Opinión Editorial
El amor que resiste
Publicación:14-02-2024
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Con el amor sucede que sabemos más lo que es que lo que no es
El amor es un desencuentro entre dos
Jorge Forbes
Y una vez más se llega la fecha del 14 de febrero, el día del amor y la amistad. Un pretexto en el calendario para celebrar lo imposible y misterioso de ese afecto que mueve montañas, el amor.
Con el amor sucede que sabemos más lo que es que lo que no es. Lo podemos definir negativamente más por lo que no es que por lo que sí es. Precisamente porque una característica fundamental del amor es que resiste a cualquier intento de operacionalización y definición, se basa y gira en torno a un misterio, si no, no sería amor. Si podemos explicar por qué amamos entonces no es amor, si podemos encasillarlo en formulas conocidas entonces lo degradamos. De ahí que el amor siempre demande palabras y expresiones nuevas, frescas, jamás dichas.
El amor verdadero es el amor que resiste. No por una especie de sacrificio vacío y sin sentido que a veces hace que la vida se vuelva ácida, sino porque ha logrado ser un verdadero fracaso para jugar: fracaso de la expectativa ideal de lo que se supone debería de ser el amor, la pareja, la relación... para poder jugar con las múltiples formas en el día a día, ya sin lo pesado de la idealización, sino con la creación viva que cada enamorado coloque algo de sí. El amor hacer reír por una cuestión doble: el fracaso/descanso del ideal y la creación de algo nuevo mucho mejor. El amor se satisface más en el amar que en el recibir, en la vida de la vida que se moviliza entre los amantes. El tiempo y la distancia se acortan gracias al amor; he ahí su milagro viviente: realizar lo imposible.
Diferenciemos el amor imaginario o enamoramiento, aquel del encantamiento inicial basado en la idealización del otro, fundamentado, sobre todo, en el sentir y creer que esa persona realmente encarna la expectativa ideal; entonces todo es hermoso ya que se cree que esa persona coincide con la fantasía, incluso supera, las expectativas. Sólo que no durará mucho, ni resistirá las peripecias de la vida; en este amor idealizado se intercambiará la pareja (objeto en serie) por una que se cree mejor. Es el amor mercancía, similar a cualquier objeto puesto a la venta; se cambia el objeto o la persona por una que se cree mejor, se elige por los atributos, el centro es el "consumidor". Por el contrario, en el amor real hay algo que resiste al desplazamiento infinito de pasar de una persona a otra, acumulando conquistas, para –por alguna razón amorosa y he ahí el milagro del amor—sentir y reconocer que la persona con la que se está, la persona que se ama funciona como un fundamento, alguien que es irrepetible e insustituible. El mundo que se comparte estaría incompleto sin la persona amada.
Ese rostro del amor, el amor, real, es uno que resiste al paso del tiempo, a ser intercambiado por otra persona. Vale por sí mismo, ese amor real es un misterio para los enamorados; un amor que se satisface más en amar que en ser amado, que no existe de por sí, sino que se crea cada día, que provoca, inquieta y nos saca de la zona de confort en la que nos encontrábamos, que irrumpe trastocando la rutina, transformando el tiempo conocido en algo siempre nuevo, algo en expansión, no es algo fijo sino dinámico, que no se remite a una esclavitud al pasado, sino a un horizonte que nutre y realiza la existencia.
« Camilo E. Ramírez »