Opinión Editorial
La escuela de lo real
Publicación:31-01-2024
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Las agresiones inusitadas, otro síntoma actual, aterrorizan más por la sorpresa que por la violencia en sí
Lejos está ya la época basada en un lazo social piramidal, único y disciplinario, en la cual todos se tenían que adaptar a un modelo hegemónico de comportamiento basado en una ideología conservadora que, según se declaraba, garantizaría el orden y el progreso. Es el tiempo de la escuela de "la letra con sangre entra", una mezcla de claustro monacal y sistema penitenciario, que desembocó, a lo largo y ancho del mundo, en las protestas de los años 60 y 70 del siglo XX. Algo de eso se puede apreciar en The wall de Pink Floyd.
Posteriormente —y no necesariamente para mejorar— llegaron las escuelas que intentaron simular a una producción industrial, reduciendo las múltiples experiencias de aprendizaje y la vocación de cada maestro y alumno a la línea de producción de una fábrica. Creyeron que lo mismo que servía para la manufactura de cualquier producto serviría para estructurar a la escuela, para enseñar y aprender. Muchos se encantaron, y todavía los deslumbra la noción de "calidad en la educación" y su absurdo principio que dice "sólo se puede mejorar lo que se puede medir", un absurdo y es preocupante que no se adviertan sus trampas. Entonces la escuela se convirtió en una empresa, en una tienda y los directivos y maestros, en administradores y vendedores, y los alumnos y sus padres, en clientes.
Las primeras escuelas en comprar esa idea fueron las escuelas privadas, luego las públicas, sin saber que estaban dinamitando su vocación, desautorizando su vocación. No es una simple casualidad que haya sucedido, también cada escuela y sistema educativo hizo lo propio, minándose desde adentro, repitiendo ideologías huecas de otros tiempos, sin poder leer los tiempos nuevos. Lo que termino pasando fue que el discurso hueco de la ideología de Estado fue sustituido por un discurso, igualmente hueco, del desarrollo empresarial aplicado a la educación, aparentemente despojado de toda ideología política y religiosa para someterse al látigo de las evaluaciones y las métricas. Directivos, maestros y alumnos viven estresados sin saber por qué, para lo cual ya les preparan cursos-talleres de resiliencia, manejo del estrés, mindfulness, relajación...y cualquier cosa parecida, ya que el problema siempre son las personas y no la sobrecarga de la empresa, "¡Hay que ponerse la camiseta!"
En menos de 50 años se transitó de la escuela claustro-dictadura a la escuela empresa, estilo parque industrial, donde todo se buscaría resolver con más vigilancia y control, departamento de quejas, cursos de capacitación, evaluaciones y más evaluaciones, filtros para todo, métricas de todo tipo, juntas y más juntas; el caso es decir que nada basta y siempre se puede mejorar. Sólo que ese principio, si bien puede funcionar con las materias primas y hasta cierto punto con los animales entrenados, a los humanos no le sirve, ya que, en principio, lo que somos en tanto humanos no es objetivable, es decir, no se puede operacionalizar, medir y cuantificar, incluir en un algoritmo para ser controlado. La realidad humana, para bien o para mal, siempre será sorprendente. Por eso lo que sucede es que, ante una sorpresa desagradable (fracaso escolar, índices bajos de titulación, violencia en las escuelas, agresiones...) se termina por aumentar durante un tiempo la vigilancia y control (la métrica, muchas veces para uso político) mientras pasa el miedo, el escándalo (estrategia de mercado) dando la sensación de que con esas medidas en la "línea de producción" y "el equipo comercial" se estará más seguro. Nada de eso. Se termina buscando las llaves no donde se pudieron haber perdido, sino donde hay más luz. Nunca debemos de olvidar que al operar de esa manera –y eso es preocupante—es que dichas soluciones provienen del mismo lugar de donde surgieron los problemas. En ese sentido, las soluciones de hoy serán los problemas de mañana. Habrá que estar atentos a buscar aprender a lidiar y responder con lo incalculable de lo humano de maneras creativas y responsables, y no, apanicados por el miedo implementar medidas desesperadas con las personas que conviven en la escuela; cargar a un más a las escuelas con medidas que a todas luces caen por su propio peso y generan un malestar mayor, contexto de donde podrán surgir problemas aún más complejos de los que se están presentando ahora.
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