiencias, una de ellas, de las más fundamentales, es la experiencia de la pérdida: perder a un ser querido, sea porque se ha muerto o porque la relación se ha terminado; perder el lugar de origen o esa ciudad o país donde había transcurrido gran parte de nuestra existencia; perder tiempo, recursos materiales, la salud...en fin pérdidas y pérdidas pueblan nuestra existencia, marcándonos con sus efectos y desenlaces.
Se le llama luto al tiempo que se abre después de una pérdida. Ante dichas pérdidas podemos tener diferentes reacciones: se habla de trabajo del luto a la elaboración que hace a partir de la pérdida, que implica, de alguna manera, inscribir esa experiencia de otra forma, darle un toque y sentido diferente, a fin de darle "la vuelta a la página" y continuar con nuestra existencia, con, a pesar de, pero, sobre todo, gracias a la pérdida. Pero también puede suceder que ese trabajo del luto se vuelva imposible y entonces se pueden presentar otras reacciones, como el enojo, desplazando la atención a otra cosa, así como negando dicha pérdida llenándose de un exceso de actividades, una respuesta maniaca ante la pérdida, como si no lo que se buscara es no sentir, no estar a solas con las propias sensaciones y pensamientos.
El luto imposible es aquel en el que se dificulta lidiar y elaborar la pérdida de alguien (o algo) que daba sentido al mundo, generándose una pérdida doble: en la persona y en la forma en la que se representaba y experimentaba el mundo, por ejemplo, por la pérdida de la rutina, la relación compartida, la familia...
Existen personas que, no obstante que se declaren vivir presas del peso de la rutina, ya que esta funciona para ellas como un organizador fundamental de su vida, les marca el quienes son (identidad), qué tienen que hacer (actividades) y qué es la vida (significado trascendental) no son capaces de modificar en lo más mínimo la rutina de sus actividades, el trayecto de su existencia. Se refugian en alguien o algo a la manera de una protección de eso que les aterra, hasta que pierden esa seguridad y entonces ese aparente equilibrio y protección los expone al riesgo de tener que decidir su siguiente movimiento: aceptar y lidiar con la perdida de maneras creativas o intentar lo imposible: regresar a un tiempo que ya no existe. Al ser esto imposible la persona puede desarrollar una depresión, por no conseguir retomar el interés en las cosas del mundo.
Por otro lado, podemos destacar algunas experiencias del trabajo del luto: la pérdida de un ser querido implica la desaparición de su dimensión sensible: ya no hay un cuerpo sensible al cual dirigirse, el otro ya no responde. "¿A dónde le llamo?" –decía un paciente, refiriéndose a su padre que había fallecido. La muerte abre inaugura una experiencia irreversible: ya no se dispondrá de un otro sensible para dialogar, abrazar... ahora esa persona pasa a ser recuerdo, habitando la dimensión de la memoria, desde donde se le evocará para que algo de eso que se tenía regrese. "Jamás intentes regresar a donde fuiste feliz, pues el tiempo ya habrá hecho sus estragos" (Joaquín Sabina). Sin embargo, por más fuerte que sea un recuerdo y su relato, nunca habrá una fuerza tal que logre –como lo ha expresado Massimo Recalcati—materializar nuevamente un cuerpo, una vida; hay algo que se ha perdido para siempre. El trabajo imposible del luto pretende regresar a un pasado que ya no existe, a algo que ya fue, recuperar lo que se tenía. Y como nunca se puede realizar ese viaje hacia el pasado se bloquea e impide el presente, se lo cancela, por lo tanto, el futuro se desvanece.
Transitar del luto imposible al luto posible implica pasar del sufrimiento del luto a su enigma, a poder descifrar y reconocer lo que hemos recibido de aquellos que hemos amado y perdido, y entonces, desde ese contexto, partir hacia la creación de algo nuevo, donde nos relacionemos con esa persona de otra manera, una nueva que nos acompañe en otros sentidos. Perder a esa persona, lugar o cosa, que daba sentido al mundo, es en cierta forma perder un fundamento del mundo, o al menos, el mundo tal cual lo conocíamos hasta ese momento. Por lo tanto, el trabajo del luto implica también la construcción de un nuevo mundo, donde la persona que hemos perdido adquiere otra ciudadanía, un espacio desde donde nos acompaña de otras maneras.
« Camilo E. Ramírez »