Opinión Editorial
¡Disfruto de tú sufrimiento!
Publicación:08-02-2024
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De parte de las hijas e hijos, para muchos es increíble que sus padres no disfruten con sus logros, sino con sus fracasos
Mientras existen madres y padres que se llenan de orgullo por lo que sus hijos realizan, otros, por el contrario, se enojan con sus logros y disfrutan con sus fracasos. ¡Disfruto de tu sufrimiento! Bien podría ser su lema. Una expresión absurda de lo que se espera de la función de una madre y un padre: soporte y legitimación de la singularidad de cada hijo/a, transmisión del entusiasmo por la vida de una generación a la otra, testimonio de que en la vida se puede tener e inventar un sentido, actuar de manera responsable sobre lo que se desea.
Por qué habrá personas que disfrutan del sufrimiento y fracasos de sus hijos. Una respuesta general, a ser verificada en cada caso particular, es que esas madres y padres padecen de una psicopatología que les impide poder funcionar de otra manera, viven atrapados en ella sin poder salir. Si fuera el caso, y los mueve un deseo genuino de cambio, podrían asistir a un tratamiento psicológico, específicamente a un psicoanálisis, que les permitiría tomar consciencia del porqué asumen esa posición ante sus hijos, y así poder entender sus reacciones, y, sobre todo, poder hacer modificaciones, cambiar. De lo contrario esas "formas de ser" tenderán a asumirse como normales ("es que así soy yo y te aguantas") añadiéndose la impulsividad, junto a la poca reflexión de madres y padres, haciendo mucho daño a sus hijos/as.
Para esas madres y padres que disfrutan con el sufrimiento de sus hijos/as, sienten –sin darse cuenta por qué– que sus hijos/as encarnan el ideal que ellas o ellos nunca podrán alcanzar, y en vez de alegrarse se debaten entre reconocer el logro de su hijo/a o en buscar atacar y destruir aquello que ellos nunca podrán ser o tener: viven entre el reconocimiento del triunfo del otro y la propia posición envidiosa, critican todo, nunca nada es suficiente para ellos; optan por la envidia y su respuesta es más terrible: la destrucción del objeto de su envidia, sólo que en este caso se trata precisamente de su hijo/a, o algo que ellos han logrado o poseen, sea belleza, juventud, dinero, éxito en la profesión, una nueva pareja, o simplemente la felicidad que expresan...Para sus hijos es desconcertante y muy doloroso no poder recibir el reconocimiento de sus padres –fundamento del amor– de lo que han realizado, no pudiendo compartir su felicidad con ellos.
Algunas otras variaciones: padres que no permiten que sus hijas tengan parejas más exitosas y les reclaman una fidelidad absoluta a él como padre, impidiéndoles el amor en su vida, el mensaje velado que envían: "yo, tu padre debo de ser el único hombre en tu vida". Madres que desean hacer –a su modo– a sus hijos varones como los hombres que nunca han tenido en su vida, cargándolos con el ideal imposible de realizar, terminan produciendo justamente eso que deseaban evita, y, si sintieran que consiguieron moldear a sus hijos varones como quisieron, no pueden "perderlos" reconociendo que es otra mujer quien finalmente disfrutará lo que a ella tanto le constó, entonces declaran una guerra permanente en buscar disminuir el valor de lo que hace su nuera, "esa" que no atiende bien a su querubín, "esa" que lo maltrata y no lo cuida, pero, a final de cuentas, "esa" que él eligió y con la que vive, se acuesta y convive como pareja, algo que la madre envidiosa nunca podrá tener. Y esto, en lugar de celebrarlo, es insoportable. Madres que no se congratulan con la hermosura y juventud de sus hijas, sino buscan siempre el ataque, la critica de lo que hacen, dicen, el como se visten...actúan como si buscaran en todo m omento que sus hijas tropezaran, buscando precipitar el momento donde puedan decir finalmente, ¡Te lo dije! y con eso creer que tienen razón.
De parte de las hijas e hijos, para muchos es increíble que sus padres no disfruten con sus logros, sino con sus fracasos, con el hecho de verlos caer. Esto puede tener varios desenlaces: uno de ellos es el de adaptarse al discurso que les es dirigido por sus padres, realizando finalmente eso que se les suponía, es decir, fracasando, para que entonces los padres no estén equivocados, creyendo que eso es "su verdad" sin poder darse cuenta que es una posición en la que los colocaron y ellos viven automáticamente, otra respuesta, una con un mejor desenlace, consiste en una desconcertante incógnita que, además de hacer sufrir –no contar con el reconocimiento de los padres—pero no se reduce a eso, sino se interroga sobre el sentido, el por qué sucederá esto, y desea avanzar, buscar en otro lugar fuera del círculo familiar, el reconocimiento, hasta que un día se descubre que nunca se puede tener el reconocimiento absoluto, gracias a lo cual se emprende un movimiento singular de reconocimiento de la propia singularidad con su respectiva articulación con los demás, con el mundo.
« Camilo E. Ramírez »